Úrsula Mascaró habla inglés, francés, italiano, español y menorquín. De hecho, en casa, es lo único que habla con sus tres hijos. Y sin embargo la diseñadora de zapatos de fama mundial ha recibido las críticas más duras de su carrera por no hablar catalán. O mejor dicho por no querer que los médicos de Menorca tengan que hablarlo como condición fundamental para ejercer en su isla. Por eso fundó Mos Movem. La plataforma cívica echó a andar desde una página de Facebook y este domingo reunió en Palma a más de 2.500 personas, muchos de ellos profesionales sanitarios, bajo el lema "Los idiomas no salvan vidas" y contra del 'decretazo' lingüístico del gobierno de la socialista Francina Armengol.
En las próximas oposiciones de 2018 y 2019, a pesar del rechazo de los sindicatos de la sanidad balear -la Central Sindical Independiente y el Sindicaro Médico Simebal-, el gobierno socialista, en coalición con los nacionalistas de Més y con el apoyo de Podemos, ha decidido que todo aquel que quiera ejercer en el campo sanitario en Baleares deberá tener un nivel de catalán básico B1 en el caso de los médicos y las enfermeras y un nivel elemental A2 para los auxiliares de enfermería y celadores.
Cuando Jaime Mascaró falleció en 2014 víctima de un cáncer, dos de sus hijas tomaron el control de una compañía hoy centenaria y que dio el salto a la fama internacional cuando la modelo alemana Claudia Schiffer apareció en un acto público con un par de sus Pretty Ballerinas. Tanto Lina -responsable de la gestión- como Úrsula -directora creativa- asumieron su responsabilidad familiar y mantuvieron su producción y desarrollo en Ferreiras, la pequeña localidad de Menorca donde sus abuelos comenzaron la producción artesanal en una pequeña tienda para alcanzar hoy más de 1.000 puntos de venta en 85 países y cinco continentes generando más de 500 empleos. Todos ellos en Menorca.
Se rumorea que a Úrsula le tienta la política, incluso que ha flirteado con Ciudadanos, pero también que su hermana Lina la ha convencido de no hacerlo por el momento. Sin embargo, la diseñadora, formada en los centros de referencia mundial de París y Nueva York se hartó de guardar silencio: "Cuando vi lo que pasaba en Cataluña supe que aquí había que hacer algo", afirmó en una entrevista con el diario El Mundo.
El nacionalismo catalán y su concepto de Països Catalans extiende sus garras sobre el sur de Francia, la Comunidad Valenciana y, obviamente, sobre Baleares. Una presión llevada al extremo con el 'decretazo' de IbSatul y que ha sacado del segundo plano a la diseñadora: "Los menorquines no somos catalanes. Y no es que no lo queramos ser, es que no lo hemos sido nunca, como tampoco soy gallega o asturiana".
Acostumbrada a ver su nombre junto al de 'celebrities' como Kate Middleton, Angelina Jolie, Elle Macpherson o la misma Reina Letizia, Úrsula no sólo rompió su silencio, sino que bajó al barro. "Queremos organizarnos como sociedad civil, porque hay mucho trabajo por hacer", reconoce cuando se le pregunta por su continuidad como líder de Mos Movem: "Vamos a buscar voluntarios porque yo tengo que seguir con mis zapatitos". Sin embargo, el 17 de diciembre de 2017 ya reunió en Mahón a 2.000 personas y este domingo, en Palma, juntó a más de 2.500 con representación oficial de Ciudadanos (Xavier Pericay), Partido Popular (Biel Company) y Actúa Baleares (Jorge Campos).
"Resulta que los que gritan más fuerte pueden salir y protestar por la independencia constantemente y no pasa nada. Y nosotros salimos a la calle una vez para defender que el catalán sea un mérito y nos insultan". De hecho le han llamado de todo -en un principio denunció "coacciones o amenazas que me decían cállate que tú eres zapatera y no filóloga"-, pero ni por esas se asusta ante el posible boicot a sus zapatos en Cataluña. Y aunque el Diari de Balears afirma, citando datos de la propia empresa según ellos, que la marca Mascaró ha perdido un 60% del volumen de sus ventas en Cataluña, lo cierto es que la empresa menorquina consigue el 70% de sus beneficios fuera de España, pues ya está presente en Argentina, Chile, Estados Unidos o Japón y en 2018 ampliará su expansión internacional a China, Kenia y Tailandia.
Lo que de verdad preocupa a Úrsula Mascaró es la sanidad en Menorca, en Baleares. "Este decreto hará que los médicos (de fuera) que ya están integrados aquí puedan perder su plaza y que otros que querían venir, no vengan", explica con un razonamiento abrumador: "Al paciente no le importa la lengua, el paciente quiere que el médico le cure". Y sentencia con un dato demoledor: "De las 7.000 quejas que hubo en el Servicio de Salud balear por parte de usuarios en 2017 sólo cinco era porque pedían ser atendidos en catalán, y dos que pedían ser atendidos en castellano".
Desde el ámbito nacionalista se la acusa de afán de protagonismo, de querer salir en la foto y de estar aprovechando un decreto que será revisado en 2022 para "evaluar" la implantación del catalán y estudiar las modificaciones oportunas "para avanzar en los objetivos establecidos para la recuperación del uso del catalán" para lanzar su carrera política. Precisamente a quienes ella acusa -"Los políticos sólo quieren imponer la lengua para integrarnos en el ideario de los Països Catalans"- y de quienes trata de desmarcarse imitando la creación de Tabarnia con la fundación de Balearnia y una dosis de humor ácido a la altura del mismísimo Albert Boadella.
En su primer decreto, precisamente el 17 de enero, San Antonio, patrón de Balearnia, Úrsula Mascaró afirmaba haber tomado la decisión de que para comprar sandalias de cualquiera de las marcas de su empresa sería necesario acreditar un nivel B1 de catalán, aunque para los zapatos de tacón sería necesario un nivel C1. Eso sí, aquellos capaces de acreditar un nivel D, el más alto, recibirían un detalle simbólico, "como un bolsito".
Un humor que la ha convertido en el objetivo de las críticas de los grupos de izquierda en Baleares, aunque la maquinaria ya está en marcha: Balearnia existe, Mos Movem está articulado al estilo de Sociedad Civil Catalana y su propuesta en Change.org de "El catalán deber ser un mérito, NO una obligación para los sanitarios de las Islas Baleares" ya tiene 22.000 firmas.