La barriada de El Rubio, considerado por la Policía “el número 2 de la delincuencia en El Príncipe” y último sospechoso de traficar con migrantes, es un foco de delincuencia abandonada a su suerte.
Entrar en la colina Príncipe Alfonso de la Ciudad Autónoma de Ceuta no resulta sencillo para una persona que no pertenezca al barrio, clasificado como uno de los más peligrosos de Europa, y donde en la actualidad abundan los operativos policiales para desmantelar redes relacionadas con el terrorismo o el narcotráfico.
Mustafa, taxista musulmán y ceutí, accede a entrar, aunque primero advierte de que “no se puede descender del automóvil, y que hay que echar los pestillos de las puertas”. En el camino habla de muertos a balazos por ajustes de cuentas.
“Aquí había un señor que vendía pollos -señala mientras conduce calle arriba-, y le extorsionaron hasta el punto que tuvo que irse. Familias de pistoleros obligan a a la gente a darles dinero, y así empiezan los tiroteos. A éste le pegaron tres balazos en la cabeza”, va narrando mientras asciende a lo alto de El Príncipe.
Un laberinto con sólo dos calles para circular
En la subida se suceden las callejuelas empinadas y estrechas; y se tropiezan grupitos de jóvenes apoyados en las esquinas. Todos son del barrio porque la mayoría de los ceutíes no ponen un pie dentro, lo consideran peligroso. Incluso la Policía no se adentra en la zona donde no hay ni una comisaría, y cuando lo hace es con unidades especiales. Por las noches, tres agentes entran para velar por la seguridad pero en una misión más parecida a la de mediadores sociales. “Es una burbuja”, afirma Mustafa.
Abdemalik nació en una de las calles más importantes del barrio, casi tocando la calzada principal, hace algo mas de medio siglo. “No salir porreta o delincuente fue una gran suerte, un milagro, porque el sistema te inducía a eso, no te dejaba otra opción”, recuerda con cierta amargura.
El Príncipe se construyó en la mitad del siglo XX en una colina que desciende hacía el mar. En la década de 1980 se comenzaron a construir viviendas de ladrillos sin ningún plan urbanístico ni saneamiento, y añadiendo posteriormente plantas a los edificios según crecía la familia.
La circulación resulta complicada entre un laberinto de casas apiñadas, y los coches solo consiguen circular por dos calles. Tampoco se encuentran comercios, solo puestos en la calle, la mayoría ilegales; y un par de cafés.
Más problemas que en la serie de TV
Contemplar el barrio desde la otra parte de la ciudad es ver un puzle de casas de colores de diferentes tamaños y altura que se extienden desde la frontera de El Tarajal hasta el cuartel de La Legión. La leyenda cuenta que los colores son para ocultar la humedad de las casas construidas por los propios dueños con materiales de mala calidad.
En este lugar, convivieron varias religiones, aunque en la actualidad los vecinos son 100% musulmanes, muchos de origen magrebí, y unos cientos de personas incluso no tienen papeles, ni acceso a la sanidad o los planes de empleo, porque no realizaron las gestiones durante la regularizaron que llevó a cabo el gobierno de Felipe González en los años 80. También están los marroquíes que entran con pasaporte y se quedan a vivir. Por eso muchos españoles lo consideran un barrio de Marruecos, más cercano a Castillejos, primera localidad tras la frontera española, que a otras localidades de la península.
El barrio se hizo conocido en España por la serie de televisión que llevaba su nombre. Se rodó en El Recinto, con callejuelas parecidas a las de El Príncipe. Al mencionarla, un vecino asegura a EL ESPAÑOL que “la realidad supera la ficción”.
-¿Es peor vivir aquí que lo que retrata la serie?
-Desde luego –responde-.
Viviendas ilegales que pagan el IBI
Un trabajador del barrio precisa que, además de lo que sale en la serie -narcotráfico y yihadismo-, “tenemos otros problemas de los que poca gente habla: pobreza, paro, fracaso escolar; falta de estructuras, saneamiento, inversiones e integración”.
El barrio se divide en dos partes: la peligrosa y la pobre. Los habitantes viven “sumidos en la miseria, tienen un alto fracaso escolar, registran la mayor tasa de paro, padecen problemas de emancipación y sufren por la falta de espacio”, enumera este vecino.
Las viviendas no cuentan con infraestructuras, ni saneamiento en algunos casos. Muchas de ellas son ilegales, construidas sin permisos. El Príncipe es el único barrio con construcciones ilegales a quienes la Ciudad Autónoma le cobra el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI).
El Gobierno de la Ciudad tiene previsto inversiones por más de 13 millones de euros dentro del programa de fondos Feder de la Unión Europea 2014-2020. Se contempla la realización de un centro cívico -porque el barrio no cuenta con lugares de ocio- y la acometida de agua potable, así como la canalización de aguas residuales y pluviales.