Carles Puigdemont se pronunció desde Berlín mientras el nuevo Govern echaba a andar sin él y resumió la amarga bienvenida del independentismo catalán a Josep Borrell. Del nuevo ministro de Exteriores nadie puede negar ni su catalanidad ni su claridad contra el proceso independentista y el desbordamiento de la ley en Cataluña. Y eso ha inquietado a más de uno.
"Los apologetas llaman, satisfechos y pomposos, 'un tiempo nuevo'. Rescatar perfiles de otro tiempo que se han significado en la escalada de odio, ¿es el gesto que tenían pensado para enviarnos un mensaje de fraternal desescalada?". El tuit lo tiene todo. Además de un implacable sarcasmo, sugiere casi un conflicto bélico que precisa desescalarse. Con ello, el expresident de la Generalitat se sitúa automáticamente en uno de los dos bandos, que lógicamente habría contribuido a crear.
El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano, lo llamó "jacobino caduco pasado de moda". El de ERC, Gabriel Rufián, exclamó "qué vergüenza" enlazando un vídeo de la última campaña electoral catalana en la que el próximo ministro llamaba a "desinfectar las heridas" antes de cerrarlas. La periodista y tertuliana Pilar Rahola ironizó hasta sobre la forma de hablar castellano del expresidente del Parlamento Europeo, con una dilatada trayectoria y respeto internacional: "hijo de la Pobla [su pueblo, en Lleida] que habla un castellano lamido y relamido", dijo citando al periodista y escritor Nestor Luján. Incluso hay quien lo ha descalificado meramente por su edad (71 años).
El independentismo reaccionó con disgusto, cuando no ira, contra el nombramiento de un catalán, cuya lengua materna es el catalán, que tiene una trayectoria política e intelectual indudable y, además, se ha atrevido a significarse públicamente contra la autodeterminación en público.
Se enfrentó incluso a Oriol Junqueras en un debate televisivo y desmontó, en un ensayo académico y con cifras, las que él cree mentiras sobre el expolio fiscal que el independentismo ha denunciado históricamente.
¿Qué significa el nombramiento de Borrell?
1. Neutraliza el argumentario de PP y Cs
Difícilmente se puede criticar que Sánchez ha vendido España al separatismo, al nacionalismo y "a los amigos de la banda terrorista ETA", como ha asegurado durante el debate de investidura el portavoz del PP, Rafael Hernando, con un perfil como Borrell dentro del Ejecutivo. Su compromiso con un proyecto plural para España y su rechazo a la autodeterminación es inequívoco.
Su nombramiento disipa todas las dudas sobre una contraprestación directa al independentismo por el apoyo de ERC y PDeCAT a la moción de censura que catapultó a Sánchez a la Moncloa. Borrell, de 71 años y con una voz propia, manda el mensaje contrario y neutraliza el principal argumentario del PP y Ciudadanos de que Sánchez es un peligro para la integridad territorial.
2. Mensaje a Cataluña de un catalán y mucho catalán
La catalanidad de Borrell está fuera de toda duda. Nacido en Pobla de Segur (Lleida), siempre ha vivido su catalanidad dentro de España y se ha servido de ambas identidades para potenciar su idea de una Cataluña autónoma dentro de una España que respete la diversidad.
Es ese, precisamente, el mensaje que más puede dañar el discurso independentista que ha transformado el concepto de "un sol poble" (un solo pueblo) de un ideal de unidad en la diversidad a la afirmación de que no es catalán el que no es independentista. Ese discurso catalanista pero abierto del PSC es el que más ha hecho rasgarse las vestiduras al independentismo, que siempre ha considerado al PP y a Ciudadanos poco menos que como fuerzas invasoras, ajenas e ilegítimas, a pesar de contar con cientos de miles de votos.
