A sus 76 años había ido basando su trayectoria a partir de diferentes identidades: Franco, Enrico Longo, Franco Pennello, Giulio Dedonese, Roberto Bergamelli… ésta última era la que utilizaba en Alicante hasta su detención, el domingo, en manos de la Policía Nacional. Pero su verdadero nombre, Fausto Pellegrinetti, es el que de verdad infundía terror en Roma, su ciudad de origen. Porque él es el líder, la cabeza pensante, de la Banda della Magliana, gigante organización mafiosa que atenazó la capital italiana durante décadas.
El pasado domingo, a las dos de la tarde, un grupo de agentes de la Policía Nacional y de la Policía italiana se presentaron en el ático del número 9 de la avenida Pintor Fernando Soria, en Alicante. Allí aguardaba el capo italiano, de imponente envergadura física pese a su edad, pelo cano peinado hacia atrás y gafas de cristal sin montura. No iba armado. Con socarronería y el anhelo de su ciudad natal, saludó: “Ya ha pasado un tiempo desde que dejé la via Genova”.
La Banda della Magliana
Aquella referencia a una de las calles más céntricas de Roma resumía su trayectoria criminal. De acuerdo a fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL, se le imputan los delitos de narcotráfico, blanqueo de dinero y asociación criminal. Pero la mafia que él coordinaba, la Banda della Magliana, está relacionada con algunos de los crímenes más enrevesados a las orillas del Tíber. Así lo atestiguan las sentencias dictaminadas por el Tribunal Penal de Roma.
Aquella organización criminal fue fundada en 1975. Su nombre lo recibe de la zona urbanística homónima, de donde procedían sus principales líderes, a los que también se conocía como el grupo del Tufello. Las sentencias de los tribunales romanos apuntan a la relación de la organización criminal con otras mafias -como La Camorra- o grupos de extrema derecha -entre ellos, el grupo terrorista Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR)-.
Franco Giuseppucci, alias er Negro, fue el primer líder de la Banda della Magliana, hasta su asesinato en 1980. Enrico de Pedis, Renatino, tomó inmediatamente su testigo, y terminó igual que su predecesor: asesinato en 1990. Maurizio Abbatino, Crispino, se hizo con las riendas de la banda hasta 1992, cuando fue detenido; pronto se convirtió en topo de la Policía y ofreció la información necesaria para detener a 55 miembros de la organización y otros criminales en la que se denominó Operación Colosseo, por la envergadura de la misma.
Pellegrinetti, jefe
Fausto Pellegrinetti, el protagonista de esta historia, no logró escapar de las garras policiales. En el momento de su detención -en la via Aurelia de Roma- tenía más de un millón y medio de dólares, botín de su última operación relacionada con el narcotráfico.
Pellegrinetti -alias Franco, alias Enrico Longo, alias Franco Pennello, alias Giulio Dedonese- cumplía arresto domiciliario en una clínica privada de la capital italiana. No le fue difícil escaparse de allí en octubre de 1993. Adoptó un nuevo nombre, el de Roberto Bergamelli, y huyó a España. Concretamente, a Málaga.
La Banda della Magliana estaba descabezada y sus principales líderes, encarcelados. En esas, y desde España, Pellegrinetti se convirtió en su jefe. Él ha sido el máximo representante de la organización durante los últimos 25 años: “Líder indiscutible y director de todas las estrategias”, añade la Policía Nacional.
Durante ese tiempo demostró una descomunal capacidad criminal: de acuerdo a los datos que maneja la Policía, la banda que dirigía hasta la pasada semana traficó con unos 500.000 kilos de estupefacientes. Blanquearon más de 55 millones de dólares. Por eso se les acusa de los delitos de narcotráfico, blanqueo de capitales y asociación criminal.
Pellegrinetti se movía con facilidad por nuestro país y a las autoridades no les ha sido fácil seguir su rastro. El operativo policial -coordinado entre el Cuerpo Nacional de Policía y Direzione Distrettuale Antimafia de Roma- culminó el pasado domingo en un ático de lujo de Alicante, con la socarronería del capo que controló la mafia italiana desde España.
La noticia ha sacudido el escenario mediático italiano, donde han bastado dos palabras para redactar los titulares: “Pellegrinetti, detenido”. Allí, con sólo mencionar su nombre, basta para evocar los peores años de las mafias que atenazaron Roma.