La cita era a las 14:00 en el Jai Alai ("fiesta alegre" en vasco), restaurante histórico donde la Transición tuvo sus cenáculos, donde de Tierno a Mafo, de Joaquín Garrigues Walker a Gracía-Trevijano, toda oposición tuvo su asiento. Unos salones que fueron símbolo del pacto y del entendimiento entre sensibilidades muy distintas en los momentos más convulsos de la Historia reciente. Un monumento gastronómico, sin placa, al consenso en este país.
Entre retratos de su dueño, Bustingorri, el restaurante se preparaba este jueves para otro momento histórico. Caían 31,5 grados y más de cuarenta informadores hacían guardia en la puerta. Ya había trascendido que Rajoy había maniobrado para que el almuerzo no tuviera lugar, pero la pregunta sobre la sombra del Estafermo y esa maniobra sorayista desde la supuesta neutralidad, le iba a caer a cada uno de los comensales: a tenazón, que diría Adolfo Suárez. Al mismo tiempo, de móvil en móvil se iba rebotando una imagen de Soraya con los suyos y entre pizzas.
Primero apareció José Manuel Soria, como una exhalación. No llevaba el dimitido ministro de Industria un rictus ni saludador ni muy alegre. Después llegó Margallo a bordo de un Seat León azul, con la COPE puesta y el termómetro del coche certificando la calor. Descendió con una sonrisa forzada y definió el almuerzo de "Fuenteovejuna": "todos a una".
Le preguntaron también por el Valle de los Caídos, habló de que exhumar a Franco le resultaría "bien" siempre que significara "reconciliación". Fue citar la palabra "reconciliación" y alguien quiso captar una ironía, una 'margallada' como la de que la comida no era un "akelarre" contra Soraya, pues los akelarres "se suelen hacer de madrugada". Pero Margallo me dedicó en exclusiva un segundo en un aparte. Le hice referencia a las metáforas náuticas de su último libro."Pues ahora me voy a navegar", señaló con carcajada cómplice.
Una ristra de jóvenes sonrientes con pinta de Nuevas Generaciones llegó al restaurante. Tres chicas negaron que fueran a la comida, y la cuarta confirmó que sí, que iban "a lo de Casado". "Pues claro que vais, si lo vais a votar", exclamó alguien en un segundo plano. A las 14:30 pasó un coche de despiste con una sirena en el morro; el personal pensó que era Zoido, pero fue Cospedal quien desembarcó a 30 metros, debajo del puente elevado de Joaquín Costa. No saludó a una seguidora que le gritó: "Adelante, María Dolores". La misma seguidora que llevaba un bolso azul, que montaba guardia y para la que Pablo Casado y Dolors Montsserrat tuvieron palabras cariñosas.
Cospedal entró a Jai Alai con el rostro angulado, gafas reflectantes. Evitó a la prensa y hubo fotógrafos que sólo pudieron reflejar eso: velocidad y paso marcial. Antes, en la segunda planta del restaurante, un amable camarero me había mostrado la presunta mesa del almuerzo. "La mesa es para veinte", insistió. Vi una rebanada de pan artesano en cada plato. Señaló una sala previa: "Aquí las copitas". Y alcancé a ver una mesa con mantel blanco y cinco platos de patatas fritas. Ya, en confianza, le insté a que me cantara el menú: "Gazpacho y Vichyssoise de primero. Merluza y solomillo de segundo".
Llegó el turno de Casado. Hizo el paseíllo bajando unos pasos por la recoleta calle de Balbina Valverde. Paró, atendió a los medios. Preguntado por la decisión de Sánchez de exhumar a Franco fue taxativo: es "nieto de represaliado" y nada va a hacer por defender "ni ese edificio ni al que está enterrado allí". Mientras se almorzaba en la segunda planta, en la cafetería del propio Jai Alai hubo quien llevaba una contabilidad de compromisarios en el borde de un folio. Los fotógrafos dejaban a medias el café o el gazpacho cuando llegó casi a los postres Tejerina, y más tarde aún un Catalá poco risueño.
Era poco antes de las cinco de la tarde cuando Catalá, Cospedal, Dolors Montserrat, Margallo y Casado escenificaron una unidad feliz. Cospedal ya traía mejor cara. En la primera sombra que encontró Casado en la recoleta plaza de Manuel del Palacio se detuvo. Le pregunté por el menú. "Había de todo para picar, yo he optado por el pescado", dijo. Le recordamos que Soraya había citado a los suyos entre pizzas. "He estado toda la campaña comiendo sandwiches de Rodilla", se justificó. Un jueves de julio aparentemente normal, Casado se rodeó de ministros en Jai Alai. Y formó gobierno.