Eran miles, no tan viejos. Ordenados y constantes. Se habían organizado mal por esa bendita inocencia que dan las RRSS. Desde Málaga -un ejemplo- habían previsto un viaje (35 euros) y se suspendió a última hora; así que "se liaron la manta a la cabeza" y vinieron como pudieron. Alguno colgaba en Instagram el amanecer en Casa Pepe, el de Despeñaperros. Tampoco gritaron demasiado. Hasta que salió el solazo de julio aguantaron estoicos.
La cita para subir a Cuelgamuros era a las 09.00 horas en Plaza de Castilla, a la derecha del monumento a Calvo Sotelo, que desde la ventana del autobús resultaba inédito. Alguien había dejado una flor con 'memoria histórica', y diez minutos antes desembarcaba allí mismo una excursión de turistas filipinas. La cita –insisto- era a las 9 de la mañana: dos buses verdes y un chófer que fumaba un purito negro entre dientes y que colocaba con alegría, y, en el frontal, la pancarta de "El Valle no se toca". Una pancarta con más voluntad que criterio estético, todo sea dicho.
Vuelo Gallináceo
A las 09.20 el autobús puso rumbo a Cuelgamuros. Un “vuelo gallináceo” que diría Pla. El pasaje tenía cierto temor a sacar la bandera del Águila; llegaron a preguntarse si es que le iban a confiscar la banderita a la Benemérita. El autobús se iba calentando, no obstante. Desde un altavoz Bluetooth empezó a sonar el Himno Nacional, primero tímido, luego más fuerte. A la mitad de la estrofa, la propia estrofa se olvidaba, y a mi espalda un tipo con sombrero murmuraba sincopado. Después la DJ enganchó "Montañas Nevadas" y nadie pudo seguirla. Una réplica de la Virgen de Fátima, envuelta en la bandera 'ancien Régime', se me colocó de compañera de viaje.
El autobús paró en Las Rozas, recogió pasajeros, y ya siguió hasta el Valle de los Caídos. Sonó un "Cara al Sol" como con complejo. En algunos puentes entre Madrid y el mausoleo colgaban pancartas de "El Valle no se toca", en color y con la célebre imagen de la mocedad africanista de Franco. A la altura de "La casa verde", local en 'franco abandono', divisé la Cruz y así lo hice saber a los pasajeros: excitación y nervios.
El vídeo
La organización, atenta y amable, emitió por megafonía del bus un vídeo de Intereconomía donde se contaban 'las supuestas falsedades' de la historiografía oficial. En el inicio del desvío a la Basílica montaban guardia y desayuno ('junto a los 'maderos') unos señores de azul 'mahón' con gafas tornasoladas. El autobús aparcó y media expedición buscaba el baño. Después una hilera inagotable se ordenó -la Guardia Civil no supo cómo- rumbo a la Basílica en la 'misa/homenaje de 11'. Allí hablaban de retenes que vendrían del "Levante español" del 18 al 21 – “por curarse en salud”-. O de que fue “la familia Franco la primera que metió la pata”. Argumentaban que el traidor no era tanto Sánchez sino el PP; como un mantra.
No vi demasiadas banderas hasta que llegó el mediodía. En el restaurante al pie del teleférico que lleva a la Cruz, cuarentones desayunaban porras mojadas en jarras de 'Estrella Galicia'. Al mediodía -la primera misa estaba prevista a las 11.00 horas- los ánimos se enardecían. Un motero con una camiseta con el lema "Viva la Guardia Civil" le gritaba a un guardia civil. A su lado, entonando el "Cara al Sol", lloraba una señora de rojo. En nada se calmaban las cosas hasta que un guardia civil sonrió.
Un helicóptero sin identificar parece que se recreaba en la fila: hubo quien comparó la cosa fílmica con la Plaza de Oriente en noviembre del 75. Un joven con megáfono llamaba a orar mientras que alguien de la organización rezongaba "no es esto, no es esto". Una fotocopia en el suelo buscaba una unidad de criterio para/con nosotros: los de la prensa. Instaba a “un discurso lo más parejo posible” y argumentaba que la ’memoria histórica’ pretende “desacralizar el Valle (…) y convertirlo en un (…) Centro de Propaganda del marxismo cultural”. Anduvo también Luis Alfonso de Borbón (bisnieto del dictador), pero con cierta prudencia para no morir de cámara en la "peregrinación nacional": a escasos metros de un cartelón en Word con una carta apostólica del papa Juan XXIII en 1961: 'SALUTIFERA CRUCIS'.
Merchandising
En la puerta del merendero, y del aparcamiento, un tal José Maria Urda vendía a seis euros una letra plastificada y colgante del himno nacional de su cosecha: para fines solidarios, sostiene. En la entrada del teleférico que va a la cruz granítica también vendían bocadillos y cervezas con una barra improvisada. Una madre de familia gritaba muy indignada que le habían dicho que de Cartagena salieron cuatro autobuses y que en Murcia sólo subieron cuatro personas. La matemática y la ideología en un domingo de julio. Conté cuatro banderas de Falange y un grito tímido contra Sánchez.
En el autobús de vuelta hubo jolgorio: la Virgen de Fátima llegó al Altar Mayor en esa cosa milagrosa de las porcelanas de ‘todo a cien’. En la rotonda de salida del Valle, mi compañera de delante le sacó la bandera franquista al “picoleto”: éste se mosqueó y le tomó la matrícula (acababa en 4).
Vi pocas banderas preconstitucionales -insisto- para tanto asistente. A Sánchez lo llamaban ‘éste’ o lo confundían con Zapatero en pleno uso de la locuacidad. Un matrimonio de iraníes se paseaba con sus hijos en patinete y preguntaban en “esperanto” la forma de volver a Madrid. Los que llevaban la seguridad de Patrimonio Nacional reían. Otro llevaba una bandera de Tabarnia en la gorra.
Yo vi una hilera de gente al sol de julio. Y un soponcio femenino hasta que a la hora llegó la ambulancia. Hablaban las agencias de miles de personas que no pude contar. Pero hervían en filas, prietas. Cara al sol.