Pablo Iglesias e Irene Montero han ganado el plebiscito que plantearon a las bases de Podemos tras la polémica desatada porque ambos se compraron un chalé de 600.000 euros en la sierra madrileña. Han ganado con el 68% de los votos a favor y ya han anunciado que continuarán como secretario general y portavoz parlamentaria. Pese a la victoria, esta consulta a las bases deja al menos tres lecciones amargas para Iglesias y Montero.
1. Un tercio del partido en contra
El resultado de la consulta es engañoso. La friolera de 128.000 inscritos de Podemos quieren que Montero e Iglesias mantengan el timón. Pero 60.000 quieren lo contrario. Es decir, casi un tercio de las bases de la formación morada están contra sus líderes a raíz de la polémica sobre el chalé. Algo llamativo si se tiene en cuenta que ninguna corriente del partido ha hecho campaña para pedir el voto contra la continuidad de Iglesias y Montero.
Incluso, el sector más combativo por tradición y más enfadado por el caso del chalé, Anticapitalistas, ha optado por instar a la abstención. Por el contrario, el sector oficialista se ha dejado la piel en esta votación. Los pablistas reclamaron el voto de confianza para los líderes. Las caras visibles del errejonismo hicieron lo mismo. Y, con todos estos mimbres, uno de cada tres inscritos en Podemos apuesta por la marcha de Iglesias y Montero. Para reflexionar. Largo y tendido. Esa es la primera lección amarga.
2. No es bueno fijar el resultado que se espera
En este plebiscito la victoria estaba cantada. No había oposición, como se ha dicho. Era, más bien, una forma de medir el respaldo interno y de volver a legitimarse ante el descontento evidente de una parte de Podemos. Por ello, dos cifras eran muy importantes: el dato de participación y el porcentaje con el que ganarían Montero e Iglesias.
En el primer caso, reto conseguido: han votado el 38,57% de los 487.772 militantes, una cifra de 190.000 votos, lo que supone un récord de participación en consultas de Podemos, con 33.000 votos más que en la batalla fratricida de Vistalegre 2, la Asamblea Ciudadana de febrero de 2017 donde se enfrentaron los proyectos de Iglesias e Íñigo Errejón. Éxito innegable.
No ocurre lo mismo, eso sí, con el segundo dato relevante. El Confidencial publicó que Iglesias y Montero se planteaban dimitir si no alcanzaban un respaldo del 80%. Es la misma cifra que, oh casualidad, se ha manejado entre bambalinas en Podemos. El 68% de votos a favor de los líderes es una victoria amplia, sí, pero no tanto como se deseaba en la dirección. Segunda lección amarga: no es bueno manejar (y filtrar) el resultado que esperas.
3. La ejemplaridad del discurso acaba con la vida privada
La decisión de convocar la consulta sobre su continuidad fue un gesto tan audaz como arriesgado. No afirmar en público qué participación querían -solo Iglesias habló de "alta", y eso lo han conseguido- fue un movimiento inteligente. Pero había un problema de origen: era una consulta solo para convencidos. Es un misterio saber qué hubieran votado todos los españoles, pero este diario publicó una encuesta que apunta a un fuerte rechazo a la ya famosa compra del chalé. Lo que no es misterioso es que, como ellos mismos han reconocido, su vivienda se convirtió en una tema de debate nacional.
Porque, y aquí viene la tercera lección, acaso la más grave porque debían saberla de antemano, es que su discurso político, que apela permanentemente a la ejemplaridad en los comportamientos, conlleva asumir que no tienen una vida privada normal. Sus vidas no son ni pueden ser vistas como las del resto de los españoles. Por injusto que sea o parezca, tampoco sus vidas van a ser observadas como las del resto de políticos. El escrutinio va a ser permanente. Su ética y su estética están unidas indefectiblemente. Y, tras esta consulta a las bases, los lazos entre lo personal y lo político van a ser todavía más estrechos.
A Montero e Iglesias siempre les han mirado con lupa. Así seguirá siendo. Esta enseñanza es quizás la menos política pero tal vez la más dura de digerir. Porque ahora, una vez comprobado que hasta la compra de su casa abre los telediarios, tienen que estar preparados para soportar ataques aún más dolorosos. Más injustos. Más amargos. Y más íntimos.
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