"En solo 10 años, las redes sociales han pasado de ser descritas como la mejor herramienta para la democratización que habían desarrollado nuestras sociedades a ser considerados por algunos como una gran amenaza para los sistemas democráticos occidentales". La frase es de Raúl Magallón, profesor en el departamento de de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III y que en su libro Unfaking News aborda de forma directa uno de los fantasmas que más preocupan en campaña electoral: cómo combatir la desinformación propia de este fenómeno.
Lo primero que desvela este trabajo de investigación es que el término fake news se ha convertido en un cajón de sastre peyorativo. Por un lado, recibe esta calificación cualquier manipulación informativa, pero por otro, el discurso político y social hace que se califique de esta forma por parte de uno u otro bando informaciones u opiniones que simplemente le son contrarias o directamente, molestas.
Otra de las cuestiones que desmiente Magallón es que las fake news se permitan en las redes sociales por una cuestión de rentabilidad económica. El autor cita como ejemplo una investigación periodística del New York Times que detecto en Facebook la compra de 3.000 anuncios con fake news procedentes de servidores rusos. Eso supuso 100.000 dólares en ingresos de publicidad en toda la campaña, para una empresa que facturaba según sus propias cifras 88 millones de euros diarios en publicidad. Es decir: las fake news aportaron una cantidad irrisoria a su facturación, el 0,1% de los ingresos diarios en publicidad.
Tras las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, Facebook se convirtió en el blanco de muchas miradas por su supuesta falta de implicación a la hora de combatir las fake news. La empresa comenzó a aplicar programas de fact cheking tanto internos como externos y en 2018 la propia red social publicó algunas cifras para ejemplificar la magnitud del fenómeno. En 2018 y según el trabajo de investigación del profesor de la Carlos III, Facebook había retirado 837 millones de piezas de spam en solo tres meses y deshabilitado 583 millones de cuentas falsas.
La jungla de twitter
"Twitter ha pasado en menos de cinco años de ser una herramienta que ofrecía una apertura de la esfera pública central, a ser acusada de potenciar las burbujas informativas, de emancipar procesos colectivos a herramienta de conflicto y propaganda", refleja Magallón en su libro.
Lo primero que denuncia el investigador universitario es que la condición de Twitter como multinacional, al igual que la de Facebook, hace que se tomen medidas de control mucho más importantes en Estados Unidos que en otros países "estratégicamente poco importantes". Según el libro Unfaking News, Twitter trabaja ahora para intentar frenar el borrado de tuits sin que puedan ser rastreados por los usuarios, frenar el uso de bots para diseminar informaciones, "Así como la incapacidad que tienen las rectificaciones de alcanzar la difusión de un tuit que contiene información falsa (principalmente política". Pese a ello, la empresa recuerda en sus comunicados que Twitter no puede convertirse en "árbitro de la verdad".
El trabajo de investigación aborda por ejemplo el papel del buscador Google a la hora de marcar o no contenido informativo como fake new, herramientas españolas como la de la web Maldito Bulo, que cuenta con un avisador donde los propios usuarios pueden remitir contenidos sospechosos, la decisión de Youtube de incluir en la descripción de determinados vídeos enlaces a Wikipedia u otras fuentes de información online.
Por parte de WhastApp, el sistema de mensajería más importante del mundo tuvo que limitar por ejemplo el reenvío de mensajes a cinco personas en las elecciones en La India. El autor del trabajo de investigación recuerda por ejemplo que mientras WhatsApp elimina el nombre del usuario primigenio a la hora de reenviar los mensajes, eso no sucede en otros sistemas como Telegram, donde la "cadena de confianza" es perfectamente rastreable.