Susana Díaz salió contenta de la Moncloa y a nadie le pareció ya noticia. Sin ella no se entiende el último lustro del PSOE, el mismo que lleva siendo presidenta de la Junta de Andalucía. Tampoco se entiende la historia reciente del socialismo sin las numerosas refriegas en las que ha estado implicada, desde la marcha de Alfredo Pérez Rubalcaba al ascenso y caída de Pedro Sánchez y finalmente su propia derrota como candidata en el último congreso del PSOE, una guerra a todo o nada infinitamente más larga y tortuosa que las pocas semanas de lucha por el liderazgo en el PP.
Susana Díaz salió contenta de la Moncloa porque entre ella y Sánchez ya no hay competición alguna. Más bien lo contrario. Por si alguien (muy pocos) tenía alguna duda sobre el liderazgo en el partido, la llegada al poder del nuevo presidente acabó de sepultarla. Mientras, Díaz ha descubierto que, en realidad, en la Junta tampoco se está tan mal y ha vuelto a dedicarse a ella en cuerpo y alma para, como buen animal político, sobrevivir en primera línea.
En San Telmo, sede de la presidencia de la Junta, también han advertido que la actual coyuntura está llena de ventajas siempre que Díaz y Sánchez mantengan el respeto mutuo y aprovechen el enorme poder que juntos atesoran como presidente del Gobierno y de la comunidad autónoma más grande y poblada de España.
No han pasado ni dos meses desde que Sánchez diese, con el apoyo de nacionalistas e independentistas, una patada al tablero político con la moción de censura que ha jubilado a Mariano Rajoy y alterado las estrategias de Podemos y Ciudadanos, y tanto en Madrid como en Sevilla ya vuelve a oler a elecciones. Y en Cataluña empiezan a aparecer también algunos vapores.
Las primeras en el calendario son las andaluzas, en teoría previstas para marzo de 2019, pero Díaz ha comenzado ya a abonar el terreno para adelantarlas al otoño. Corren teorías de todo tipo que apuntan a que la fecha más beneficiosa para la presidenta sería octubre, algo para lo que tendría que convocar en septiembre, ya que la ley fija el plazo de 54 días para su celebración.
El poder de convocar elecciones es quizás el mayor de los que ostenta en exclusiva cada presidente, pero Díaz lleva días externalizando la responsabilidad y asegurando que por ella, agotará el mandato. "Pero no depende de mí", asegura en referencia a Ciudadanos, socio de Gobierno durante estos años, que también comienza a distanciarse de los socialistas ante la cercanía de la cita y algunas encuestas que lo sitúan como jefe de la oposición.
Al ser preguntada este lunes, Díaz respondió que los que deben aclarar qué quieren son los partidos que están "en este lío", "haciendo ruido" y "preocupados por su futuro" más que por el de Andalucía. "No depende sólo de mí. Y los demás parece que están en otra cosa", dijo tras ver a Sánchez.
El inicio de la precampaña
Muchos ven en la reciente estrategia de Díaz el inicio de la precampaña y recuerdan que antes de las últimas elecciones, adelantadas en 2015, la presidenta culpó a sus entonces socios de Izquierda Unida de desestabilizar el Gobierno. El tiempo es esencial en esta partida, ya que Díaz no quiere que las elecciones andaluzas se celebren cerca de unas catalanas, adentrarse en el invierno que puede desmovilizar el voto y, sobre todo, que coincidan con un momento de inestabilidad en el Gobierno de Sánchez que repercuta negativamente por contagio entre socialistas.
"Estamos en un momento ideal", explica un colaborador de Díaz. "Hay que reconocer que el momento que vive España con Pedro nos suma, nos viene bien", según él. "La presidenta no tiene la decisión tomada y yo creo que quiere agotar la legislatura, pero como ella dice, no depende sólo de ella".
Un repaso por la situación de los tres partidos andaluces restantes apuntala la teoría de un adelanto. "Rivera está perdido, desnortado, ha perdido su espacio político y lleva semanas dándonos. El PP está mucho más convulso aquí de lo que sale en los medios y en Madrid se radicaliza. Eso nos viene de maravilla. Y Podemos... matándose unos a otros tampoco parece que vayan a ser un problema", explica esta fuente, a menudo bien informada de los análisis que hace la propia Díaz.
¿A salvo cuatro años más?
Así, Díaz pretende consolidar su resultado o incluso mejorarlo por el hundimiento del PP y la falta de tirón de Podemos, aunque la duda sigue siendo Ciudadanos y su capacidad de reposicionarse. De esa manera, la presidenta andaluza podría ponerse a salvo y asegurarse cuatro años en caso de que el panorama nacional saltase por los aires, o bien porque Sánchez no es capaz de sacar su programa adelante o porque Cataluña vuelve a convulsionarlo todo.
Si Díaz salió contenta de Moncloa y a nadie le pareció noticia es, probablemente, porque para ella la noticia vuelve a estar en Sevilla. Una tregua llena de sonrisas y de conveniencia mutua con Sánchez facilita mucho las cosas.
El PP, partido en dos (por Ana I. Gracia)
El PP andaluz se partió literalmente en dos en esta durísima batalla por el poder del PP. Soraya Sáenz de Santamaría arrasó en el feudo durante la primera vuelta gracias al inquebrantable apoyo de históricos como Javier Arenas, Celia Villalobos, Pedro Arriola y Fátima Báñez. La exvicepresidenta se hizo con el 54% de las papeletas frente al 28% que obtuvo María Dolores de Cospedal y el 16% de Pablo Casado.
Un triunfo aplastante que la convirtió en la candidata más votada, con 1.500 papeletas de diferencia con el ahora presidente. Los afines a Cospedal trabajaron concienzudamente en la segunda fase por dar la vuelta a este resultado. Afines a Cospedal como Juan Ignacio Zoido, José Antonio Nieto o Esperanza Oña se posicionaron pronto al lado de la candidatura de Casado. Los arriolistas se reían de los pronósticos que llegaban del bando de Casado, que aseguraban tener amarrados el apoyo de la mitad de los compromisarios. Un respaldo que se cumplió, a la vista de los resultados de la segunda vuelta. Pablo Casado se impuso a Santamaría con una diferencia de 450 votos.