“Sé que no se podía mover del sitio, se quejaba de que le dolía la espalda. Le dimos para quitarle el dolor los medicamentos que teníamos, Nolotil. Pensamos en dejarlo en un hospital, pensábamos qué hacer. Yo había visto en la tele cómo se hace la respiración asistida…”. El empresario zaragozano Publio Cordón acababa de caerse de una altura de tres metros tratando de huir por una ventana de su secuestro a manos de la banda terrorista GRAPO. Pero apenas tardó “diez minutos” en morirse según ha relatado este lunes ante la Audiencia Nacional en calidad de testigo uno de sus captores, Fernando Silva Sande.
Visiblemente envejecido desde la última vez que se presentó ante un Juzgado, el terrorista ha descrito de forma minuciosa los últimos minutos de vida de Cordón, secuestrado y enterrado en un monte. Más de 22 años después su cuerpo sigue sin aparecer. La Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha revivido estos hechos para juzgar a los dos últimos acusados del rapto, José Ramón Teijelo y María Victoria Sánchez. Se enfrentan a sendas penas de 37 años de cárcel.
Desde el banquillo de los acusados, ambos procesados negaban con la cabeza los detalles que iba narrando su ex compañero de la banda terrorista. A escasos dos metros, la hija del empresario escuchaba sin moverse el relato del entonces jefe de los comandos de los GRAPO y ahora convertido en preso arrepentido. Su voluntad de colaborar con la Guardia Civil dio un giro a la investigación de este caso en el año 2009. Hasta ese momento los GRAPO sostenían que Cordón había sido liberado. Por ello está considerado en la organización como un traidor, mientras él se refiere a la banda como “una secta”.
“Le llevábamos en el coche con los ojos tapados con un antifaz, una gafas de sol y unas orejeras de cuero y unos cascos en los oídos con música para que no escuchase nada”, ha iniciado su relato Sande recordando el trayecto de camino a Lyon una vez se descartó esconderle en un zulo ubicado en los Pirineos. Se decidió que ese lugar era más propicio para el mes de agosto y Teijelo y María Victoria ya estaban preparando el escondite en Lyon. Era una casa de dos alturas propiedad de una mujer francesa ante la que se presentaron como profesores de francés.
Le hacían creer que estaba en Valencia
Lo que le esperaba allí a Publio Cordón eran varias semanas metido en “un habitáculo dentro de un armario”. “Lo habían preparado para que tuviera un baño y le instalaron unas chapas para insonorizarlo. En la entrada era alto, pero después ya no. Como hacía calor, le hacíamos creer que estábamos en la Comunidad Valenciana. Sólo yo me veía la cara con él, Teijelo y María Victoria siempre se quedaban detrás de la puerta”, ha dicho Sande. Además ha contado él que se negaba a ponerle las esposas a la víctima e incluso le dejaba salir del armario "porque se quejaba del calor”. Todo ello en contra de las indicaciones de Teijelo a quien incriminó en todo momento. También a María Victoria Gómez, de la que fue compañero sentimental en la clandestinidad.
Ninguno de los que han comparecido en la primera sesión del juicio se acordaban del día exacto en el que dejaron morir a Publio Cordón. Sólo Sande, otra vez, ha detallado que fue al mediodía: “María Victoria se dio cuenta que se estaba escapando. Subimos corriendo a la habitación. Estaba en el tejadillo. Le decimos que se venga para dentro, pero el tío (sic) no se viene. Estaba en el tejado agachado, no quería entrar. Reculó, pero se cayó”.
Tras constatar su muerte unos minutos después, Teijelo consultó qué hacer con el máximo líder de la organización, Manuel Pérez Martínez, conocido como Camarada Arenas, actualmente en prisión y condenado por estos hechos. “Hay que enterrarlo”, fue la orden. A pesar de ello, los GRAPO cobraron a la familia 400 millones de pesetas por una liberación que ya sabían que nunca se produciría.
Le quitaron la ropa antes de enterrarlo
El lugar elegido para esconder para siempre a Publio Cordón fue el Mont Ventoux a 300 kilómetros de la casa de Lyon donde los GRAPO tenían su base. Por ello optaron por irse lejos. “Nos turnábamos para cavar. Cuando se cansaba uno, seguía el otro. Mientras cavábamos pasó una pareja y les saludamos con la mano. El cuerpo pesaba mucho. Le quitamos toda la ropa para que no le identificaran. Cavamos un metro y medio y dejé el pico dentro. Me costó una bronca”, ha recordado entre risas el terrorista que se presenta como arrepentido.
Silva Sande se ha ido como había entrado, esposado y sin mirarse a los ojos con sus ex compañeros. Antes que él habían prestado declaración los dos acusados, que han asegurado haberse enterado del secuestro de Cordón “por la prensa”. Eso a pesar de que Teijelo usó su identidad falsa para alquilar el piso de Lyon en el que le tuvieron encerrado. Según dijo, fue una coincidencia que el nombre (Luis Monforte) fuese el mismo y negó haber estado nunca en Lyon. Por su parte, el ADN de María Victoria Gómez apareció en la solapa de uno de los sobres en los que la familia recibió las cartas manuscritas de Publio como prueba de vida.
Todos los que comparecieron dejaron claro la desintegración de una banda terrorista envejecida y reducida a cenizas tras los numerosos golpes policiales. También dividida en mil pedazos por la lucha de egos de sus integrantes y dirigentes, inmersos en acusaciones de traición y desconfianzas. Las desavenencias entre el camarada Arenas y Teijelo acabaron con la expulsión del segundo, que creó su propio grupo terrorista.
Por miedo a que Teijelo le delatase, el camarada Arenas envió a Silva Sande y a María Victoria Gómez de nuevo al Mont Ventoux a mover el cadáver, pero nunca lo encontraron. La Guardia Civil se ha desplazado también en varias ocasiones desde 2009 hasta ese monte para tratar de recuperar el cuerpo -incluso con la presencia de Silva Sande-, pero por el momento no ha dado resultado.
Durante la sesión ha declarado también la viuda de Cordón, Pilar Muro, quien -rodeada en la sala por prácticamente todo el comando que acabó con la vida de Cordón- ha tenido que certificar otra vez que no ha vuelto a saber nada de su marido desde aquel verano de 1995. Cuando este lunes se le ha preguntado a la acusada María Victoria Gómez por estos hechos sólo ha dicho lo que sigue: “Si la organización dice que fue liberado, no tengo por qué dudarlo, como tampoco dudo de que Silva Sande miente, usaba los GRAPO como su cortijo”.