Había sido casi un milagro que el contingente español desplegado en la base de Al Andalus (Najaf, Irak) sobreviviese, sin ninguna baja en sus filas, a los combates del 4 de abril de 2004. Hay quienes los conocen como "la batalla de todas las batallas" del Ejército español. Hechos que han eclipsado a las jornadas posteriores, también duras, con ataques de morteros y fusilería. La sargento Tania Parras, entonces bajo el empleo de legionario, se enfrentó a los insurgentes en una noche oscura, sólo rota por el fuego de las armas. Ahora, recuerda su historia para EL ESPAÑOL.
Los antecedentes son importantes. Estados Unidos había capturado al líder chií de la región, Muqtada el Sadr. La ciudad de Najaf se levantó en armas y trató de asaltar la base Al Ándalus, en la que permanecía desplegado el contingente español: estaban convencidos, erróneamente, de que su líder estaba retenido entre los muros del emplazamiento militar.
Así, el 4 de abril de 2004 se desató la gran batalla. EL ESPAÑOL ya contó cómo los insurgentes se lanzaron con toda su fuerza contra la base, en un combate que se prolongó durante todo un día. Y cómo el capitán Guisado, acompañado de 27 efectivos, se jugó la vida al recorrer las calles de la ciudad bajo fuego enemigo en una misión imposible -pero cumplida- de rescate.
Aquel combate, no obstante, no supuso el cese definitivo de las hostilidades. "Todas las noches nos atacaban, recuerda la sargento Parras. Siempre entre la 1.30 y las 4.00 de la madrugada. El enemigo aprovechaba la oscuridad de la noche para seguir hostigando a los militares españoles.
Una noche en la garita
Nos ubicamos en el 22 de abril de 2004. A Tania Parras, 21 años y encuadrada como Policía Militar, le ha tocado turno de guardia para vigilar la zona. Permanece en su puesto, en una suerte de garita rodeada de sacos terreros.
Los cinco sentidos están en alerta; todo hace pensar que el enemigo volverá a golpear. Y lo hace a la hora habitual, a la 1.30. Pero redobla sus fuerzas, se acerca más a la base, los morteros caen en el patio interior incomunicando la posición de la dama legionaria y el otro edificio, en el que están sus superiores.
La reacción es inmediata: "Me fui al cuarto de armamento, cogí la [ametralladora] MG, subí al tejado y... a rezar". El enemigo sabe lo que hace. Los insurgentes se mueven a bordo de unas furgonetas blancas. Tania también tiene grabados los fogonazos procedentes de los morteros, el silbido convertido en tormenta de la fusilería que llovía contra su posición.
Disparar y cubrirse, disparar y cubrirse. No hay otra forma de actuar. Hay que seguir abriendo fuego, frenando a un enemigo que se aproxima peligrosamente hacia su posición. Tania recuerda la ayuda que le brindaron Perote y Olivares: "Yo no estaba ahí sola, tenía el apoyo de mis compañeros".
Mucho tiempo de combate, "no sabría decir cuánto, pero se me hizo largo". ¿Tiempo para pensar en algo? "Nada, en absoluto, sólo en hacer lo que teníamos que hacer". El enemigo va cediendo en su embestida hasta que el silencio vuelve a reinar en la noche de Najaf.
Vuelta a la garita
"Aquello fue una locura". Tanía regresó a su puesto de guardia tras el combate. Aún quedaban horas de oscuridad y no se podía bajar los brazos. Aquella era su primera misión en el extranjero y su bautismo de fuego contra un enemigo real. Pese a la indescriptible mezcla de sensaciones, no contó nada a su familia: "Cuanto menos sepan... menos sufren".
Tania Parras es una de las protagonistas del calendario Mujeres con valor, presentado recientemente por el Ejército de Tierra; una iniciativa que derriba falsos mitos, como que las mujeres no combaten en primera línea de fuego. Porque ellas, insisten las protagonistas, no son ni más ni menos que sus compañeros.
*EL ESPAÑOL recoge las historias de mujeres militares del Ejército español que han combatido en primera línea de fuego, como la de Alejandra y Margarita, que lucharon en la batalla de Najaf (Irak); la de la soldado Manar, emboscada por el enemigo en Diwaniyah (Irak); la de la soldado Ángela, que rescató a un compañero herido por los talibán; la de la soldado Idoia, muerta en Afganistán tras salvar decenas de vidas; la de María José, Almudena y Adelina, que aguantaron un asedio en una comisaría afgana; o la de María del Carmen Fructuoso, la 'paraca' que protegió a un compañero herido en Afganistán. Puede conocer más historias pinchando aquí.