Puede que al doctor Fuster se le haya atragantado el desayuno. Quizá Cicerón, donde quiera que esté, haya temido más que Franco por su exhumación. Y el espíritu de Catilina seguro habrá enterrado el cuchillo por lo delirante del debate. Todos ellos han sido reunidos en una cazuela de realismo mágico a eso de las nueve y cuarto en el Congreso de los Diputados. Las culpables de ese "totum revolutum" -ellas mismas lo han calificado así- han sido Dolors Montserrat, portavoz del PP, y la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo.
No se trata de inquina, ni tan siquiera de disputa ideológica. La conversación entre ellas es, simplemente, indescifrable. Bien mirada -en un arrebato de indulgencia- podría calificarse de original. Un duelo que ya empieza a ser la función más estridente de los miércoles.
Montserrat invitaba al histrionismo con su pregunta: "¿Considera usted que la paciencia de los españoles es infinita?". Calvo, en la réplica y probablemente con la performance de la semana pasada en la cabeza, respondía: "Vengo aquí dispuesta a cumplir con mi obligación. Con el máximo respeto institucional a su persona, pero es que usted me hace unas preguntas...". Los puntos suspensivos no son licencia de escritura, la vicepresidenta guardaba silencio en ese instante. Luego añadía: "Los miércoles, entre las nueve y cuarto y las nueve y media, muchos están al límite cuando le escuchan".
La mano derecha de Pablo Casado, entonces, abría la veda del festival histórico. Llamaba "juez Salomón" a Calvo por partir en dos a Sánchez y dibujar ese "doctor" que hablaba de rebelión y ese "presidente" que ya no opina lo mismo. El doctor Jekyll y Mr. Hyde hubiera sido demasiado moderno. "Aquello fue uno de los momentos más memorables de su carrera", le decía Montserrat a Calvo.
La vicepresidenta se desesperaba y lo que, por su contenido, parecía murmuración era retransmitido a través del micrófono: "Otro miércoles más... Esto es un 'totum revolutum' que nada tiene que ver con el control al Gobierno". Como el Pisuerga pasa por Valladolid, Calvo le lanzaba un dardo gracias a la atemporalidad que le brindaba su oponente: "Usted hace cinco meses era la responsable de las políticas sociales y la igualdad. Abandonó ambas cosas".
A dónde vas, manzanas traigo. Respuesta de Montserrat: "Ustedes manipulan, mienten y lanzan cortinas de humo. Bruselas no acepta sus cuentas y el Vaticano no cree sus cuentos. (...) Han agotado la paciencia del doctor Fuster, reconocido como el mayor cardiólogo del mundo, que ha abandonado la presidencia del Consejo Asesor de Sanidad". Sí, el doctor Fuster, que era arrojado al foso del Congreso en un ejercicio inigualable de imaginación.
Cerraba Calvo, que se ofrecía a buscar una "pareja artística" para Montserrat: "Se me ocurre Catilina". Por fortuna, el tiempo se agotaba y no ha sido posible desmigar el argumento. Seguro que diputados de una y otra bancada lo han agradecido.