Corría el mes de noviembre de 2015 cuando un historiador especializado en el movimiento obrero se convertía en la cara visible de Podemos en Cataluña. La coalición En Comú Podem, alumbrada gracias a Ada Colau, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, presentaba como cabeza de lista al hasta entonces desconocido Xavier Domènech.
Solo unos meses antes, Podemos había naufragado en las elecciones autonómicas catalanas con el candidato Lluis Rabell. A dicho naufragio había contribuido que los comunes no se habían coaligado con los podemistas. La nueva fórmula para el 20-D era un experimento de incierto resultado. Y la lista liderada por Domènech ganó las generales en Cataluña.
Poco a poco, el desconocido Domènech se fue haciendo un hueco en el Congreso de los Diputados, como coportavoz del grupo confederal liderado por Podemos. Para el gran público su rostro se hizo familiar merced a una imagen icónica de aquella fugaz legislatura: su beso en la boca con Iglesias en el hemiciclo, acontecido durante el debate de la fallida investidura del entonces candidato y hoy presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Tras aquella instantánea, para muchos el político era "el hombre que besó a Iglesias". Pero era mucho más, como demostró en una entrevista con este diario.
Dos victorias históricas
Como Podemos no respaldó al PSOE en busca del sorpasso, hubo que volver a las urnas. Y el 26-J de 2016, la candidatura de este profesor de Historia volvió a ser la más votada en Cataluña. Toda una hazaña política en medio de la lucha entre independentistas y no independentistas generada por el procés.
Domènech tenía a su familia en Barcelona, pero era relativamente feliz como diputado en Madrid. Solo hace unos meses, Iglesias y Colau recurrieron a él para que se volviera a Cataluña para que comandase a los comunes y, de paso, sofocase el incendio interno de Podem. Aceptó el reto pero solo ha durado unos meses.
Ahora, casi tres años después de su llegada a la primera línea, Domènech se va "agotado" para "dejar paso a otros". Ha sido, como tantos otros, devorado por la crispación de la política catalana, donde caben cada vez menos matices porque las posiciones se enconan y polarizan sobremanera.
El por ahora líder de Catalunya en Comú Podem anunciaba este martes en las redes sociales que abandona todos sus cargos y deja la política. Se va siempre, harto. Y deja huérfanos a Colau e Iglesias, sus grandes valedores y amigos, a Errejón, con quien mantiene una excelsa relación, a Pablo Echenique, que se lamentaba de la pérdida amargamente tras conocer la noticia, y a tantos otros.
Domènech podía caer mejor o peor, sus discursos no eran los más hirvientes ni emocionantes, pero era (y es) una de las personas más queridas en el núcleo duro de Podemos y sus socios. Lo van a echar en falta.