La vida -y muerte- de Mohamed Ghobrit baila entre las sombras del infierno yihadista. Nacido en Marruecos, murciano de adopción, acaba de perder la vida en los últimos combates en la ciudad siria de Idlib. A sus 25 años y convencido de la instauración de un califato terrenal, ha derramado su última gota de sangre por la causa terrorista. Defendía la reconquista de Al Ándalus y el uso de la yihad para la defensa del islam. En Siria vivía -en sus propias palabras- "como un rey". Interior controlaba sus pasos por el evidente riesgo que suponía un posible retorno del combatiente a España.
La historia de Mohamed Ghobrit, y no por ello menos grave, es la de otros muchos jóvenes con raíces en España que se han visto empujados a hacer la yihad en zona de conflicto. Desde que llegó a Siria presumía de la vida que le rodeaba: "Vivo como un rey", aseguraba. Según su consideración, en el califato del Estado Islámico "no hay diferencias entre unos y otros", pero sí "igualdad de oportunidades".
La historia de Ghobrit, no obstante, gira en torno a una incógnita: por qué un chico con el que uno puede encontrarse por las calles de Murcia termina siendo un mártir del Daesh, un muyahidín (combatiente) que arroja su existencia al vacío de la guerra.
La respuesta a esa pregunta -si es que caben certezas en el delirio- la tiene Chema Gil Garre, codirector del Observatorio Internacional de Seguridad. Porque desde sus investigaciones llegó a contactar con Mohamed Ghobrit y a reconstruir en buena medida su trayectoria: "Estaba en los radares de la Policía y ahora ha muerto en los combates de Idlib".
De origen marroquí, y como otros muchos jóvenes, Mohamed Ghobrit se instaló en España por diversos motivos personales y laborales. Concretamente, en la localidad murciana de San Javier (alrededor de 30.000 habitantes). Pronto comenzó su proceso de radicalización.
Un hermano yihadista
Estado Islámico, Al Nusra y otras organizaciones yihadistas extienden sus lazos de captación por todo el mundo. Y para ello utilizan la herramienta más eficaz de la que disponen: redes sociales y sistemas de mensajería. Así constituyen un califato virtual que no conoce fronteras. La radicalización se complementa, casi siempre en fases posteriores, con una aproximación física al sujeto.
La yihad dormía en casa. Marwan Ghobrit, hermano de Mohamed, se había marchado a zona de conflicto para unirse a las filas del Estado Islámico. El joven vecino de San Javier, a sus 22 años (hace ahora tres años), siguió el camino de su hermano. Lió su equipaje, se marchó a Marruecos para despedirse de su familia, y se unió a los yihadistas en Siria.
El codirector del Observatorio Internacional de Seguridad, Chema Gil, inició unas investigaciones que le llevaron a contactar directamente con Mohamed Ghobrit. De nuevo, las redes sociales se convirtieron en una autopista entre Siria y España. "Vivo como un rey", le dijo el yihadista en un mensaje de voz.
Gil recuerda cómo fueron sus conversaciones con el yihadista a través de Facebook: "Una vez entramos en contacto con él, reconoció que estaba en Siria y que había ido con su hermano Marwan. Tenían fotos con armas y con algunos yihadistas muy conocidos y vinculados a España, el norte de Marruecos y el sur de Francia. Sus respuestas sobre España eran amenazantes, en la línea de recuperación de Al Ándalus, y siempre hablaba de la participación española en la lucha contra ellos". Cabe recordar que las Fuerzas Armadas tiene efectivos desplegados en Afganistán e Irak, si bien ninguna de las misiones de las que participa son de combate, sino de asesoramiento e instrucción.
La tumba de Ghobrit
En sus conversaciones, Mohamed Ghobrit ofreció detalles muy concretos de determinadas zonas de San Javier en las que había vivido. También hablaba de la yihad como único medio válido para defender el islam y de las virtudes que tenía vivir en Siria, en dominios del Estado Islámico.
Pero la guerra en la región ha cambiado sus tornas. El Daesh pierde terreno en aquellos lugares en los que antes golpeaba más fuerte, e Idlib, uno de sus bastiones, está acorralado por otras fuerzas. Se trata de un enjambre en el que confluyen ejércitos de países vecinos, de otros rincones del mundo, facciones enfrentadas y un sinfín de intereses. Ese infierno se ha convertido en la tumba de Ghobrit, muerto en fechas recientes. "Lo sabemos por fuentes indirectas, porque en redes sociales lloran su muerte y ensalzan su figura", afirma Chema Gil.
Los interrogatorios del CNI
Según el informe anual que presenta el Departamento de Seguridad Nacional (DSN), 223 españoles o residentes en España han viajado a zonas de conflicto para abrazar la bandera yihadista. Una cincuentena de ellos han muerto. Ghobrit entre dentro de esta última estadística.
Estos informes son sustanciales en la lucha contra el terrorismo. Porque uno de los principales factores de riesgo son los individuos que, una vez han combatido en la guerra, están dispuestos a regresar a sus países de origen. Son los llamados "retornados": "Suponen una amenaza en toda Europa y pondrá a prueba todos los elementos de alerta temprana que se han ido implementando en Europa con este fin", detalla el documento del Departamento de Seguridad Nacional.
En el marco de prevenir este tipo de situaciones, el CNI lleva a cabo interrogatorios en el norte de Siria a decenas de yihadistas con lazos en España. Tal y como adelantó EL ESPAÑOL, estos interrogatorios están coordinados por Marruecos, en un ejercicio bilateral de lucha contra el terrorismo.
"La cooperación es clave y fundamental", resume Chema Gil. Sólo de ese modo se puede llegar hasta el fondo en historias como la de Mohamed Ghobrit, el vecino de San Javier que presumía de vivir "como un rey" en Siria y que llamaba a recuperar Al Ándalus a base de fuego y plomo.