Lo que ocurrió en las inmediaciones de Villabona (Guipúzcoa) en la tarde del 7 de junio de 1968 cambió el transcurso de la Historia. El paraje no tenía nada de particular: una carretera en obras, un tráfico pesado y dos guardias civiles regulando la circulación. Pero, la mayoría de las veces, la Historia se escribe en lugares inesperados.
Este fue el lugar en el que ETA mató por primera vez. La víctima, el agente José Antonio Pardines Arcay, caída en el olvido. Los asesinos, Iñaki Sarasketa y Txabi Etxebarrieta, elevados a los altares del heroísmo de los radicales. 50 años que resumen la trayectoria criminal de una banda que, 850 muertos después, apunta a su disolución. Su verdadera disolución fue la policial, en manos de la Guardia Civil y la Gendarmería francesa, cuando detuvieron a su última cúpula con capacidad operativa. Aquella desarticulación fue bautizada con el nombre de Operación Pardines, en homenaje a aquella primera víctima mortal.
50 años del crimen
El próximo 7 de junio se cumplirá medio siglo de aquel asesinato. El historiador Gaizka Fernández Soldevilla y el periodista Florencio Domínguez Iribarren coordinan Pardines, cuando ETA empezó a matar [Editorial Tecnos, 2018], un libro con testimonios y datos inéditos sobre el primer crimen que perpetró la banda terrorista. El crimen ha sido escrito y reescrito para moldear la figura de sus protagonistas.
El dramatis personae de aquella escena se sostiene sobre cinco figuras: los guardias civiles José Antonio Pardines y Félix de Diego, los etarras Iñaki Sarasketa y Txabi Etxebarrieta, y el camionero Fermín Garcés. Todos ellos se dieron cita, sin saberlo, en esa carretera próxima a Villabona.
Félix de Diego controlaba la entrada a la zona de obras de la carretera y Pardines hacía lo mismo varios cientos de metros adelante. Los guardias civiles habían cruzado sus motos para ralentizar el tráfico que circulaba por este tramo. Los dos etarras viajaban a bordo de un Coupé 850 cuando se encontraron con el control policial.
Pardines les dio el alto y pidió la documentación. Algo despertó sus sospechas y se aproximó a la matrícula del vehículo, falsificada por sus conductores. Los disparos de Sarasketa y Etxebarrieta alcanzaron su objetivo y Pardines cayó muerto.
El camionero Fermín Garcés, que acababa de llegar a la escena de los hechos, se precipitó sobre los terroristas en un impulso por intentar detenerlos. Los asesinos le respondieron con su pistola en alto y Garcés sólo pudo ser testigo de su huida desesperada. Después daría la pista clave para alcanzar a los terroristas.
Diferentes versiones
Es en este punto donde divergen las diferentes versiones de los hechos. El entorno de ETA presenta un relato que define a los dos terroristas con tintes de gudari [soldado, en euskera].
Sarasketa siempre ha sostenido que fue Etxebarrieta el que disparó contra José Antonio Pardines. Los informes policiales, no obstante, detallan que al menos dos personas abrieron fuego contra el guardia civil. Así queda reflejado en Pardines, cuando ETA empezó a matar.
Sea como fuere, los terroristas huyeron hasta Tolosa, donde llamaron a las puertas de un colaborador en busca de refugio. Presumían que la Guardia Civil seguía de cerca sus pasos. Por eso, Etxebarrieta y Sarasketa abandonaron junto a su colaborador el domicilio a bordo del vehículo de éste.
No fueron demasiado lejos. Una patrulla les identificó e inmediatamente se produjo un tiroteo. El colaborador fue detenido, Etxebarrieta cayó muerto y Sarasketa se dio a la fuga por el monte. De nuevo, versiones encontradas. Los relatos próximos a los terroristas sostienen que los guardias civiles acribillaron a balazos a un Etxebarrieta desarmado. Los informes policiales y los testimonios recogidos en el libro desmontan esta versión y apuntan a un tiroteo entre ambas partes.
Sarasketa finalmente sería detenido en la próxima localidad de Régil, tras pasar una noche resguardado del frío en la parroquia del pueblo. Más tarde sería condenado a cadena perpetua. En 1977, con la amnistía general, quedó en libertad.
La Operación Pardines
El 7 de junio de 1968 fue el aldabonazo en una historia de extorsión y asesinatos, la de una banda terrorista que por momentos tuvo secuestrada a toda una sociedad. Las portadas de los periódicos de los finales de los 70 y principios de los 80 agolpaban noticias de atentados y asesinatos, dirigidos en su mayoría contra la Guardia Civil.
El Instituto Armado, en un ejercicio que rozaba la supervivencia, fue modernizando sus estructuras hasta convertirse en punta de lanza contra el terrorismo. El Cuerpo sufrió atentados como el de las casas cuartel de Vic y Zaragoza. En total, 215 fueron asesinados. Pero también golpearon a las estructuras más profundas de ETA, en desarticulaciones definitivas como la de Bidart, en 1992.
Los cuerpos policiales tomaron la iniciativa en la lucha antiterrorista, empujando a ETA a anunciar, en octubre de 2011, su "cese definitivo de la actividad armada". Una tras otra cayeron todas las cúpulas de la banda terrorista hasta alcanzar el 22 de septiembre de 2015. Ese día cayeron los últimos jefes cualificados de ETA, David Pla e Iratxe Sorzábal. La Guardia Civil y la Gendarmería francesa, en un movimiento coordinado, los detuvieron en la localidad de Baigorri.
Con estas detenciones, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado daban por desarticulada a la organización, sin capacidad de maniobra. Fue una operación clave. La Guardia Civil la bautizó con el nombre de Pardines, en memoria por el compañero asesinado en 1968.
La escenificación final
ETA apenas es capaz de sostener sus siglas. Al frente de la organización, David Urdin Pérez, un navarro sin delitos de sangre que salió de la organización juvenil Jarrai. En un documento interno, la dirección de la banda planteó a sus bases el fin de su trayectoria.
Las obsesiones de acercar a los presos de ETA a sus localidades natales o de negociar la impunidad de los terroristas huidos en el extranjero ya han caído en el olvido. Ahora, la banda terrorista aspira a la construcción de un relato que justifique su trayectoria.
Sólo un 1,2% de la población sabe que Pardines fue la primera víctima de ETA, de acuerdo a un sondeo realizado por el Euskobarómetro para el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Su nombre, no obstante, es el relato del principio y fin de la banda terrorista.