El comisario Villarejo llegó a Londres un día antes de la cita prevista. Aterrizó y tras dejar las maletas en un hotel cercano, pasó varias horas rondando por los alrededores de la casa donde se había fijado el encuentro: un piso de lujo en una de las zonas más céntricas de la ciudad del Támesis.
El objetivo de aquella troncha (vigilancia en el argot policial) estaba claro. Intentar detectar cualquier rastro de seguimiento. De miradas indiscretas que quisieran inmortalizar el encuentro entre la consultora de origen danés que guardaba muchos de los secretos de la corona española tras su estrecha relación con el rey Juan Carlos y el comisario de Información que durante años estuvo más cercano a la cúpula policial. El agua y el aceite. O las dos caras de la misma moneda.
El aliño de la cita fue un denominador común: los problemas que, a juicio de ambos, les estaba creando el Centro Nacional de Inteligencia. Era primavera de 2015 y medio año antes, el nombre del comisario Villarejo comenzó a aparecer en sumarios como el del Pequeño Nicolás o la doctora Pinto. El mando policial culpaba al servicio secreto español de intentar tumbar su prestigio para debilitar su trabajo y quedarse así con el monopolio de algunas fuentes sensibles en la lucha antiterrorista.
Sin embargo, en varios despachos policiales se escuchaba ya la tesis de que el comisario, adscrito a la Dirección Adjunta Operativa (DAO) y con una oficina operativa en la Torre Picasso donde intercalaba servicios privados con trabajos policiales, se habría servido de esa doble condición, aceptada por las distintas cúpulas de Interior desde hace casi 20 años, para enriquecerse de forma ilícita.
El caso de la empresaria Corinna su Zayn-Wittgenstein (CSW), guardiana de los secretos de la Corona y la mujer que durante años estuvo más cerca del rey emérito es distinto. La empresaria saltó a la luz pública española cuando el entonces monarca tuvo un accidente en una cacería en Botswana. Esa noche, el rey sufrió un accidente al caer por unas escaleras tras abatir a un elefante en el Delta del Okavango. Era miércoles, 11 de abril de 2012, y España pasaba uno de los peores momentos económicos de su historia reciente, mientras el monarca disfrutaba de una cacería que ronda los 40.000 euros de precio. “Lo siento mucho, no volverá a ocurrir”, comunicó públicamente tras salir del hospital el 14 de abril, tras tres días ingresado.
Un amor imposible y un enviado del Estado
Fue entonces cuando el general Félix Sanz Roldán, máximo responsable del CNI viajó a Londres para reunirse con la empresaria, que residía entonces en una suite del lujoso hotel Connaught a la espera de que terminaran unas reformas en su casa de la capital británica. En una entrevista concedida al diario El Mundo, la empresaria explicó que el director del servicio secreto puso sobre sus espaldas el futuro de la monarquía y “el de 45 millones de españoles”. Según esta versión, el amor entre Corinna y el rey era imposible. Un divorcio a esas alturas, con el país sumido en la crisis y la Casa Real cada vez más cuestionada, supondría remover los cimientos de la institución. Algo que no convenía.
Aquella reunión quedó oculta durante meses. Pero fue la consultora germano-danesa quien la sacó a la luz en un movimiento de acción-reacción. El 18 de febrero de 2013, el empresario Diego Torres, socio del exduque de Palma, Iñaki Urdangarin, presentó en la causa del caso Nóos unos correos que la nombraban de forma reiterada y reflejaban su intento de conseguir trabajo al yerno del rey en una fundación vinculada con el deporte llamada Laureus.
Fue entonces cuando la empresaria decidió dar la cara en España y conceder una entrevista en el diario El Mundo. El titular hablaba de su intento de conseguir un empleo al marido de la infanta Cristina. Pero en el interior, la empresaria relataba que había realizado “trabajos sensibles” para el servicio secreto español. Algo que llevó al director del CNI a comparecer en la comisión de Secretos Oficiales del Congreso. Allí, Sanz Roldán mantuvo que el CNI no había dado nunca servicio de escolta a la pareja extraoficial del rey, y que ella no había realizado trabajo alguno para la Seguridad del Estado.
