Dos imágenes opuestas en solo dos años y medio. Una ocurrió en febrero de 2016 y la otra esta semana, en septiembre de 2018. Los protagonistas que antes se abrazaban ya ni se hablan. Pedro Sánchez y Albert Rivera han pasado de firmar un acuerdo de legislatura a no dirigirse la palabra. Solo cruzan palabras en el hemiciclo del Congreso para lanzarse ataques políticos. Y personales.
Este miércoles por la mañana, durante la sesión de control al Ejecutivo, el presidente de Ciudadanos sacó literalmente de quicio al presidente del Gobierno. Al plantear las "dudas razonables" sobre la tesis doctoral de Sánchez, Rivera logró un tanto político de envergadura y marcó la agenda de la semana más dura para su oponente. Las posteriores acusaciones sobre el plagio y la utilización de negros en la tesis de Sánchez han provocado un terremoto político que a punto ha estado de desembocar en elecciones generales.
No fue casualidad que el jefe del Ejecutivo se enfureciera como lo hizo. Las palabras de Rivera le dolieron sobremanera. Solo había que ver su rostro para comprobarlo. Casi fuera de sí, acusó a Rivera de convertir el Parlamento "en un lodazal" y acabó señalando a la bancada de Ciudadanos al grito de "os vais a enterar", según denunciaron diputados naranjas. Desde el PSOE negaban tales amenazas, pero lo innegable era el enfado del presidente del Gobierno.
Llovía sobre mojado en la tensa relación entre Sánchez y Rivera. Fuentes de Cs explican a EL ESPAÑOL que directamente no existe relación alguna entre ambos. Y señalan como punto de inflexión definitivo lo ocurrido durante la moción de censura, "cuando Sánchez desveló conversaciones privadas que había tenido con Rivera". El enfrentamiento dialéctico de aquel día también llegó a lo personal y resultó un tanto desagradable para ambas partes. Especialmente se sintió el líder de Cs, quien parece que ahora se ha cobrado su vendetta.
El 'Pacto del Abrazo' ya es imposible
Más allá de quien sea responsable de la mala relación entre ambos, ahora está claro que un pacto entre ellos resulta imposible. Pero solo hace dos años y medio que los dos suscribieron el famoso y nonato Pacto del Abrazo. A aquel pacto se le llamó así porque, una vez firmado el acuerdo, Rivera y Sánchez comparecieron juntos y sonrientes en el el vestíbulo de la ampliación III del Congreso de los Diputados.
En una de las paredes de dicha sala descansa el cuadro de El abrazo, de Juan Genovés, símbolo de la reconciliación en la época de la Transición. Era un acuerdo de investidura con el que PSOE y Cs acordaron un centenar de medidas que debiera poner en marcha el hipotético Ejecutivo de Sánchez una vez que fuera investido con los votos de Rivera.
La paradoja es que hoy, solo dos años y medio después de aquello, Sánchez sí gobierna pero está en las antípodas de Rivera. Su sintonía de entonces se ha desvanecido por completo. Ya no existe. No hablan salvo por obligación. Su distanciamiento ha sido un proceso progresivo en el que, sin duda, también importan las estrategias políticas de ambos, puesto que es tan evidente que el PSOE se ha escorado a la izquierda como que Cs se ha movido hacia la derecha.
El fuerte encontronazo de la moción de censura fue algo así como la gota que colmó el vaso tras mucho tiempo de tensiones. La relación estaba más que enquistada desde aquel choque. Dicha pelea empeoró las cosas. Y ahora, el rifirrafe sobre la tesis y el "lodazal" ha empeorado las cosas. Aunque en política todo es posible, las perspectivas de recuperación no parecen sencillas. Sánchez y Rivera son ya enemigos íntimos.