Pedro Sánchez ya se mueve entre los jefes de Gobierno de la Unión Europea, pero ahora quiere tomar posiciones en la sala de máquinas que dirigen Francia y Alemania. El presidente del Gobierno, elegido por el Congreso el 1 de junio, hizo este sábado su primer viaje oficial al extranjero para reunirse con Emmanuel Macron, el presidente de la República francesa.
La foto era ya un mensaje en sí mismo. En vez de a Marruecos, como es tradicional, Sánchez se plantó en París, una ciudad que bien vale un viaje relámpago si es para simbolizar la unidad entre dos países con intereses comunes y dirigidos por gobernantes de una nueva generación.
El almuerzo al que estaba invitado Sánchez en el Elíseo versó sobre las migraciones, asunto que se debatirá este domingo en una cumbre informal de varios países y a final de semana en un Consejo Europeo formal, ya con los 28. También incluyó otros asuntos de refuerzo de la política comunitaria y las relaciones bilaterales entre ambos países.
Sin embargo, Sánchez no aprovechó la comparecencia posterior ante los medios para hacer nuevas propuestas. Ni siquiera para comentar las de Macron de crear centros de internamiento europeos para devolver a los inmigrantes irregulares o repartirse entre los países de la UE a los demandantes de asilo que demuestren que gozan de ese derecho.
El presidente francés criticó, sin citarlo, al ministro de Interior italiano Matteo Salvini por su "ego" y querer aprovecharse "de la emoción colectiva para proponer lo peor de lo peor", pero Sánchez no quiso entrar en el cuerpo a cuerpo.
El objetivo del presidente del Gobierno, en este primer encuentro, era buscar la complicidad de Macron para tratar de integrarse en el eje francoalemán como tercer socio ante una Italia inestable por el populismo y la extremaderecha y un Reino Unido al que le quedan dos compases en el seno de la unión.
De esa manera, Sánchez aseguró que apoya "firmemente" el reciente acuerdo entre Macron y Angela Merkel en la ciudad alemana de Meseberg. "Llevamos muchos años pidiendo a la UE que Europa y la unión económica y monetaria no solo tenga una pata monetaria sino una pata fiscal, que necesitamos un presupuesto europeo, un presupuesto para la zona euro", ha dicho Sánchez. Ese es, precisamente, uno de los acuerdos de Macron y Merkel. A partir de 2021 habrá un presupuesto de la eurozona para impulsar proyectos comunes, según el pacto germanofrancés.
Sánchez ha pedido incluso a Macron y Merkel que cuenten con España para redactar las "cuestiones más técnicas" para que el texto final sea a tres antes de presentarlo al conjunto de los países europeos.
"El presidente Macron puede contar con el apoyo entusiasta" del Gobierno de España, ha dicho Sánchez. Y el de Alemania, también. De hecho, tras la cumbre de Bruselas, mañana, el primer destino internacional en la agenda de Sánchez es Berlín, el martes, para un encuentro similar al de este sábado, pero con Merkel. Luego, una cumbre a 28 de nuevo en Bruselas y ya en julio un viaje a Lisboa, donde le espera Antonio Costa, primer ministro de uno de los pocos gobiernos socialistas europeos.
Sánchez ha anunciado además que ha invitado a Macron a un encuentro en La Moncloa el 26 de julio, por lo que las relaciones entre ambos mandatarios parecen fluir desde el primer momento. Habrá que ver si ocurre lo mismo con Merkel, hasta ahora gran aliada de Rajoy en Europa y en las antípodas ideológicas y personales de Sánchez.