La importancia de una imagen
Esa entrevista, además de plantear ya un escenario de oposición entre el servicio secreto español y la consultora germana, introduce un nuevo jugador en la partida. Jugadora en este caso: la fotógrafa encargada de realizar las fotos, Vanessa von Zitzewitch, que ya en esa fecha era la pareja sentimental del empresario español Juan Villalonga, expresidente de Telefónica y conocido del comisario Villarejo por la extensa relación que la multinacional de comunicación española tiene con los dispositivos de Inteligencia españoles.
Entre 2013 y 2015, CSW ve como su imagen pública empieza a debilitarse tras el fracaso del Fondo Hispano-Saudí, disuelto en 2010 y en el que las empresas españolas perdieron 21 millones de euros entre todas. En marzo de 2013, días antes de la comparecencia de Félix Sanz Roldán en la Comisiön de Secretos Oficiales, la prensa española aireó el fracaso de la inversión, con la consultora germano-danesa contratada como asesora.
Sin embargo, hubo un texto periodístico que le preocupó especialmente. Y que marcó también el acercamiento entre la empresaria y el comisario Villarejo. El 16 de febrero de 2015, la revista Interviú publicó un reportaje titulado “Corinna se fue con 30 millones”. El texto citaba ya operaciones como las del AVE a la meca, reflejadas en las cintas publicadas ahora por EL ESPAÑOL, y explicaba que el patrimonio presuntamente amasado por CSW desde su llegada a España rondó los 30 millones de euros. Algo que ella negó en ese momento de forma tajante pero que podría cuadrar con el patrimonio que ella reconoce en las cintas que se colocó a su nombre.
En aquel momento, tal y como confirma la grabación de la cita, la expareja del rey estaba convencida de que los dos periodistas del semanario que firmaban aquella pieza escribían al dictado del CNI, por lo que interpretó la información como un nuevo ataque.
La promesa de hacer negocios
La reunión entre la empresaria y el comisario se cerró pocos meses después de ese reportaje, y del libro Final de Partida de la periodista Ana Romero. Otro de los motivos de preocupación de CSW en España, muy centrada en conservar su imagen pública. Sin embargo, la empresaria afincada en Mónaco no era solo una fuente de información. Una persona que podía aportar datos comprometedores sobre altas instituciones del Estado. Además, quería también mantener los contactos necesarios en España para hacer negocio.
Como ejemplo, a la empresaria germano-danesa le interesaba tratar la situación de un político británico con una inspección fiscal abierta en España por unas fincas familiares en Andalucía. Un procedimiento administrativo en este país que se podía convertir en un escándalo político en Inglaterra. Cualquiera que solucionara el entuerto podría cobrar una comisión suculenta. Ese fue el segundo aliño del encuentro: la promesa conjunta de hacer negocios.
Entre medias, el comisario Villarejo, en prisión preventiva desde hace más de ocho meses, mantiene que sucedió otro hecho de vital importancia: una reunión con una persona del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Un teniente coronel que le encargó supuestamente acercarse a CSW para recuperar toda la información comprometedora que tuviera sobre la Familia Real o cualquier otra institución española y le autorizó a utilizar su enemistad con en general Sanz Roldán como argumento.
Si el mando policial puede acreditar esa reunión en sede judicial o presentar al menos la identidad o el testimonio de la persona que mantuvo ese encuentro, conseguirá avalar parte de su versión sobre su presencia en Londres aquel día. Si no, le será complicado mantener que estaba allí en una misión de Estado. Sea o no ese el motivo de sus males, tal y como mantiene.
Una llegada puntual
Fue el policía español quien llegó primero al encuentro con la empresaria alemana. Antes, había apuntado el número matrícula de varios vehículos sospechosos que se encontraban aparcados cerca de la puerta. Sobre todo el de una furgoneta, que le hizo dudar de no haber conseguido llegar a la cita sin ser detectado. Tras unas palabras amables, agente y empresaria se sentaron en privado mientras el personal de la casa pasaba cerca de ellos, servía un aperitivo y atendía las llamadas. “Ya nos hemos casado”, bromeó CSW en inglés cuando sonó la puerta diez minutos después y apareció el tercer interviniente, el empresario Juan Villalonga, amigo de ambos.
