El líder de Cs invocará en el acto de este domingo en Madrid el patriotismo desacomplejado de los ciudadanos que sacaron la bandera al balcón cuando, en pleno pulso procesista, el patrioterismo inflamado y victimista del separatismo empezó a hartar al resto de España. Así lo han adelantado los promotores de la iniciativa en unas cuñas radiofónicas de mensaje sencillo y directo como el impulso que llevó a miles de vecinos a colgar de barandillas y ventanas la rojigualda.
Luego fue la manifestación multitudinaria y transversal de Societat Civil Catalana, la constatación demoscópica de que hay un 70% de catalanes que se sienten también españoles, el triunfo de Cs el 21-D y el auge del partido naranja en todos los sondeos en consonancia con el desplome del PP.
Albert Rivera quiere encauzar toda esa energía hacia una estructura política -en un sentido clásico-, que supere a la cultura de los desprestigiados partidos, y que le sirva a la vez de recodo, puerto y catapulta de cara a la cita electoral de 2019. Recodo de indecisos, puerto para votantes arrepentidos y plataforma para poner a Cs ‘En Marcha’, como hizo Emmanuel Macron en Francia una año antes de convertirse en presidente de la República.
La transcripción de la publicidad empleada no deja lugar a dudas sobre el target:
“Si has sacado tu bandera de España al balcón para mostrar sin complejos que juntos somos mejores, ven a formar parte de la España que viene. Este domingo te esperamos a las 11.00 de la mañana con Albert Rivera en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, en el Campo de las Naciones”.
Hacia un nuevo patriotismo
La iniciativa va dirigida a la sociedad civil y pretende articularse a partir de un nuevo patriotismo que supera concepciones anteriores. En los 80 la derecha montuna heredó la patria del régimen y la explotó con voluntad privativa: a los hijos de los represaliados les producían urticaria los símbolos del Estado. España aprendía democracia para dummies a trompicones.
En la aznaridad el regreso a la bandera seguía produciendo recelo entre buena parte de los españoles y España -"¡Va bien!"- fue consigna más electoral que comunal.
ZP y su “patriotismo constitucional” no dieron para mucho porque eso de ponerle apellidos a una querencia natural destilaba una suerte de complejo en el que también ha incurrido Podemos: ahí tenemos a Pablo Iglesias diciendo que su patria es "la gente, es la educación y la sanidad pública", como si hubiera ensamblado un soneto capaz de reconcilar a la izquierda con sus prejuicios.
Pedro Sánchez intentó un patriotismo socialista 2.0 con una bandera enorme -como la que Federico Trillo colocó en Colón para escándalo y regocijo de los columnistas progres-, pero fue tan criticado por quienes no lo quieren en su partido que no ha vuelto a hacer algo parecido.
Pero llegaron Artur Mas y Carles Puigdemont y su empacho de esteladas y, ante la falta de respuesta del Gobierno, los patios de vecinos respondieron por su fuero.
Rivera quiere abarcar toda esa energía y redireccionarla en pos de un debate que configure un marco electoral lo más propicio posible a sus intenciones: puede que le ayude el Mundial de Rusia. Rajoy quiere hablar de economía pese a la escalada del precio del petróleo y la nueva burbuja inmobiliaria, el PSOE de los servicios públicos y la izquierda de Estado, y en Podemos lo que no quieren es que se hable del chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero.
"Tienes un mensaje de Albert"
El secretismo con que Cs ultima la presentación de su nueva “plataforma” ciudadana sólo es comparable con la movilización de la militancia previa a la convocatoria. Autobuses a partir de las 10 horas recorriendo la zona norte y noroeste de Madrid, como en las grandes citas electorales, para cargar militantes al punto de destino -Ifema 11.30 horas- “Para el acto de Albert Rivera”. Los mails con el horario y recorrido de las guaguas llegaron este viernes, pero desde el lunes pasado ha habido otros llamamientos a la asistencia sin más horizonte que ir a oír al líder. El partido ha contratado a una empresa de marketing que ha llamado por teléfono a los militantes para ponerles un mensaje grabado del presidente del partido animándoles a asistir.
La expectativa es tal, y se ha dilatado tanto y con tan parcas explicaciones la tensión narrativa, que se corre el riesgo de morir de éxito antes de tiempo. Pero esa es otra historia que resolverá Fernando de Páramo, que ha vendido el macroacto como una especie de terapia de grupo: "El objetivo es sumar... lo que nos une".
Otro riesgo es que el toque de corneta desvirtúe la buscada transversalidad de una estructura llamada a superar la cultura de los partidos. Pero los actos son los actos y hay que llenarlos... "para sumar".