De no ser por su intervención, es posible que el asalto a la embajada norcoreana en Madrid hubiera pasado desapercibida. Es una empleada de la legación que eludió a los criminales, saltó desde un segundo piso y alertó a la Policía de los hechos. Se rompió la pelvis y fue trasladada a dependencias hospitalarias. Una pieza clave en el episodio de guerra sucia de espionaje que ha sacudido el ámbito diplomático.
Las pesquisas todavía siguen abiertas. Policía Nacional y Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tratan de desenmarañar una serie de pistas que apenas conducen, por el momento, a pistas concluyentes. Sobre su mesa están nombres tan dispares como el de la CIA estadounidense hasta el grupo disidente norcoreano Defensa Civil Cheollima, que busca desestabilizar al régimen de Pyongyang. Lo que sí cobra más forma -como adelantó EL ESPAÑOL- es el motivo del asalto: obtener información sobre la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong Un que se celebró en Vietnam.
Pero todas estas conclusiones quizá no se hubiesen alcanzado de no ser por el papel de la empleada norcoreana. El asalto se produjo de forma violenta. Una decena de hombres armadas entraron en la legación, maniataron al personal y les cubrieron las caras con capuchas. En el interior del edificio, en Aravaca y muy cerca de la propia sede del CNI, también había un grupo de estudiantes norcoreanos que realizaban una visita de cortesía.
La peor parte se la llevó el delegado comercial de la embajada. Los asaltantes se lo llevaron a una habitación aparte y le golpearon. Le preguntaban por información concreta de ámbito diplomático.
Los investigadores creen que los criminales trataban de obtener más datos sobre el ex embajador norcoreano en España, Kim Hyok Chol, quien permaneció al frente de la legación hasta septiembre de 2017. Entonces fue expulsado por la crisis de los misiles de Pyongyang. El ex embajador ha jugado un papel crucial en las conversaciones con Washington para que se concretase la reunión bilateral de Vietnam.
Un salto por la ventana
En esas, una trabajadora de la embajada, alertada por la violencia de los asaltantes, logró escapar del edificio. Saltó por una ventana ubicada en el segundo piso y se rompió la pelvis al impactar contra el suelo, detallan fuentes policiales a este diario.
Con todo, la empleada consiguió abandonar el recinto y alcanzar un coche de Policía que había por las inmediaciones. Inmediatamente fue trasladada a dependencias hospitalarias, si bien logró comunicar a los agentes que se estaba produciendo un asalto en la legación. No hablaba español, pero tradujo sus inquietudes gracias a una aplicación de su teléfono móvil.
Fue entonces cuando una patrulla de la Policía Nacional se personó en la embajada y llamó al timbre de la puerta principal. Un hombre perfectamente vestido y con un pin de la bandera norcoreana en la solapa dijo que todo estaba bien, que no tenían conocimientos de ningún asalto. Los agentes permanecieron por la zona y, al cabo de un rato, vieron dos coches diplomáticos abandonando el lugar a alta velocidad. A bordo iba, entre otros, el mismo hombre que les atendió en la puerta.
El objetivo de los asaltantes era el material informático y la información. Los hechos aún están bajo investigación, si bien desde esferas próximas a Pyongyang se sostuvo en un primer momento que se trataba de un asalto por delincuentes comunes. La historia podía haber pasado desapercibida de no ser porque la mujer, con su odisea, logró ponerlo en conocimiento de la Policía Nacional.
Un incendio en un repetidor
Pero las pesquisas parece que no conducen, ni de lejos, hacia los delincuentes comunes. No sólo por el objetivo de su intervención. También porque los criminales utilizaron la más alta tecnología para llevarlo a cabo. Se investiga la manipulación de las farolas colindantes, que les permitió moverse en una oscuridad cómplice. Pero también se analiza un incendio en un repetidor de telefonía muy próximo a la legación.
De acuerdo a los primeros análisis, no se trató de un incendio fortuito. Y tampoco se cree que se tratase de una quema rudimentaria. Porque los movimientos policiales apuntan a que el autor utilizó medios tecnológicos para propiciar el fuego. En concreto, saturó la información del repetidor, lo sobrecalentó y desató el incendio en el repetidor.
Sobre el puzle hay varias piezas que encajan entre sí. Sin embargo, todavía falta la pieza central, que determine quién está detrás de un asalto de profundas consecuencias diplomáticas y de seguridad.