Arrancó entonces la conversación más constante, con CSW hablando en castellano y en la que el comisario le explicó de forma clara el cargo que ocupaba dentro de la policía española. Incluso se dedicó a recitar el organigrama por si quedaba alguna duda, lejos de fingir ser un agente del Centro Nacional de Inteligencia. Desveló entonces su respeto a los agentes de campo del servicio secreto y su desprecio a la actual cúpula del mismo. Algo que ha expresado después en varias entrevistas.
Para afianzar su coartada, Villarejo presentó a la asesora de Alberto de Mónaco una serie de documentación que procedía, según sus palabras, del servicio secreto español. Sin embargo, al menos parte de ella aparecería en una causa de corrupción bancaria abierta en España, que nada tenía que ver con el CNI. Pese a ello, la consultora aseguró que parte de esos papeles fueron robados de su casa en Mónaco. La coincidencia es posible, ya que se trataría de contratos y documentos confidenciales sobre el fondo Hispano-Saudí, en la que ella era intermediaria y por lo que sería normal que tuviera copia.
Al cabo de una hora, parece que la CSW empieza a acusar el cansancio de hablar en castellano, una lengua que no domina tanto como el inglés. Es entonces cuando cambia de lenguaje y pide a Villalonga que actúe de traductor. Se suceden así los temas sobre las presuntas cuentas bancarias del rey en Suiza, sobre posibles comisiones, sobre los hombres que supuestamente controlan el patrimonio del rey emérito en el extranjero... todos los temas que afectan directamente al rey emérito y que ha desgranado EL ESPAÑOL.
Mientras, el comisario le ofrece la cobertura de sus empresas y su equipo de abogados para arreglar cualquier problema que pueda tener en España. E incluso para hacer gestiones legales en el país sin ser detectada. Ambos pactan que CSW mantenga además el contrato con sus actuales letrados, un conocido despacho de Madrid del que la empresaria desconfía. Según sus palabras, los abogados hacen un doble juego e informan al CNI de sus movimientos. Otra vez la misma sospecha. Ambos -consultora y policía- acuerdan que esa puede ser una buena vía para hacer llegar información interesada a los servicios secretos.
Es entonces cuando el comisario le reconoce que trabaja en una doble vertiente pública y privada, aunque matiza que nunca “contamina” el trabajo policial con encargos de terceros. Llega la clave de la operación Tandem. Una tesis contraria a la que mantiene la Fiscalía Anticorrupción, que acusa a Villarejo de presuntos delitos de blanqueo de dinero, revelación de secretos u organización criminal por valerse de su condición de funcionario para hacer dinero.
Su defensa argumenta que no se puede juzgar como una empresa normal lo que era en realidad una herramienta policial operativa. Algo que tendrá que ser acreditado en el juzgado y que puede suponer, de ser así, un salto de responsabilidad a otros mandos de la cúpula policial y responsables políticos del Ministerio del Interior durante los años que Villarejo ha estado en activo.
En la conversación entre ambos, el agente, ya jubilado, llega a afirmar que en un país “serio”, ambos estarían en riesgo de sufrir un accidente. “Por suerte España, para eso no lo es”, apostilla el policía, que se coloca como protagonista de operaciones “duras” a ese respecto que se hicieron “en el extranjero”.
Al despedirse, ambos acuerdan que esa reunión se repita. No fue un adiós, si no un hasta luego. Un mensaje que hace pensar que las informaciones que ha revelado EL ESPAÑOL no son las únicas "bombas nucleares" que obrarían en poder del comisario. Que existen más documentos o grabaciones que, tras ser requisadas por la Justicia, puedan servir ahora como herramienta para investigar los presuntos negocios opacos del rey Juan Carlos.