Bernard-Henri Lévy y el realismo mágico: más de mil personas reunidas en un teatro para hablar de política y libros… ¡un martes por la noche! Un escenario sencillo -él mismo y unos cuantos papeles- para conseguir algo sumamente complejo: el relato que vuelva a convertir Europa en una apuesta irrenunciable para sus pueblos.
Enfant terrible a sus setenta años, el filósofo francés ha invocado los fantasmas de la Ilustración y la libertad para levantar un muro frente a los populismos, entre los que ha incluido a Santiago Abascal, Carles Puigdemont, Pablo Iglesias, Salvini, Le Pen, Orbán y compañía. Hijo de brigadista internacional, ha terminado su monólogo en un teatro Nuevo Apolo abarrotado al grito de “¡No pasarán!”. Una consigna que, a pesar de los años, se dirige al mismo adversario, “el totalitarismo”.
El escritor ha elevado su voz por encima de una artificiosa tormenta para resucitar a Goethe, Velázquez, Cervantes, Buñuel, Frida Kahlo, Kant, Diderot, Lope de Vega, Beauvoir y un sinfín de intelectuales. Tras un ejercicio de güija que le ha dejado afónico, Lévy ha avisado: “No lo podremos hacer sin ellos, pero también hacemos falta nosotros”.
Así ha concluido Looking for Europe en Madrid, un espectáculo que, a pesar de un guión común, se amolda a la capital que lo acoge. El objetivo de Lévy pasa por recorrer el continente “antes de que sea tarde”. O lo que es lo mismo: antes de las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Él mismo bromea así: se trata de un político en campaña que no figura en ninguna papeleta.
Boadella, como nacionalista catalán
Esta vez -ha incidido un Lévy trajeado y embutido en su camisa blanca de siempre- el problema no lo tienen los gobernantes, sino sus pueblos. De ahí la continua llamada a la participación. Esta es la ficción con la que el filósofo ha envuelto su relato: Pedro J. Ramírez, amigo suyo desde hace cuarenta años, le ha encargado una conferencia sobre el futuro de Europa. Se celebra en Sarajevo, lugar que acogió la última gran guerra de la Unión, de la que fue testigo. Tan verosímil ha sido que ha felicitado en vivo el cumpleaños al director de este periódico.
Lévy, por tanto, ha aparecido en una habitación de hotel. Solo, nervioso, con un puñado de libros y un escritorio repleto de alcohol. Para más inri, Albert Boadella ha encarnado a un nacionalista catalán, dueño del establecimiento, que entraba a recordarle el “hecho diferencial” cada dos por tres. Hasta que Lévy le ha despedido al grito de “¡eres un tocacojones!”.
Hace poco más de un mes, Lévy visitó Madrid para promocionar su espectáculo. Se reunió con algunos de los dirigentes más importantes del centro derecha español. Les conminó a coaligarse, pero sin coquetear con Vox, partido que considera tan perjudicial como Podemos. “Eso sería un pacto para ganar la batalla y perder la guerra”.
Este mensaje lo han escuchado esta noche en directo Manuel Valls -candidato a la alcaldía de Barcelona-, Esperanza Aguirre -exministra y expresidenta de la Comunidad de Madrid-, Luis Garicano -candidato a las europeas de Ciudadanos-, Toni Roldán -uno de los economistas más importantes de la formación naranja-, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, Chenoa y casi una decena de asesores del Gobierno y de los distintos partidos. También han acudido autoridades de Sociedad Civil Catalana y algunos de sus promotores como el empresario Félix Revuelta.
"El odio termina por alcanzarlo todo"
“Sólo hay una verdadera armada invencible: la cultura y el espíritu. Eso es algo que nunca comprenderán Abascal, Puigdemont e Iglesias”, ha desmenuzado Lévy. El escritor francés ha bautizado a estos dirigentes como “un trío barroco y satánico que pretende destruir el país”.
A Puigdemont lo ha tachado de “bufón” y a Torra apenas le ha dedicado tiempo. Lo ha despachado como a una “marioneta”. Sobre Iglesias, ha destacado: “Cree que el populismo es como el colesterol, que existen el bueno y el malo, pero es mentira. Piensa que odiar a las élites hace que no se tenga tiempo para odiar a los gays, los judíos o al diferente. El odio termina por alcanzarlo todo”. Este argumento resume el libro que catapultó a Lévy como uno de los filósofos más polémicos y mencionados en la España de los ochenta: “La barbarie con rostro humano”. Una barbarie que lo es “independientemente de su procedencia, izquierda o derecha”.
Con Abascal, quizá fruto de la novedad, se ha prodigado más: “Es un líder súper hortera. Sable en mano, a caballo, con música del Señor de los anillos… Sueña con anular el matrimonio gay, recuperar Gibraltar y borrar cuarenta años de democracia”. En todo momento lo ha llamado “Francisco Abascal” porque, a su juicio, tiene nostalgia de la “pólvora del Alcázar de Toledo”.
“El deber de los supervivientes es honrar la memoria de los muertos que cayeron sin sepultura, las víctimas de todas las guerras. Necesitamos ese gran poema que escriba la Historia de Europa. ¿Cómo es posible morir tantas veces en tan poco tiempo? El 14, el 39, la guerra de Bosnia… Pero Europa también son sus grandes ciudades, sus paseos, sus puestas de sol, sus cafés, sus gentes, los besos a medianoche… La batalla acaba de comenzar”.
Con este discurso, Bernard-Henri Lévy ha cerrado un ciclo. Aquel joven desmelenado que, con un cigarrillo en la mano y tono provocador, soliviantó a Santiago Carrillo en Televisión Española hace más de cuarenta años ha vuelto a hacer lo propio: elevar una diatriba afilada y diáfana contra esos populismos que, sin importar el signo, acaban juntándose por los extremos.