Los piquetes rompen por la fuerza la estrategia del separatismo amable
Los convocantes celebran su "éxito", pero la jornada fue perturbada más por el sabotaje que por el seguimiento de los trabajadores.
9 noviembre, 2017 01:57Noticias relacionadas
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Eran las 9:34 cuando la cuenta en Twitter de Oriol Junqueras, el exvicepresidente de la Generalitat, tuiteaba un fraternal mensaje desde la cárcel. "Los catalanes y catalanas somos gente de paz. Nuestra causa es la de la razón sin violencia. Hagamos que sea así siempre. Hoy también".
A esa hora, los piquetes ya habían comenzado a boicotear importantes redes de comunicación de Cataluña, como la autopista AP-7, que comunica toda la costas mediterránea, carreteras de acceso a Barcelona, algunas arterias de la capital o las vías del AVE en la estación de Girona. El llamado "paro de país" convocado por la intersindical CSC, pero sin el respaldo de los sindicatos CCOO o UGT, estaba en marcha.
La acción de los piquetes contrastaba mucho en esos momentos con el tuit de Junqueras. Pero, sobre todo, se alejaba mucho del comportamiento de aquellos trabajadores catalanes que deseaban acudir a trabajar y que, en ausencia de boicot, lograron hacerlo.
Los que podían llegar a trabajar, lo hicieron
Importantes núcleos industriales, como la fábrica de Seat en Martorell o Nissan en Barcelona, funcionaban con total normalidad. También Mercabarna, los principales puertos o los servicios públicos en Barcelona. En el la hostelería y el comercio, el seguimiento fue muy reducido.
Más allá de paros puntuales, aquellos que podían acceder a sus puestos de trabajo lo hacían con normalidad, especialmente en el sector privado. Es más, el consumo eléctrico subió hasta un 3% respecto a las cifras habituales, según datos difundidos a media tarde, a diferencia del otro "paro de país", del 3 de octubre, cuando descendió más de un 8%. Sólo en las universidades el seguimiento fue mayoritario. Algunas amanecieron absolutamente desiertas.
La trágica metáfora de un procés de alta velocidad
Para muchos, las escenas vividas en las estaciones del AVE de Girona y Barcelona-Sants fueron toda una metáfora del procés. Varios cientos de personas se lanzaron a las vías, desbordaron los controles de la policía y la seguridad de las estaciones. Interrumpieron el tráfico en nombre del procés y de los llamados "presos políticos" mientras el grueso de la población catalana y los viajeros de otros lugares trataban de llevar su jornada laboral con la mayor normalidad posible y sin ruido.
Los protagonistas del boicot, aunque reivindicaban representar a una mayoría, fueron muy pocos, pero los suficientes para hacer que más de 150.000 usuarios se viesen afectados por los cortes en el tráfico ferroviario, según datos de Renfe.
Según Pymec, la asociación más importante de pequeñas y medianas empresas, sólo un 4% de los trabajadores se sumaron, aunque un 28% participaron en paros puntuales. Unai Sordo, secretario general de CCOO Cataluña, habló de "escaso seguimiento".
Un sindicato con un líder condenado por asesinato
Intersindical-CSC, convocante y abiertamente independentista, habló de "éxito" e incluso criticó a los piquetes, pero los datos de participación que ofreció fueron poco significativos: un 80% en la educación y un 40% en la administración pública. Un comunicado del Gobierno, ahora a cargo de la Generalitat, rebajaba la media del seguimiento en las consellerías.
"Ni la patronal ni las direcciones de los grandes sindicatos, que también participaron de la campaña desmovilizadora, han conseguido frenar esta jornada de lucha y reivindicación", dijo el sindicato en una nota. Su líder, como destacaron algunas voces en Cataluña, es Carles Sastre, y ha pertenecido a Terra Lliure y ha sido condenado por los asesinatos del empresario catalán José María Bultó y el exalcalde de Barcelona Joaquín Viola Sauret.