Ángela Jorgia Lloret flanqueaba a su compañero herido y trataba de replegarse hasta una posición segura, al mismo tiempo que repelía con su arma reglamentaria el ataque de los talibán. Corrían en uno de los rincones olvidados de Afganistán, en Sangatehs, donde los terroristas se movían con grave facilidad. La muerte acechaba a su compañero, su amigo, el que dormía en la litera de al lado en una de las misiones más difíciles a las que se había enfrentado el Ejército. La soldado del regimiento de montaña América 66 recuerda a EL ESPAÑOL aquel episodio que bien pudo haberse convertido en tragedia.
“Un militar herido en Afganistán”, detallan las noticias que se escribieron el 26 de septiembre de 2011 sobre el suceso; unas breves líneas que apenas perfilan el alcance de lo que vivió la soldado Ángela Jorgia. En buena medida, porque la protagonista ha permanecido en silencio hasta ahora. Contó su hazaña en la presentación del calendario del Ejército de Tierra de 2019, dedicado a las mujeres militares que han combatido en primera línea de fuego.
Ella evita términos como “hazaña” o “heroico”. “Hice lo que tenía que hacer”, defiende. Sin embargo, es consciente de que todo pudo cambiar aquel día. Hasta la fecha, 97 militares españoles y dos intérpretes de las Fuerzas Armadas habían muerto en Afganistán. Aquello era territorio hostil, asfixiante por momentos.
Cada uno de los miembros de la sección del Ejército -30 efectivos- de la que formaba parte Ángela eran conscientes del riesgo de la misión. Ese día, caminaban a pie hacia el puesto de observación Vigocho, donde debían brindar protección para el paso posterior de otros compañeros. “Salimos bien temprano, estuvimos andando como una hora y media”, recuerda. Así se sacudieron el frescor nocturno del desierto, que en unas horas se convertiría en un calor opresivo. En su mente se barruntaban las instrucciones que habían recibido, entre las que primaban las medidas de seguridad en un ambiente enemigo.
El ataque enemigo
Aquella tensa calma no tardó en estallar: “Llegamos al punto donde teníamos que hacer la vigilancia y de pronto empezaron a hacer fuego sobre nosotros”. ¿Quién era aquel enemigo que volcaba sobre ellos sus peores intenciones? “Talibanes”. Ángela lo tiene claro por un elemento muy concreto: “Se veía clarísimo porque disparaban en forma de cruz”.
Los talibanes se encontraban a 700 u 800 metros, “y era disparar por disparar, no nos apuntaban”. Pero una de esas balas alcanzó en el hombro a su compañero. En ese momento se puso en marcha el protocolo que tantas y tantas veces habían ensayado. No pensaban en otra cosa que en evacuar al militar herido. Los helicópteros no podían llegar hasta su posición por el peligro de ser alcanzados por las balas enemigas.
No quedaba más remedio: “Todo lo que habíamos andado tuvimos que desandarlo con el compañero herido”. Ángela y otro compañero sanitario acompañaban al soldado herido -que caminaba por su propio pie-, al mismo tiempo que respondían al ataque de los talibán. Replegarse sin abrir fuego permite al enemigo avanzar, y es lo último que se desea cuando uno de los tuyos ha sido alcanzado.
“Recuerdo la rabia de pensar que nos habían dado a nosotros, a un compañero, a un familiar. '¡Ostras, es real!', pensé. También que la mujer del herido estaba embarazada. Pero apenas había tiempo para pensar en nada más. Ángela y los suyos recorrieron aquel kilómetro y medio hasta alcanzar una posición segura. Un helicóptero trasladó al militar herido hasta un hospital ROLE-2 de Bala Murghab, donde fue intervenido con éxito: salvó la vida.
Todo sucedió muy rápido y Ángela no fue consciente de todo lo que había vivido hasta acostarse en su litera de la tienda de campaña en la que descansaba su sección. En ese momento se giró y vio la cama vacía de su compañero. “Le habían evacuado y tenía herida limpia, pero el miedo de la incertidumbre…”.
Tras Afganistán, la soldado Ángela Jorgia volvió de misión en 2013 a otro escenario complicado, Mali.
*EL ESPAÑOL recoge las historias de mujeres militares del Ejército español que han combatido en primera línea de fuego, como la de Alejandra y Margarita, que lucharon en la batalla de Najaf (Irak), o la de la soldado Manar, emboscada por el enemigo en Diwaniyah (Irak). Puede conocer más historias pinchando aquí.