Era la primera vez que comparecía desde que Mariano Rajoy le cesó y su declaración ha dejado abiertas muchas incógnitas. Carles Puigdemont se dirigió este sábado a los ciudadanos de su supuesta República catalana desde las escaleras de la delegación de la Generalitat de Gerona y se limitó a pedirles "oposición democrática" al artículo 155 puesto en marcha por el Gobierno.
Puigdemont encargó su emisión a TV3, el último bastión rebelde que todavía se refiere a él como "presidente de la Generalitat". El mensaje oficial se retransmitió a la hora que empezaban los informativos de la televisión pública catalana. En ese momento, otra cámara le grababa comiendo en un restaurante de Gerona. Las dos imágenes proyectadas de forma simultánea en La Sexta provocaban hilaridad, en contraposición a la gravedad que se pretendía dar al momento.
Consciente de que puede ser imputado por un delito de rebelión e incluso por usurpación de funciones, Puigdemont jugó con las palabras. Incluso se cuidó de reafirmarse como máximo representante de todos los catalanes. Aunque en medios nacionalistas se había especulado con la posibilidad de que convocara unas elecciones constituyentes, se limitó a criticar la decisión tomada por Rajoy. "En sociedades democráticas son los Parlamentos los que eligen o cesan a los presidentes", aseguró.
Puigdemont tampoco se ha atrincherado en el Palau, como dio a entender que podría ocurrir con sus llamamientos a los catalanes a defender las instituciones. El mismo viernes abandonó la sede de la Generalitat y el fin de semana lo pasará en Gerona.
Declaración desde Gerona
La escenografía que utilizó en su declaración también invita a pensar que tiene intención de cumplir con la orden de Moncloa. Su primer mensaje oficial desde la intervención de la Genetalitat lo envió desde una escalera en la delegación de la Generalitat en Gerona. Le acompañaban un atril con el escudo oficial y las banderas de la UE y de Cataluña. Ahora ya no había ninguna puerta cerca, ni abierta ni cerrada, que pudiera entenderse como un mensaje para Moncloa.
Tras comprobar que hasta el ya exmayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, asumía su cese, admitió las "dificultades lógicas que conlleva una etapa de esta naturaleza". Consciente de que si hubiera violencia en las calles podría imputáresele más fácilmente un delito de rebelión, pidió a sus seguidores que perseveren "en la única actitud que nos puede hacer ganadores. Sin violencia, sin insultos, de manera inclusiva, respetando personas y símbolos, opiniones y respetando las protestas de los catalanes que no están de acuerdo con el que ha decidido la mayoría parlamentaria".
Sin alentar a la violencia
Puigdemont tampoco profundizó en su discurso acerca de cómo hacer esa oposición democrática, que reclamó y dejó en manos de sus seguidores cómo organizarse en las calles. Simplemente les pidió que "nunca, nunca jamás, en ningún momento, abandonen una conducta cívica y pacífica". Esta afirmación podría utilizarla como garantía ante la Fiscalía de que él nunca alentó a la violencia si le acusan de un delito de rebelión.
En su alegato final, el expresident afirmó que trabajará para "construir un país libre" con "menos injusticias y más igualdad, solidaridad y fraternidad con todos los pueblos del mundo, empezando por los pueblos de España con los que queremos vincularnos desde el respeto y reconocimiento mutuo". Cómo lo hará, una vez que Rajoy ha puesto en marcha el camino hacia las elecciones autonómicas, sigue siendo una incógnita.