El excomisario José Manuel Villarejo aseguró en su última declaración ante la Audiencia Nacional que su intervención en el caso BBVA, donde participó presuntamente en el espionaje a miembros del Gobierno, respondía en realidad a una investigación conjunta con el Centro Nacional de Inteligencia que trataba de descubrir maniobras secretas del servicio secreto francés en suelo español.
Según la versión del exagente, en prisión preventiva desde hace más de 15 meses y que facturó en total más de cinco millones de euros al banco, el servicio secreto español sospechaba que el Gobierno galo y sus agentes estaban maniobrando de forma soterrada para desequilibrar el accionariado del BBVA, uno de los principales pilares del sistema bancario español y el segundo banco del país en volumen de negocio.
Según esta tesis, la Dirección General de Seguridad Exterior (el servicio de inteligencia francés) fue uno de los instigadores del intento de compra del 10% de las acciones de la entidad bancaria por parte de la constructora Sacyr. Según su declaración, Villarejo investigaba si el Gobierno galo jugaba un papel soterrado en la operación, financiando la compra de las participaciones por medio de Societé Générale, el principal banco del país vecino. Se da la circunstancia de que la sede del banco galo en Madrid compartía la novena planta de la Torre Picasso con las oficinas del excomisario ahora en prisión.
Según publicó el portal Moncloa.com, la investigación del exagente para el propio banco afectaba incluso a comunicaciones internas del propio Gobierno español, con intervenciones telefónicas ilegales sobre la vicepresidenta, Maria Teresa Ferández de la Vega. En aquellas fechas, parte del Ejecutivo socialista, con Miguel Sebastián a la cabeza, era partidario de facilitar la compra de esas acciones, y de intentar desbancar de su presidencia a Francisco González.
El nexo entre el BBVA y el 11-M
Sin embargo, Villarejo aportó en su declaración judicial una explicación distinta. Según su testimonio, su papel en la operación era doble. Para el banco, analizaba una posible amenaza para Francisco González dentro del Gobierno socialista. Sin embargo, en realidad perseguía la prueba de que el servicio secreto galo trataba de interferir en el sistema bancario español aportando los fondos para financiar la operación. Villarejo mantuvo además que daba cuenta de ello a sus superiores, algo que queda por acreditar de forma documental y de lo que, por el momento, no queda rastro alguno en la investigación.
De hecho, fue entonces cuando el exagente relacionó esta operación con los atentados del 11-M. Tras los ataques en Madrid y por medio del traficante de armas Monzer Al Kassar, Villarejo organizó un viaje a Siria y Libia. Hasta allí se trasladó finalmente el comisario Telesforo Rubio, buscando la documentación concreta sobre las llamadas telefónicas recibidas desde una cabina en la zona.
Según esta versión, la información que recibió el entonces responsable de la Comisaría General de Información de las autoridades sirias estaba cercenada. La tesis entonces fue que detrás de ese aporte deficiente de información estaba la mano de los espías franceses, con especial ascendente en la zona. Según esta explicación, la operación sobre las acciones del BBVA era una nueva oportunidad para confirmar las presuntas trabas de los agentes galos a la estabilidad de España y por eso interesaba a los equipos nacionales de Inteligencia.
Ahora, la defensa del comisario tiene el papel de acreditar esa versión con nombres, datos concretos y pruebas que la sustenten. Si no, las palabas de Villarejo quedarán simplemente en un relato.