José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea (Miravalles, Vizcaya, 1950), alias Josu Ternera, lleva fugado quince años. En ese tiempo, el cabecilla de ETA ha tenido tiempo de negociar con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2005 y 2007, de recorrer varios países europeos, entre 2008 y 2017, y de reaparecer ahora, en 2018, como voz que sella el final de la banda terrorista. En estos tres lustros, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no lo han detenido, pero sí han arrestado a una decena de jefes de ETA. ¿Por qué?
Hay, por encima de todo, dos posibles respuestas a esa pregunta. Una es que Josu Ternera es el líder de ETA más audaz e inteligente, capaz de vivir en la clandestinidad y escabullirse siempre de la acción de la justicia. Otra es que en alguno de esos momentos, o en varios, los agentes de la Guardia Civil, la Policía y el Centro Nacional de Inteligencia han mirado para otro lado porque así se lo han ordenado instancias superiores. Quizás la respuesta cierta sea una mezcla de ambas posibilidades.
El motivo de su marcha y su papel de negociador
Urrutikoetxea Bengoetxea se fugó de España a finales de 2002. Entonces, era parlamentario de Euskal Herritarrok, la marca que entonces usaba la izquierda abertzale en el Parlamento vasco. Se sentaba, de hecho, junto a Arnaldo Otegi. El líder etarra se marchó cuando los jueces le llamaron a declarar por su presunta implicación como inductor en el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, perpetrado en diciembre de 1987 y que costó la vida a 11 personas, entre ellos seis niños.
Fue el llamado "proceso de paz", en el que se celebraron reuniones entre los enviados del Ejecutivo -Eguiguren entre ellos- y Ternera, que acudía acompañado de otros etarras. Dichas reuniones tuvieron lugar en Ginebra (Suiza) y Oslo (Noruega), facilitadas por el centro Henri-Dunant. Las conversaciones no llegaron a buen puerto, entre otras cosas porque otros cabecillas de ETA, como Javier López Peña, Thierry, y Mikel Garikoitz Aspiazu, alias Txeroki, tomaron el mando en detrimento de Ternera.
Roto el diálogo con el Gobierno de Zapatero, la dirección de ETA vivió fuertes enfrentamientos internos, como el que mantuvieron los mencionados Thierry y Txeroki. Ternera, apartado de la jefatura, se escondió en una zona de Italia muy cercana a la frontera con Francia. En 2009 se le ubicó en la región italiana del Pordenone. Después, El Mundo desveló que el etarra residía, junto a su hijo Egoitz, también miembro de ETA, en un pueblo cercano a Milán. Y que incluso habría viajado hasta una clínica de Düsseldorf (Alemania) para tratarse de un cáncer.
En 2012, Ternera reaparecía en Oslo junto a los también cabecillas de la banda criminal Iratxe Sorzabal y David Pla -estos dos últimos leyeron el famoso comunicado del "cese definitivo de la actividad armada" de 2011-. Los tres estaban en el país nórdico como negociadores de ETA, a la espera de que el Gobierno se aviniera a negociar. En marzo de 2013, el Ejecutivo noruego los expulsó de Noruega por no haberse materializado el diálogo con el Ejecutivo español.
Los dos chivatazos que le salvaron
Hasta en dos ocasiones, Ternera eludió ser detenido gracias a que recibió sendos chivatazos. En 2011, alguien alertó al terrorista de que había sido detectado en la pequeña localidad gala de Saint Gervais, a los pies del Mont Blanc. La llamada que sirvió para que huyese se hizo desde Kenia, como en su día desveló La Razón.
Dos años después, en julio de 2013, también logró huir del pueblo francés de Durban sur Arize, próximo a la frontera con Andorra, gracias a una misteriosa llamada que recibió, según contó en su día El Correo. Allí estaba junto a su segunda esposa, Agnes Cerlo -la primera fue la etarra Elena Beloki; el matrimonio fue apresado en 1989 en Francia y cumplieron condena allí-.
Meses después de esa huida, se le ubicó en Grenoble (Francia), no muy lejos de algunas de las localidades antedichas. De hecho, el presidente de Voces contra el Terrorismo, Francisco José Alcaraz, decidió viajar hasta esa localidad en su busca, harto de que las autoridades no lo apresasen. Alcaraz perdió a su hermano Ángel y a sus dos sobrinas, las pequeñas Miriam y Esther, en el atentado de la casa cuartel de Zaragoza que presuntamente ordenó Ternera.
El único que logra escapar
Hace un año, la mencionada Agnes Cerlo denunció públicamente que había encontrado una baliza policial en su coche que estaría siendo utilizada para localizar a su pareja. También se publicó que Ternera estaba a punto de fallecer, ingresado en una clínica. Pero la realidad es que el vetusto jefe de ETA ha reaparecido estos días como la voz de la disolución de la banda.
Y otra realidad incontestable es que, durante estos quince años de inverosímil huida de Urrutikoetxea Bengoetxea, el resto de líderes de ETA han ido cayendo, uno a uno. En 2004 fueron detenidos los jefes Mikel Albizu, Mikel Antza, y Soledad Iparragirre, Anboto. Esta última es precisamente la otra lectora del final de ETA.
Thierry, Txeroki y Aitzol Iriondo cayeron en 2008. Mikel Carrera Sarobe, Ata, e Ibón Gogeascoetxea fueron detenidos en 2010. Alejandro Zoboran, Xarla, cayó en 2011.
Los citados Sorzabal y Pla fueron arrestados en septiembre 2015 al sur de Francia. Unos días después también se arrestó al ya citado Egoitz Urrutikoetxea, hijo de Ternera, a las afueras de París; al parecer, él iba a hacerse con las riendas de la banda.
Todos detenidos. Todos en la cárcel. Todos menos uno. Todos excepto Josu Ternera.
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