Pedro Sánchez y Susana Díaz encaran el mes de agosto, en el que se toman unos días de vacaciones, temiendo los 54 días que transcurren desde que decidan convocar las elecciones hasta que se celebren sean fatales para sus intereses. La facultad de convocar elecciones les corresponde a ellos como presidente del Gobierno y de la Junta de Andalucía, respectivamente. Pero creen que, de momento, es mejor no utilizarla aunque ahora mismo el escenario sea favorable, según fuentes de ambos equipos consultadas por este periódico.
Sánchez y Díaz, rivales internos en el PSOE desde hace años, se enfrentan en estas fechas a dilemas similares, aunque por motivos diferentes. Sánchez acaba de llegar a la Moncloa y su Gobierno ha producido un ascenso innegable del partido en las encuestas. No sólo según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), del que incluso algunos socialistas descreen, sino por otros sondeos y la percepción general de que el cambio de Gobierno ha devuelto a Sánchez la iniciativa y colocado al PSOE en el centro del terreno de juego.
En el gabinete de Sánchez los ministros se dividen entre los que creen que es mejor aguantar y los que son partidarios de convocar las elecciones generales ahora ahora y aprovechar ese efecto, especialmente ante un otoño en el que las relaciones con la Generalitat se deterioren y se muestre la debilidad parlamentaria del Ejecutivo. En ese punto de vista se sitúa al ministro de Fomento, José Luis Ábalos, aunque él no suelta prenda y defiende la tesis oficial de que hay que agotar la legislatura.
Otros, en cambio, creen que se puede transformar toda debilidad en una fortaleza. Es decir, que el Gobierno ha sido tan bien acogido y sus mensajes y gestos calan tanto que todo aquel que ponga palos en la rueda desde la oposición lo pagará caro. Por ejemplo: si Quim Torra o Carles Puigdemont dinamitan las negociaciones Generalitat-Estado, tendrán muy difícil justificar que Pedro Sánchez es como Mariano Rajoy. Si Podemos o Ciudadanos no apoyan ninguna de las leyes que lleve el Gobierno, a pesar de su contenido social y que sean compartidas por la sociedad, no habrá mejor campaña que esa. En esa tesis están los ministros menos vinculados con el PSOE, deseosos de probar sus méritos en la gestión, pero también algunos más cercanos a Sánchez.
El que no parece querer convocar de ninguna manera es Sánchez, que se marcha de vacaciones a Doñana (Huelva) y que le ha cogido el gusto a la presidencia como para soltarla, con la máxima de que "lo mejor es enemigo de lo bueno". "No podemos traicionar a esa expectativa que se ha creado en la sociedad por que parezca que queremos ganar votos. Llegamos al poder en una situación difícil, pero con un mandato", explica uno de los asesores de Sánchez.
En Sevilla, Susana Díaz hace unos cálculos similares. Hace unas semanas, su equipo abonaba con pico y pala el terreno del adelanto. Ella misma ha mandado mensajes en ese sentido, como ciertos ataques a Ciudadanos, en respuesta a la precampaña iniciada también desde el cuartel naranja. Ciudadanos es socio imprescindible de gobierno en la Junta y Díaz suele decir que la facultad de convocar le corresponde a ella, pero la responsabilidad política a otros. Si Ciudadanos no aporta estabilidad, ella tendrá que convocar.
Díaz no es partidaria de celebrar elecciones en noviembre o diciembre. Sobre todo es reacia a una convocatoria en pleno invierno, bajo el argumento de que puede desmovilizar el voto socialista. Pero en las últimas semanas, su equipo advierte un enfriamiento del adelanto, que hubiera coincidido con el 28 de octubre si ella convocase el 3 de septiembre. Esa fecha de octubre es simbólica para el PSOE, y más para el andaluz. En ella, Felipe González, un andaluz de Sevilla, logró 202 diputados y una histórica mayoría absoluta en el Congreso, nunca igualada desde entonces.
Las elecciones andaluzas tocan en marzo y, aunque algunos consejeros aseguran que convocarlas antes no sería técnicamente un adelanto, sí hay dos elementos políticos que pueden producirlo o retrasarlo. El primero es el debate territorial y el "otoño caliente" que Torra ha prometido para Cataluña, y que Díaz cree que no le conviene mezclar. El segundo son los Presupuestos de 2019, que Ciudadanos podría no apoyar. Por no hablar del rumbo de Sánchez y su impacto en Andalucía. Dependiendo cómo le vaya a Sánchez, puede jugar a favor o en contra. Y Díaz puede proyectarse como aliada del presidente del Gobierno o como autónoma defensora de los andaluces frente a un Gobierno central en horas bajas.