Los radicales catalanes marcan sus objetivos y consideran como enemigo a todo aquel que se oponga a sus planes secesionistas. Y en ese saco entran estamentos políticos, policiales y judiciales. ¿El modo de amedrentarlos? Señalarlos, como en las épocas más oscuras de nuestra Historia reciente. En los últimos días, miembros de Arran han perpetrado ataques contra el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, y contra una comisaría en Terrassa. Los Comités de Defensa de la República (CDR) volcaron estiércol en tres juzgados. Este domingo le ha llegado el turno al presidente del Partido Popular de Cataluña, Alejandro Fernández, al que le han pintado esvásticas en su coche particular.
El secesionismo catalán ha puesto una marcha más en su desafío. "Apretad, hacéis bien en apretar", aplaudió Quim Torra a los radicales el pasado 1 de octubre. Ya no son suficientes las manifestaciones o los lazos amarillos en espacios públicos. La violencia ha sido la tónica que ha marcado la semana en Cataluña, en cuatro episodios diferentes con un denominador común: la estrategia del miedo y el acoso.
Hay antecedentes. Los CDR cortaron carreteras y trasladaron la violencia a las calles de Barcelona. También se registraron incidentes al paso de las manifestaciones convocadas por Jusapol (policías y guardias civiles) en la capital catalana -a uno de los agentes le rompieron la nariz-. Y el 1 de octubre se produjo el intento de asalto al Parlament. La actividad de los Mossos d'Esquadra en las últimas semanas es frenética.
La estrategia de esta semana se enmarca dentro de esta escalada. El señalamiento comenzó el lunes sobre tres juzgados: los de Santa Coloma de Farners y Figueras, en la provincia de Gerona, y los de Sabadell, en Barcelona. Kilos de estiércol y un mensaje: "Justicia de mierda". No basta con la acción, también hay que sacar pecho de ella. Por eso, los CDR presumieron de su ataque en las redes sociales.
El miércoles, dos días después, llegó el turno de Arran (los mismos que perpetraron otros ataques como el de la redacción de Crónica Global). El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, dijo que no había fallado ningún protocolo de seguridad, pero lo cierto es que los radicales se plantaron en el portal de Pablo Llarena en Sant Cugat del Vallés (Barcelona) y arrojaron botes de pintura amarilla contra la vivienda. Los Mossos d'Esquadra investigan los hechos. Su principal pista es, de nuevo, el vídeo colgado por los radicales en sus redes sociales.
Ayer, viernes, los radicales volvieron a tomarla con la comisaría de la Policía Nacional de Terrassa. La cuarta agresión en menos de un año contra estas dependencias policiales. En esta ocasión, los miembros de Arran arrojaron bolas de pintura roja contra la puerta principal del edificio.
Y este sábado le ha llegado el turno a Alejandro Fernández. El presidente del Partido Popular catalán ha difundido en su Twitter las imágenes de cómo le han dejado el coche los radicales. Entre otras pintadas, destaca la esvástica que han plasmado en su ventanilla. También le han pinchado las ruedas del vehículo, estacionado en su aparcamiento particular.
Cuatro episodios de señalamiento y presión en una única semana. Los radicales aprietan en una nueva escalada de la violencia en Cataluña.