Un hombre alto, de 1,70 de estatura y que llevaba ropa de trabajo marrón, con unos pantalones con bolsillos laterales. Esa fue la persona que según la declaración del conserje de la finca colindante, salió del número 3 de la calle Sebastián Gómez de Madrid el día en que alguien trató de quemar las pruebas que podían identificar el torso escondido en una maleta como el de la joven Heidi Paz.
La declaración, tomada un día después del hallazgo de la maleta con su torso, es importante ya que la descripción de aquel hombre, de la persona que trató de quemar las prótesis mamarias y un colgante de la joven, no concuerda en absoluto con la del principal acusado, el restaurador César Román. Así, las palabras del conserje abren tres posibles hipótesis: que al testigo le fallara la memoria a la hora de describir a aquella persona, que César Román sea inocente y no tenga nada que ver con el crimen, o que el conocido como Rey del Cachopo contara con un cómplice a la hora de perpetrar el crimen o para hacer desaparecer después de las pruebas.
Según las diligencias policiales, fueron los empleados de un bar cercano los que primero se percataron de que salía humo del techo de la nave industrial donde finalmente se encontraron los restos de la joven. Ante los agentes, el conserje asegura que "sobre las 13.00 horas vio a un chico echar el cierre del local colindante, concretamente el número 3, al cual no había visto nunca con anterioridad".
Fue poco después cuando "un operario de una de las empresas existentes en la finca donde trabaja le manifiesta que salía humo del interior del local número 3, motivo por el cual se apresuró a hablar con la persona que acababa de salir del mismo, que todavía se encontraba en el lugar".
Fuego provocado por un soldador
Según esa declaración, el conserje se cruzó sin género de dudas con la persona que necesariamente tuvo que prender el fuego que alertó a los bomberos. El mismo en el que se quemaban posibles pruebas del crimen o elementos que pudieran hacer más fácil la identificación del cuerpo de la joven, pareja sentimental de César Román.
"Al preguntarle por el humo, este le dijo que estaba soldando unos tubos y que una chispa había quemado unos palés, pero que ya estaba controlado". Después de estas palabras y según el testigo, la persona que salió de la finca se marchó en dirección contraria a la que llevaba antes de ser interpelado. Un cuarto de hora después y como el humo no cesaba, decidieron llamar a los bomberos.
Sobre la descripción física de la persona que abandonó el local, el testigo mantiene que era "un varón de unos 40 años aproximadamente, de 1,70 de estatura, complexión normal, pelo corto de color castaño ropa de trabajo de color marrón oscuro, siendo los pantalones los típicos con bolsillos laterales a la altura de media pierna". Es decir: una descripción que no concuerda en nada con la del principal sospechoso, ahora en prisión preventiva.
Tras estas palabras, la policía le enseñó al conserje una lista de fotografías entre las que se encontraban la del principal sospechoso y las de otras personas de su entorno, investigadas en aquel momento por si alguna pudiera tener relación con el crimen. El testigo no identificó a ninguno como la persona que salió aquel 13 de agosto de la nave industrial.
"Por último se refiere que esta persona tuvo una actitud tranquila en todo momento y no detectó en él inquietud por huir del lugar. Así mismo manifiesta que portaba una mochila de color negro en sus hombros y que tiene pleno convencimiento de que cerró el local con llave", refleja el acta policial de la comparecencia del testigo.
Estas últimas líneas hacen referencia a un elemento clave. Según la declaración de los propietarios, solo había una copia de la llave de esa finca, que le fue entregada en mano y en el momento del alquiler al empresario César Román. Es por eso que los agentes consideraron desde el primer momento al Rey del Cachopo responsable de la desaparición de su pareja. Eso, además de otras pruebas como la declaración de un taxista que asegura que le llevó a esa nave con una pesada maleta.
Sin embargo, en el caso quedan interrogantes por cerrar. Y el principal es quién era este hombre que, mochila en mano, salía de la nave industrial donde se quemaban pruebas clave para el crimen.
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