La Policía Nacional, la Fiscalía y la Audiencia Nacional controlaban a uno de los principales terroristas que atentaron el 11-M al menos un año antes de los ataques: El Tunecino. Los agentes le siguieron, pincharon sus teléfonos y monitorizaron sus movimientos hasta tres días antes del ataque, pero aun así no consiguieron obtener una sola prueba que les alertara de la preparación del peor atentado terrorista de la historia de España.
El rastro de esa investigación se encuentra en los archivos de la Audiencia Nacional y en concreto en el procedimiento 230/03, instruido por el juez Fernando Andreu, abierto el 17 de enero de 2003. Ese procedimiento quedó en manos del Grupo de Terrorismo Internacional y Asuntos Generales de la Brigada Provincial de Información de Madrid. EL ESPAÑOL ha accedido a parte de sus diligencias.
En total, los agentes encargados del caso realizaron 132 seguimientos para intentar controlar a los miembros de la presunta red. Se investigaron los movimientos de El Tunecino, sus contactos dentro y fuera de España, la captación de fondos en las mezquitas españolas y la inmobiliaria en la que trabajaba el terrorista. A través de ella alquiló la casa de Morata de Tajuña donde se prepararon los explosivos. El dueño del inmueble estaba en ese momento en prisión acusado de pertenecer a Al Qaeda.
Fue el 3 de marzo de 2003, un año antes de los ataques, cuando una fuente policial puso sobre la mesa por primera vez el nombre de Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, conocido como El Tunecino y que se reveló después como uno de los principales autores del atentado.
Un piso con mucho trasiego
Se le asoció con un domicilio de la calle Francisco Remiro, en el barrio de Salamanca de Madrid, y se marcó además un piso en el barrio de Lavapiés como centro de reclutamiento. En total, por el piso de El Tunecino pasaron, desde 2001, 19 personas según los datos que manejaron los agentes antes del atentado. Casi la mitad tenían algún tipo de vinculación con actividades yihadistas.
El 8 de julio de 2003, la Audiencia Nacional autoriza la intervención de los tres primeros números de teléfono pinchados en este caso. Luego llegaron más, con la extrañeza por parte de la Policía de que registraban escasas llamadas. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que los números intervenidos estaban desviados a terceros que no contaban con intervención judicial, y que en las conversaciones hablaban en clave con frases como solicitar "cinco de pollo y trescientas de pan" a la que el interlocutor responde que para eso "utilice otro teléfono".
En septiembre, los agentes conocen que El Tunecino llegó a recaudar fondos para la yihad (una limosna voluntaria llamada sadaka) junto con Hicham Tensamani, antiguo imán de la mezquita de Toledo y detenido por su presunta implicación en los atentados de Casablanca de mayo de 2003. Los fondos, según los informes policiales, fueron remitidos a Afganistán, "sirviendo el resto para la financiación de las actividades llevadas a cabo por los citados en esta capital".
Ese mismo mes, la Policía pide permiso al juez para intervenir un teléfono móvil. Un número concreto por el que sospechan que se comunicaba El Tunecino. También se equivocaron.
Otra fecha clave es da el 1 de octubre, cuando los agentes detectan a El Tunecino saliendo de su domicilio y "realizando a pie varias maniobras en actitud evasiva, tomando numerosas medidas de seguridad" para reunirse después con Abdelilah El Fadual, también acusado de participar en el atentado y absuelto finalmente por el Supremo. En el coche que le transportaba se encontraba Hicham Ahmiran, condenado a 10 años de prisión en Marruecos por su implicación en los atentados. Ahmiran es además primo de El Chino, otro de los principales terroristas de los atentados de Madrid.
Un maletín lleno de oro
Poco a poco llegan más datos del terrorista. Los agentes confirman que El Tunecino sigue recaudando dinero por las mezquitas de Madrid, que se mueve con dos coches distintos (uno azul oscuro y uno rojo) y que uno de sus compañeros habría viajado a Alemania con "un maletín lleno de oro". El 13 de octubre, detectan una reunión en la que El Tunecino trata de recaudar fondos para la defensa de un cuñado, detenido por participar en los atentados de ese mismo año en Casablanca.
El 13 y 14 de enero, los agentes de Información tratan de localizar en sus vigilancias a El Tunecino. Van a la inmobiliaria, a su casa, vigilan a sus compañías, pero nada. Les llama la atención que en dos días consecutivos, el terrorista no pisó su puesto de trabajo, aunque la inmobiliaria seguía abierta y con una actividad comercial normal.
El día 22 de enero vuelven a intentar localizarle. Nada. La Policía reseña incluso que perciben las persianas del piso cerradas. El día 26 peinan de nuevo la zona de su casa, de su trabajo... Nada de nada. Es el 5 de febrero cuando la Policía detecta de nuevo a El Tunecino, que parece tener una avería en el coche. Se encuentra con dos personas árabes que no pudieron ser identificadas por los agentes. Ese día había sobre el terreno seis efectivos para controlar los movimientos del terrorista.
Las pesquisas prosiguieron cada dos o tres días. La última, según la documentación consultada por EL ESPAÑOL, se produce el 8 de marzo. Solo tres días después, El Tunecino y sus compañeros perpetraron el peor atentado de la historia de España. El 3 de abril murió en la explosión del piso de Leganés, cuando él y otros yihadistas habían sido cercados por la Policía.