3. Una garantía para Europa
Borrell es muy conocido en la escena internacional y, sobre todo, europea. Presidente de la Eurocámara y eurodiputado, mantiene estrechos vínculos con dirigentes y figuras de peso continentales. Es un convencido del proyecto de integración comunitaria y será recibido con los brazos abiertos.
Es un ministro ya rodado que podrá mucha confianza a las instituciones, donde será sin duda más senior y experimentado que muchos de los ministros que llevan años en el cargo.
4. Posible fin de la ausencia internacional de España
Desde hace meses, Pedro Sánchez ha viajado por Europa para explicar su proyecto y las particularidades de la crisis institucional que se vive en Cataluña. Ha hecho los discursos que el expresidente del Gobierno Rajoy no ha querido pronunciar, muy centrado en contactos discretos que han dado cierto resultado (ningún país reconoció la república catalana o el 1-O) pero que dejaron al descubierto el flanco de la opinión pública.
Borrell no le tiene miedo a explicar su idea de España en el exterior, algo que lleva haciendo años pero para lo que ahora dispondrá de un trampolín sin parangón. Probablemente podrá contrarrestar los ingentes recursos invertidos desde la Generalitat, a través de una agencia propia y hasta inyecciones de dinero en medios internacionales como las denunciadas recientemente por Sandrine Morel, corresponsal de Le Monde en España.
5. Señal de que Sánchez quiere aguantar
Si Sánchez incluye a muchos ministros como Borrell, mandará un mensaje nítido: quiere perfiles de peso y su apuesta por el Gobierno es seria. Si no, no se entendería que personalidades políticas o que tienen que renunciar a otras responsabilidades se embarquen en una aventura efímera.
Un presidente autonómico del PSOE lo explicaba así a EL ESPAÑOL: "Según haga el Gobierno, sabremos cuánto cree que va a aguantar. Si es un Gobierno lleno de Borrelles o Almunias, sabremos que quiere aguantar. Si es un Gobierno con Podemos en la estructura, aunque no sea en el Consejo de Ministros sino a niveles inferiores, sabremos que quiere aguantar. Si sólo se rodea de fieles de su máxima confianza, habrá comenzado la campaña electoral".
6. El fin de un agravio
La vuelta de Borrell al Gobierno cierra el círculo que supuso su salida del Ejecutivo de Felipe González, su posterior victoria en las primarias para la Moncloa del PSOE y su derribo final por parte del aparato del PSOE, que no aceptaba que un outsider fuese candidato a la presidencia. Finalmente, fue Joaquín Almunia, designado por González al frente del partido, el que se presentó y perdió en el año 2000.
Pero el felipismo se la juró desde entonces a Borrell, que encontró acomodo en Bruselas e inició su carrera europea. En las últimas primarias, apoyó decididamente a Sánchez. De nuevo, una batalla contra el aparato. De nuevo, una victoria.
7. Un guiño al PSC
El nombramiento de Borrell es un gesto de complicidad con el PSC, con el que Sánchez tiene total sintonía gracias en parte a la gestión de Miquel Iceta. Los socialistas catalanes se han visto arrollados por la potencia de Ciudadanos en las últimas elecciones autonómicas y aspiran a una buena representación en el Gobierno.
Además de Borrell, se espera que Meritxell Batet, diputada en el Congreso, asuma una cartera. David Vegara suena para Economía, pero fuentes socialistas aseguran que finalmente no irá, quizás esperando acabar en la subgobernación del Banco de España, un cargo para seis años.
8. El riesgo de la sinceridad
Borrell será un ministro influyente. Tanto que Sánchez podría no controlarlo en caso de que esté en desacuerdo con las políticas que él impulse desde la Moncloa.
Ese es, precisamente, el riesgo de los Borrelles y Almunias. Dan peso, pero también pueden inmovilizar al Ejecutivo o decidir no ser flexibles cuando tengan que digerir decisiones que no sean de su agrado.
En ese sentido, su nominación puede ser un antídoto seguro contra el independentismo.
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