El aún secretario de Estado para las Administraciones Territoriales, Roberto Bermúdez de Castro, ha elogiado este viernes la labor de la actual portavoz del Govern de Cataluña, Elsa Artadi; y el vicepresidente del Govern y conseller de Economía, Pere Aragonès, al colaborar "activamente" en la implantación del artículo 155 de la Constitución sin que tuvieran "obligación de hacerlo".
"El segundo nivel de la Administración, los secretarios generales, Pere Aragonès, Elsa Artadi... Toda esta gente colaboró activamente en la aplicación del 155 y eran puestos políticos, puestos que perfectamente podían ser cesados y que no tenían obligación", ha afirmado en una entrevista en Onda Cero.
El que fue número 2 de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y que pilotó la aplicación del 155 en Cataluña, ha explicado que "Artadi tenía un puesto en el Ejecutivo" de Carles Puigdemont "de coordinación de consejerías y era fundamental para llevar a cabo el día a día" de la intervención del Ejecutivo central. "Colaboró con nosotros un mes. Es una persona bastante eficiente y con un conocimiento de la Administración bastante alto", ha destacado.
No obstante, recuerda que hubo "quien no estaba de acuerdo con el 155, cinco o seis personas, que dimitieron y se fueron" y también ceses, entre los que ha citado el de la directora de la Escuela de los Mossos d'Esquadra, que llevó urnas del referéndum ilegal en su coche.
"Realmente, toda esa gente de segundo nivel, cuando hablabas con ellos con normalidad, todo el mundo estaba por normalizar la situación, todo el mundo decía que se había llegado demasiado lejos", ha añadido, para apuntar que "el tapón era Puigdemont y luego Torra".
En este sentido, ha comentado que ya en la primera reunión por la aplicación del 155 se ofreció a ese "segundo nivel" de la administración catalana la posibilidad de cesarles "honorablemente" si no querían colaborar. "No se movió nadie", ha asegurado.
Para Bermúdez de Castro, aquel momento fue el más difícil y ha explicado que tuvo lugar "en un sótano" de una dirección general cercana al Palau de la Generalitat tras descartar hacerlo allí porque "había una expectación salvaje". "Fue patético, pero es una parte de la historia de este país que está muy bien", ha comentado.
En aquel encuentro estaban él y otra persona de la Administración General del Estado en una mesa frente al secretario general del Gobierno de Puigdemont, Víctor Cullell, y el secretario general de presidencia de la Generalitat, Joaquin Nin.
"Empezamos hablando de fútbol, del Gimnàstic de Tarragona y el Huesca, que estábamos en segunda división los dos", ha comentado Bermúdez de Castro, quien ha afirmado que la situación "era muy tensa" y "se desbrozó todo" iniciando así la conversación.
El número 2 de Soraya Sáenz de Santamaría desde noviembre de 2016 dice que "no era uno de los aspectos más preocupantes" la posibilidad de que los altos cargos se 'atrincherasen' en sus despachos y recuerda que sólo lo hizo el conseller Josep Rull "la primera mañana, que fue al despacho y se hizo una foto". "Duró cinco minutos, hasta que vio que estaba haciendo el ridículo y se fue", ha apostillado.
La preocupación de la Administración General del Estado se centraba en el funcionamiento de los servicios básicos, pues conforme ha relatado, temían un 'boicot' en áreas como la sanidad o la educación porque "había llamamientos continuos de los consellers a la insurrección de los funcionarios".
"Los meses de septiembre y octubre de 2017 no se los deseo ni a mi peor enemigo (...) Tú aplicas el 155 sin saber qué va a suceder. Si llega a salir mal, sería una responsabilidad muy grande", ha reconocido.
Sobre los días previos al 155 y las reuniones entre Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras, Bermúdez de Castro ha afirmado que el Gobierno negociaba "con un muro". "Cuando llegué al Gobierno nos dieron el documento con los famosos puntos que pedía Artur Mas y la otra parte no quería negociar absolutamente nada. Puigdemont decía 'yo voy a pedir el referéndum, se que no me lo vais a dar pero no me queda más remedio que pedirlo'. Llegué el 6 de noviembre y el 6 de diciembre de 2016 ya veía que era prácticamente imposible negociar con ellos", ha detallado.
En este sentido, ha señalado que si bien "los primeros meses había muy buenas palabras, con el caldo de cultivo era imposible dar marcha atrás" y con "ese suflé" del "movimiento bolivariano que es la ANC, era imposible llevar a cabo un diálogo". "Mucha gente de Madrid se dio cuenta de la presión social que había el día de la manifestación por el atentado (agosto). Gente de todos los ámbitos y partidos que no eran realmente conscientes de cómo estaba el tema", ha apuntado, para incluir también a miembros del propio Gobierno central.