En menos de cuatro meses en el cargo, Pedro Sánchez habrá hecho dos giras internacionales, de una semana cada uno, se habrá reunido a solas con una veintena de jefes de Gobierno y habrá participado en los máximos órganos de decisión de los órganos multilaterales mundiales, UE, OTAN y ONU incluidas.
Se suele decir que los presidentes del Gobierno se concentran en su primera legislatura en asuntos nacionales y sólo hacia la segunda comienzan a viajar con intensidad, pero ya todo es diferente. El presidente nacido de la primera moción de censura exitosa desarrolla una intensa agenda internacional que lo llevará esta semana a reunirse en Montreal con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y luego a pasar seis días en EEUU. Allí participará en la Asamblea Anual de la ONU, con discurso incluido, se verá a solas con los jefes de Gobierno de media docena de países y debatirá con dos centros de estudios de EEUU y las direcciones editoriales de medios como The New York Times, The Wall Street Journal, Bloomberg o Reuters.
Pedro Sánchez es el presidente de la extrema fragilidad política en España que se comporta como si tuviera la mayoría absoluta en el extranjero. Cuenta con tan solo 84 diputados en el Congreso y débiles alianzas con Unidos Podemos, el PNV y los independentistas PDeCAT y ERC. Tanto es así que no está claro que pueda aprobar los Presupuestos para 2019. Ni siquiera los objetivos de déficit y deuda que dibujan los límites de la inversión y gasto público.
Nada de eso es demasiado importante en las instituciones multilaterales, donde España puede hablar sólo con la voz de Sánchez gracias a la manga ancha en la toma de posiciones generalmente reservada al Ejecutivo en esta materia. La dificultad de Sánchez para hacer realidad su programa político en España tampoco influye a la hora de concertar entrevistas con mandatarios internacionales, o para hacer promesas como la que el presidente tiene previsto desplegar esta semana en el foro One Planet, donde es obligatorio hacer un anuncio de calado en la lucha contra el cambio climático.
Gobernar hasta 2030
Sánchez asegura que su acción de Gobierno debe proyectarse en un horizonte tan ambicioso como el de 2030 aunque no sabe si llegará a primavera en el cargo. Tampoco lo tienen claro numerosos cargos del PSOE y del Gobierno, donde late una división sobre si es conveniente convocar cuanto antes elecciones, en especial por el rápido deterioro del Ejecutivo, o tratar de aguantar hasta el otoño.
Mientras Sánchez sufre en casa y atiende a la prensa mientras se dirige a paso rápido a su coche tras salir de los plenos del Congreso de los Diputados, forja su imagen de líder global en viajes al extranjero. Ya ha dado más ruedas de prensa en el exterior que en España y es conocido su gusto por atender a la prensa internacional, especialmente en inglés, idioma que habla con fluidez y toda una novedad en los presidentes del Gobierno español de toda la democracia.
Este domingo ofrecerá otra junto al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, al que se siente especialmente cercano, a pesar de ser liberal y no de izquierdas. O precisamente por eso, pensarán los mal pensados. Ambos comparten una sintonía generacional e imagen moderna, explican en Moncloa. La reunión marcará el inicio del segundo gran viaje de Sánchez, tras una gira por América Latina de casi una semana a finales de agosto, donde acudió con numerosos periodistas a bordo de su avión oficial para reunirse con jefes de Gobierno de cuatro países, además del ministro de Exteriores de otro.
Nueva York
Tras visitar Canadá, este domingo, Sánchez se desplazará a Nueva York, con una intensa agenda en la Asamblea Anual de la ONU, diversos foros, centros de estudios, medios de comunicación y encuentros bilaterales con los jefes de Gobierno de Cuba, Argentina, Corea del Sur, Sudáfrica, Etiopía o Nueva Zelanda, además de la más que probable con Mauricio Macri, presidente de Argentina y en estos momentos del G20, donde España es invitado permanente. Sánchez acabará el sábado en California, reuniéndose con su gobernador y con el alcalde de Los Ángeles, antes de volver a España, donde el lunes siguiente le esperan el primer ministro francés y la titular gala de Justicia en un acto solemne sobre el final de ETA.
Sánchez es, con diferencia, el presidente con una agenda más marcada en el exterior y en menos tiempo. Y todo ello sin contar los dos Consejos Europeos en los que ha participado, así como en una cumbre de la OTAN. Parte de la responsabilidad está en el secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G-20 y Seguridad Global, José Manuel Albares, su "sherpa" o mano derecha en la escena internacional.
Sin embargo, comienza a crecer la inquietud en algunos sectores del PSOE, que consideran que el presidente debe centrarse más en España, donde no le salen las cuentas en el Congreso. La caída de dos ministros en los 100 primeros días de Gobierno, la debilitada situación de otras dos, la de Justicia, Dolores Delgado, por las informaciones que lo vinculan al excomisario José Manuel Villarejo, y la de Defensa, Margarita Robles, con criterio en algunos aspectos que contradice la línea oficial, se suma a una cierta descoordinación entre los ministerios que nadie niega a estas alturas.
¿Y Marruecos?
Otras voces, en cambio, están encantadas con la hiperactividad exterior del presidente, ya que consideran que España ha estado ausente de la escena internacional bajo los Gobiernos de Mariano Rajoy. La combinación entre Sánchez y Josep Borrell, el ministro de Exteriores, puede reportar numerosos beneficios a España, además de a la propia proyección personal de ambos de cara al futuro.
Sánchez es diferente en la política internacional y comenzó rompiendo una tradición desde los Gobiernos de Felipe González. La tradicional primera visita al exterior es desde entonces a Marruecos, pero aún no tiene fecha pese a que la crisis migratoria es uno de los temas más candentes e la agenda internacional.
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