La localidad iraquí de Diwaniyah estalló en la noche del 7 de abril de 2004. Los insurgentes, armados con lanzacohetes, granadas y fusilería, estrellaron toda su rabia contra la base militar en la que se establecía el Ejército español. El estruendo alertó al soldado Jorge Trejo, que hacía guardia en la garita. Podía haber salido corriendo con la excusa de alertar a los suyos del ataque. Pero el militar, únicamente equipado con su arma reglamentaria, decidió permanecer en su puesto. Se convirtió en un muro para frenar la embestida enemiga.
El contexto histórico habla de guerra y levantamientos insurgentes. El arranque de abril de 2004 fueron unas jornadas agitadas para las tropas españolas desplegadas en Irak. José Luis Rodríguez Zapatero, recién elegido presidente del Gobierno, había expresado en reiteradas ocasiones su pretensión de retirar a los efectivos del país árabe. Una región en guerra, que latía al ritmo de incontables facciones que batallaban hasta la muerte. Un avispero como ningún otro.
Las tropas españolas sobrevivían a este polvorín, no sin esfuerzo. El 4 de abril de 2004, un grupo de militares liderados por el capitán Jacinto Guisado protagonizaron un peligroso rescate en la localidad iraquí de Najaf. Muchos han bautizado ese episodio con el nombre de "la batalla de todas las batallas del Ejército español", como ya contó este periódico.
Con esos antecedentes, el soldado Jorge Trejo sabía que debía permanecer en máxima alerta. Sólo habían pasado tres días del episodio de Najaf y el militar oteaba la ciudad de Diwaniyah desde su garita de seguridad, protegida por una montaña de sacos terreros.
23.15 en la noche abierta de Diwaniyah. No había nubes que cubriesen estrellas y luna. El soldado Trejo, a quien sólo le faltaban diez minutos para terminar su guardia, miraba en lontananza sobre una quietud aparente. El panorama se dibujaba entre las geometrías de las calles y el palmeral que rodeaba el recinto militar.
La oscuridad cobijaba al enemigo, pero sus movimientos le delataban. El soldado Trejo detectó una sombra. No lo sabía, era una fuerza que pronto se precipitaría contra ellos. Es en este punto donde arrancó su resistencia ante los insurgentes, recogida en el blog Diez minutos del Ejército de Tierra, editado por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban.
La embestida enemiga
El silbido fue inconfundible para el oído del soldado Trejo, curtido en varias misiones internacionales: una granada de mortero saliendo del tubo. El enemigo atacaba. Eran las fuerzas del Ejército de al-Mahdi, milicia liderada por el clérigo Muqtada al-Sadr. El enemigo también disparaba con fusilería.
Jorge Trejo estaba solo. Debía convertirse en un muro si quería frenar la embestida. Muy cerca de su posición estaba el helipuerto de la base militar. Probablemente ese fuera el objetivo de los atacantes.
El enemigo se acercaba. Estaba a unos 50 metros de distancia de la alambrada que envolvía la base castrense. Un cohete RPG sobrevoló la cabeza del soldado Trejo, que escuchaba las explosiones de las granadas cerca de su posición. El militar tomó su arma reglamentaria y disparó sobre el enemigo, con la intención de frenar su avance.
Jorge Trejo alternaba disparos con comunicaciones por radio al cuerpo de guardia. Uno a uno, vaciaba sus cargadores. Instantes decisivos.
Llegan refuerzos
Una ametralladora arrancó su claqueteo. Eran refuerzos, compañeros del soldado Jorge Trejo. Pero los refuerzos estaban lejos, les era imposible aproximarse más ante el fuego de los morteros del Ejército de al-Mahdi. El enemigo, por contra, seguía lanzando proyectiles sobre el helipuerto: pretendían alcanzar las aeronaves.
Las balas del soldado Trejo se iban agotando mientras trataba de adivinar el origen del ataque. Una vez lo detectó, lo trasladó por radio a sus compañeros, que centraron sus esfuerzos en contrarrestar el ataque. A la resistencia se sumó un vehículo blindado BMR.
La respuesta fue eficaz y las tropas enemigas desistieron de su objetivo. Jorge Trejo apenas tenía munición para resistir mucho más tiempo. La flota de aeronaves permaneció intacta; la garita del soldado, masacrada a balazos.
Por esta acción, el soldado Jorge Trejo fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo.