Santiago Arróspide Sarasola, alias Santi Potros. Sus dedos movían los hilos de ETA en los años 80. Su mente dibujó el atentado de Hipercor en Barcelona de 1987, con 21 víctimas mortales y cientos de heridos; el de la madrileña República Dominicana de 1986, con una docena de muertos. Él dirigía el aparato militar cuando se cometieron decenas de crímenes mortales en nombre de Euskal Herria. Este domingo quedará en libertad tras tres décadas preso.
Su sed de sangre no era caótica, respondía a un archivo meticuloso que, a la postre, se volvió contra la banda terrorista. Los documentos que se le intervinieron propiciaron una oleada de operativos que se tradujeron en, al menos, 300 detenciones de entre las filas etarras.
Santi Potros (nacido en la localidad guipuzcoana de Lasarte en 1948) abandona este domingo la prisión de Topas, en Salamanca. Ha pasado las tres últimas décadas entre rejas, ya fuera en Francia o España. Su excarcelación debía producirse en el año 2025, pero la derogación de la doctrina Parot ha adelantado el calendario. El Gobierno vela por que no se produzca un homenaje al etarra -crítico con la decisión de abandonar la violencia- en su localidad de origen.
Los tiempos de Santi Potros son el relato de una época en la que ETA mantenía un pulso al Estado. No faltaban las voces que abogaban por dar concesiones a los terroristas si, con ello, taponaban la sangría de asesinatos. Con Santi Potros al frente, la banda terrorista dio un salto aún más cruel. Sus comandos adoptaron técnicas de guerra. Hipercor y República Dominicana son, quizá, los principales ejemplos.
"Esto era un infierno", detallaba a EL ESPAÑOL Pedro Ortega, el héroe de Hipercor, con motivo del 30 aniversario de la masacre. En 1987 rescató a varias víctimas de una muerte segura, la que esbozaron los miembros del comando Barcelona. Su afirmación no iba mal encaminada. Porque los criminales pergeñaron un cóctel compuesto por 27 kilos de amonal y 200 litros de líquidos incendiarios. También añadieron pegamento y escamas de jabón, que se pegaba a la piel: efectos similares al Napalm de la guerra de Vietnam.
Los relatos de los guardias civiles que sobrevivieron al atentado de República Dominicana, que tuvo lugar un año antes en el corazón de Madrid, también hablan de escenas infernales. 12 guardias civiles murieron al estallar una bomba al paso de su autobús y otras 32 resultaron heridas. Entre los condenados, históricos de la talla de Antonio Troitiño e Iñaki de Juana Chaos.
El archivo de 'Santi Potros'
Santi Potros ha volcado su existencia en ETA. No comprende una vida más allá de las proclamas terroristas. Desde su juventud se integró en la banda y fue detenido por estar integrado en uno de sus comandos. La amnistía general de 1977, no obstante, le dejó en libertad. Huyó a Francia, donde se sentía más seguro, y se reintegró en la organización.
Esa sensación de seguridad no era injustificada. Eran años en los que los terroristas se movían sin problemas al norte de los Pirineos. De hecho, Santi Potros gozaba del estatus de refugiado. Lo único que no quería París es que los zarpazos terroristas cruzasen las fronteras.
El etarra fue escalando puestos en la banda hasta convertirse en jefe de su aparato militar. De él dependían los comandos que mataban. De su ingenio asesino dependía el éxito -a ojos del delirio de la banda- de sumar más muertos encima de la mesa.
Máquinas de masacrar. Santi Potros quería potenciar el instinto mortal de sus pistoleros. Pero el tiro en la nuca le parecía peccata minuta: él quería grandes explosiones, golpes contundentes, espectáculos llenos de sangre que calasen en una sociedad permeable al terror.
Por eso se sentía especialmente cómodo con el comando Madrid, el mismo que perpetró el atentado de República Dominicana. De Juana Chaos, Antonio Troitiño, Juan Manuel Soares Gamboa, Inés del Río, Idoia López Riaño, Esteban Esteban Nieto... eran fieles discípulos de los preceptos de Santi Potros. Así lo atestigua el archivo secreto del jefe de ETA, incautado tras su detención en 1987 en la localidad francesa de Anglet.
Entre esos documentos figuraban los croquis en los que se inspiró el comando Madrid para perpetrar otro atentado contra la Guardia Civil en la calle Juan Bravo. Fue en abril de 1986. Los terroristas hicieron estallar un coche bomba y mataron a cinco guardias civiles. El esquema cuenta cómo hay que repartir 24 kilos de explosivos y el doble de kilos de chatarra en tres ollas de grandes dimensiones.
El libro Historia de un Desafío, escrito por Manuel Sánchez y Manuela Simón, y editado por Península, recoge el croquis que se le incautó a Santi Potros. "Es importante cambiar los muelles traseros del coche y ponerle unos reforzados, para que no se hunda el maletero y no pegue el cante", detallaban los miembros del comando Madrid.
Información de oro para los cuerpos dedicados a la lucha antiterrorista. Porque todos estos documentos, además de esclarecer algunos de los atentados más recientes, ofrecían datos relevantes sobre los comandos que ETA mantenía en activo. Bajo su cama, Santi Potros tenía una mina que los cuerpos policiales explotaron durante años.
Potros tenía cientos de documentos clasificados en varios montones y ordenados por comandos, con nombres y apuntes concretos sobre los terroristas. También se obtuvo información sobre los objetivos a los que ETA pretendía eliminar. Fuentes de la lucha antiterrorista calculan que, a partir de esta información, se detuvieron a 300 etarras.
Su salida de la cárcel
El histórico dirigente de ETA abandona la cárcel a sus 70 años tras haber pasado los últimos 30 entre rejas.
Es un gudari [soldado] para los sectores más radicales dentro y fuera de la banda. Jesús Loza, delegado del Gobierno en el País Vasco, ya ha anunciado que pondrá en marcha los mecanismos judiciales necesarios en caso de que se homenajee al sanguinario jefe de ETA en su pueblo natal.