El tracking de encuestas que SocioMétrica ha realizado para EL ESPAÑOL sobre la crisis catalana desde el 1 de septiembre ha sido el más preciso de los catorce sondeos publicados hasta el día 20 de diciembre. Aunque tanto Ciudadanos como Junts per Catalunya han logrado más votos de lo previsto por todos los vaticinios, la desviación en la encuesta de este periódico ha sido de 1,2% de votos frente al 2% de media y de tres escaños frente a los cuatro de media. 

Además de este éxito en la predicción, lo relevante es que el tracking ha ido alumbrando una serie de conclusiones sobre el comportamiento y la sociología del votante catalán. Conclusiones que eran avisos de una situación no deseada por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, pero que han terminado revelándose como ciertas. 

1) El fuerte sentimiento independentista que nunca dejó de estar

Junto a los datos del primero de los sondeos, el 6 de septiembre EL ESPAÑOL describía que “el 50% de los catalanes está a favor de la independencia”. Era un dato alto, y podía parecer exagerado, pero encuesta tras encuesta, esta cifra siempre se mantuvo en dichos niveles.

Mientras, otros institutos demoscópicos dejaban siempre este dato por debajo del 45%, o incluso menos, dejando entrever que el sentimiento contrario era igual o superior, pero siempre nos pareció un error contrastar ambas cifras. Sociológicamente el sentimiento independentista no tiene un contrario. El dato que publicamos en su momento era suficientemente elevado como para ser tenido en cuenta ante las importantes decisiones que se iban a tener que tomar a continuación.

Asimismo, EL ESPAÑOL desveló que “una mayoría del 55% de catalanes apoya el referéndum ilegal”, lo que constataba el dato anterior y apuntaba con total precisión el 48% de voto independentista que se registró en las urnas el 21-D.

2) Una alta participación nunca es sinónimo de vuelco electoral

Los pronósticos de participación en las elecciones autonómicas siempre parecían apuntar a que habría un vuelco electoral si más catalanes acudían a votar. Se repetía que un aumento de participación perjudicaría al independentismo y podría incluso dar la victoria a la suma de Ciudadanos, PP y PSC.

Desde EL ESPAÑOL siempre defendimos la cifra histórica del 82% como la más probable. Y siempre alertamos que dicho dato ya estaba recogido en las encuestas y que por lo tanto no habría más sorpresas ni vuelcos que los ya sabidos de que Ciudadanos ganaría en votos y escaños. Frente a lo que decían otros muchos sondeos, defendíamos que el bloque independentista seguía rozando la mayoría absoluta. En suma, nuestra tesis era que la alta participación movería poco o nada las cifras publicadas, puesto que los tradicionales abstencionistas votarían a ambos lados. 

Esta conclusión no era gratuita. En las elecciones catalanas de 2006 la participación bajó 7 puntos pero los escaños nacionalistas fueron mayoría absoluta con 69. En 2010 la participación subió 4 puntos, pero los escaños nacionalistas también aumentaron, nada menos que 7, de 69 a 76. En 2012 la participación subió muchísimo, del 57% al 68%, y aunque el independentismo bajó de 76 a 74 escaños, conservó por mucho la mayoría.

Por último, en 2015, la participación volvió a subir siete puntos y alcanzó el máximo hasta entonces, un 74,9%; pero esta nueva subida tampoco afectó sustancialmente al independentismo, que apenas bajó dos escaños más, de 74 a 72, por lo que mantuvo nuevamente la mayoría.

3) El ascenso imparable de Puigdemont

El día 2 de diciembre, EL ESPAÑOL narraba que “la lista de Puigdemont se dispara en escaños e intención de voto ante el 21-D”. Y días más tarde desvelábamos que “Ciudadanos compite por el liderazgo con ERC mientras Puigdemont acorta distancias”. Este periódico fue el primero en detectar que la “huida” de Puigdemont a Bruselas le estaba proporcionando un rédito electoral difícil de creer. Y por si esta tendencia tan acusada no fuera suficiente, a la pregunta de nuestros sondeos sobre quién era el presidente preferido por los catalanes, una y otra vez Puigdemont quedaba en primera posición.

Sin embargo, había una gran paradoja porque Ciudadanos y ERC tenían mayores apoyos en intención de voto que Junts per Catalunya. Pero, precisamente porque siempre ubicamos al independentismo rondando al 47%, nos pareció que la lista de Puigdemont tendría que tener un impulso final, al ser de tipo presidencialista, como así ocurrió en las urnas el 21-D. La lista de Puigdemont ha terminado con más votos de los previstos, pero al igual que ocurría con la participación, en nuestros trackings la tendencia estaba marcada y la posibilidad de mayoría independentista, consolidada.

4) La mayoría absoluta independentista siempre fue una realidad

Los sondeos de este periódico nunca dejaron de señalar que la mayoría independentista era algo más que una posibilidad. Por ejemplo, el día 11 se publicaba “el voto útil catapulta a Arrimadas pero los separatistas siguen rozando la mayoría absoluta”, el 13 destacábamos que “Arrimadas lidera en intención de voto a costa del PP pero con mayoría separatista” y, por último, el 15 de este mes publicábamos que “Ciudadanos crece hacia la victoria pero el separatismo roza la mayoría absoluta por el hundimiento del PP”.

