La investidura de Juanma Moreno Bonilla no sólo marca el fin de una era, la del PSOE en la Junta de Andalucía, sino que provocará una reorganización sin precedentes del partido, débil por la bajada en escaños y por el golpe anímico de la pérdida del poder. Los socialistas se enfrentarán, en cuestión de días, a delicadas decisiones de personal como la de asumir si acogen en la formación a trabajadores de confianza a sueldo de la Junta. El reparto de puestos con proyección pública y mediática también será todo un reto. El pastel es más pequeño que nunca y no hay porción para todos. 

Mientras Susana Díaz afronta esa catarsis, deberá pensar en su propio futuro. Este miércoles, en el Parlamento de Andalucía, no dejó espacio a la duda. "Espero volver a tener la confianza mayoritaria de los andaluces cuanto antes", dijo en su cara a cara con Moreno, flamante presidente de la Junta.

Díaz ha anunciado insistentemente su intención de liderar la oposición y hacerlo con fiereza contra Moreno y Ciudadanos, que gobernarán "con los herederos de aquel franquismo". El último congreso de los socialistas andaluces se celebró justo después de perder las primarias por el liderazgo del PSOE en el conjunto de España y en él se garantizó el liderazgo hasta 2021 y unos órganos a su medida. 

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Pero eso era antes. El shock por la pérdida de la Junta ha sido de tal calibre que en Ferraz se multiplican las voces que piden a Díaz que se vaya y dé paso a una renovación, una reflexión y, en definitiva, un nuevo liderazgo. "Susana está quemada", repiten en los pasillos de la sede federal del PSOE, que desvinculan el análisis de la lucha a muerte que Díaz y Sánchez libraron en toda España y que por poco acaba con el partido. 

Desde el último congreso socialista, Díaz y Sánchez mantenían una precaria paz derivada de dos grandes fuentes de legitimidad como referentes socialistas. La de Díaz era la presidencia de la Junta y el liderazgo de la primera federación del partido. La de Sánchez era haber ganado de forma aplastante las primarias. Ahora, Sánchez ha sumado la presidencia del Gobierno y Díaz ha perdido la de la Junta. El equilibrio es muy desfavorable para la andaluza, que empieza a ver movimientos para destronarla en el partido y que sigue al detalle cada movimiento de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, una de las estrellas del Gobierno y en boca de todos como posible relevo al frente del PSOE-A. 

Díaz reivindica haber ganado las elecciones y tener un cómodo control del partido. Por ese motivo, no se va más que a la oposición. La líder andaluza advierte a Sánchez de que tratar de desestabilizarla podría abrir de nuevo el partido en canal a tan solo unos meses de las elecciones del 26 de mayo. En ese sentido, la presidenta en funciones está dispuesta a defender su legitimidad incluso aunque en términos políticos muera matando, a sabiendas de que Ferraz puede tener muy difícil desestabilizarla. La opción de imponer una Gestora en la dirección del partido en Andalucía sería de una extrema dureza. Convocar desde Madrid una consulta a la militancia para que decida sobre su liderazgo en el PSOE-A, también. 

"Está muerta políticamente"

Sin embargo, en Moncloa se ha analizado la situación de Díaz con fruición hasta llegar a la conclusión de que "está muerta políticamente". Según el razonamiento de los máximos asesores del presidente, Díaz está sentenciada por las causas que llevaron al PSOE-A a perder la Junta. La primera es haber decidido adelantar la fecha de las elecciones en contra del criterio de Sánchez, sostienen. La segunda, la de una campaña de perfil bajo que apostaba por una baja movilización. La tercera, subestimar el desencanto que, según fuentes cercanas a Sánchez, genera Díaz en la sociedad andaluza. Todas ellas son responsabilidad de la propia Díaz. En el razonamiento de Moncloa también se incluye el contexto político nacional, pero no como determinante. 

Por el momento, Sánchez se inclina por la prudencia a sabiendas de que una crisis interna no es lo que más le conviene. Al fin y al cabo, la pérdida de la Junta no sólo le viene mal a Díaz sino a todo el PSOE. 

Mientras tanto, la aún presidenta en funciones tratará de reordenar el partido y consolidarse en el partido a sabiendas de una "inestabilidad" en la Junta que pretende explorar al máximo. En ese empeño cuenta no sólo con la maquinaria de su partido sino con la dificultad de reorientar un trasatlántico como la Junta, que durante 36 años estuvo dominada por socialistas cuya influencia se extiende mucho más allá de los cargos de confianza.