"Advirtió en su hija una conducta extraña, de acusada tristeza y depresión, negándose a asistir al colegio, a salir de casa, y eludiendo la presencia del acusado, e instándola a que contara lo que le había sucedido para encontrarse en tal estado". Este es sólo un extracto de la sentencia en la que se condena a Esteban Vacas, hasta el pasado miércoles el violador más buscado de España. Abusó de su hijastra, y la chica, entonces 15 años, atravesó un infierno que mantuvo en lo más profundo de su soledad.
Vacas fue capturado en Salamanca. Su trayectoria estaba grabada a fuego en los cuerpos policiales: huido de la Justicia desde 2006, se había convertido en un "fugitivo de larga trayectoria" (término empleado por fuentes de seguridad). Porque había violado a la hija de su pareja y desde entonces estaba en paradero desconocido.
Conocemos el desenlace de la historia. Tras 12 años huido, Esteban Vacas fue capturado en casa de su madre, en Salamanca, la misma ciudad en la que ocurrieron los hechos. Había instalado un zulo bajo la encimera de la cocina para ocultarse en cada registro policial. Pero de forma paralela se escribe otra vida, la de su víctima y su infierno.
Abusó de ella en dos ocasiones, según refleja la sentencia dictada el 10 de mayo de 2006 por la Audiencia Provincial de Salamanca. Antes conviene recordar el contexto. Esteban Vacas tenía una relación desde hacía diez años con una mujer, que tenía dos hijos de una relación anterior. La pareja vivía con los menores en una vivienda en la ciudad salmantina.
El primer abuso tuvo lugar el 22 de febrero de 2004, sobre las 11 de la mañana. Esteban, aprovechando que su pareja no estaba en casa, se presentó en la habitación de su hijastra, de 15 años. Dejando a un lado detalles que apenas se sostienen en las pesadillas, "venciendo por la fuerza la resistencia de la menor", la violó. El hombre tenía entonces 35 años.
"Después de lo sucedido, aparte de que Carmela [nombre ficticio de la menor] no comunicó a su madre lo que había sucedido por el temor que le inspiraba el procesado y la larga convivencia de éste en la vivienda familiar, durante los meses siguientes Carmela trató de mantenerse en la convivencia diaria alejada del procesado, mostrando gran retraimiento y alteración nerviosa", detalla la sentencia.
El infierno volvió a abrir sus puertas el 15 de septiembre de 2004. De nuevo, Esteban Vacas y ante la ausencia de su pareja, se abalanzó sobre la menor en su habitación.
Las consecuencias
La niña no volvió a ser la misma. ¿Las consecuencias de la violación? Las líneas que arrancan este artículo: depresión, abandono del colegio y un rosario de visitas médicas y policiales para demostrar la violación de su padrastro. No le fue fácil, porque tardó varias semanas en romper y en contar su historia. Los informes psicológicos reflejan que también tuvo problemas para establecer sus relaciones sociales.
No hubo condena de la Audiencia Provincial de Salamanca hasta el 10 de mayo de 2006. La defensa de Esteban Vacas, además, recurrió la condena al Tribunal Supremo. El dictamen definitivo se hizo público el 26 de enero de 2007. Hasta entonces, Vacas permaneció en libertad. La víctima, en su angustia de volver a encontrárselo por cualquier calle de Salamanca.
La detención
El padrastro de la víctima desapareció cuando se le iba a comunicar la condena por los hechos y, desde entonces, permanecía en paradero desconocido. La Policía sospechaba que pudiera ocultarse en cualquier rincón de Castilla y León o, incluso, en Portugal. Por eso emitió una orden de busca y captura internacional a través de Europol.
La Policía y el exministro del Interior Juan Ignacio Zoido pidieron colaboración ciudadana hace unos meses para encontrar cualquier rastro que condujera al fugitivo. Esa colaboración fue clave para localizarlo en casa de su madre. Según cuenta la Policía, Vacas apenas salía de casa y, cuando lo hacía, era a altas horas de la madrugada. Fuentes policiales relatan que los agentes se personaron en varias ocasiones en la vivienda, pero nunca dieron con el huido: se ocultaba en un zulo que se había construido bajo la encimera de la cocina.
Este miércoles, 12 años después, fue capturado. Con la detención se escribe la penúltima línea de su historia, que concluirá con las condenas que cumplirá por los abusos sexuales y por su huida de la Justicia. La historia que sigue abierta, marcada por aquellos hechos, es la de la víctima, una menor de 15 años -ahora 31-, que durante meses se arrastró por el infierno del silencio.