En EL ESPAÑOL se escribió una y otra vez que ni las estrategias del 155, ni las campañas mediáticas, ni la propia campaña electoral, estaban minando una intención de voto independentista alrededor del 47%, y entre 67 y 70 escaños. Al contrario, cada vez parecía que, como finalmente ocurrió, la suma de ERC, la CUP y JxCat rondaría el 48% de los votos y 70 escaños.

Es evidente que el trasvase de votos de la CUP a ERC, y de la antigua coalición Junts pel Sí a los actuales ERC y JxCat han obedecido a un mero realineamiento de simpatías personales con las situaciones procesales de Oriol Junqueras o Puigdemont, antes que a movimientos tácticos en busca de acuerdos postelectorales.

5) No existe tercera vía ni posiciones intermedias

En los sondeos de este diario nunca apareció una tercera vía. En la primera encuesta de septiembre, ya anunciamos -ante una cierta perplejidad de muchos- que el PSC no superaba el 10% del voto. Desde entonces fue subiendo muy lentamente con la incorporación de los votantes de la antigua Unió, pero nuestro último pronóstico fue del 14%, sin ascensos ni vuelcos. El 21-D la lista de Miquel Iceta logró exactamente el 14% de los sufragios.

No por anunciada, la sensación de fracaso ha sido menor (17 escaños, cuando soñaban al menos con 20). Las consecuencias no sólo afectan al propio PSC, sino que suponen un jarro de agua helada sobre Pedro Sánchez, cuyo ascenso a nivel nacional puede verse frenado como ha ocurrido en Cataluña. Es decir, bajo la amenaza de un goteo de votantes hacia Ciudadanos.

Tampoco la ambigua posición intermedia de Catalunya En Comú Podem ha tenido el efecto deseado. Nuestro último pronóstico fue del 9% y ha terminado en el 8%, lo que hunde las expectativas de crecimiento de Pablo Iglesias, sin que el PSOE se esté beneficiado de ellas.



6) La anunciada debacle del PP traerá consecuencias al PP nacional

El PP fue perdiendo voto hacia Ciudadanos desde el día del referéndum ilegal del 1 de octubre. Entonces disponía de un 6% de apoyos, lo que le aseguraba unos 7 diputados y la posibilidad de no quedar el último. Sin embargo, el trasvase a Ciudadanos fue creciendo desde un 30% en la encuesta de noviembre, al 40% en la de principios de diciembre y del 60% en el último tracking de campaña. El voto asignado en nuestra encuesta llegó a rozar el 4% (como así ha sido), si bien el sabido voto oculto hizo a otros institutos demoscópicos subirlo artificialmente hasta el 5% o incluso el 6%.

Una visión fácil de la debacle del PP consiste en atribuirla al “voto útil hacia Ciudadanos”. Pero hay al menos dos derivadas quizás más interesantes. En primer lugar, cabe destacar el progresivo mimetismo ideológico entre ambos partidos, PP y Ciudadanos, ya que los votantes empiezan a no ver diferencias y no sentir reparos en pasarse de uno a otro, en este caso del primero al segundo.

Pero también hay que subrayar un elevado voto de castigo al PP, reiterado en estas páginas más de una vez al describir el deterioro del éste partido incluso a nivel nacional. La lluvia fina de desapego que cae sobre Rajoy ha tenido su máxima expresión en Cataluña. En una encuesta publicada en este periódico en febrero de este año, dos de cada tres votantes del PP preferían que Rajoy no repitiera.

7) La victoria absoluta de Ciudadanos y el efecto caballo ganador

Por último, la victoria de Ciudadanos tiene una enorme trascendencia. Porque a partir de ahora el panorama electoral español sufre otra vuelta de tuerca continuando el proceso iniciado en 2011 y acentuado en 2015. El ascenso de Ciudadanos en Cataluña ha sido, además, lento, progresivo e imparable. Casi digno de estudio. El tracking de SocioMétrica de septiembre le daba un 18% en intención de voto y la tercera posición; en octubre estaba en segunda posición y un 20%; en noviembre subió al 22%; y el pasado día 15, último dato publicado por EL ESPAÑOL, alcanzaba el 23% y primera posición.

El 21-D Ciudadanos llegó al 24%, lo que nos lleva al menos dos reflexiones de importante calado electoral. Desde el punto de vista sociológico, evidencia su transversalidad, pues ha recogido votos de todos los partidos, edades, y condiciones sociales bajo un modelo de centralidad perfectamente exportable al resto de España. Y en segundo lugar, desde el punto de vista psicológico, se coloca como caballo ganador de cara a cualquier elección, con todos los ingredientes para que en pocos meses, consiga hacer perder votos tanto al PP como al PSOE. Y, por ello, los tres partidos acabarán estando en un pañuelo.