Las víctimas del terrorismo en España –y especialmente las de ETA en el País Vasco– hemos experimentado de primera mano el famoso dicho de que “en ocasiones la realidad supera a la ficción”. Un momento particularmente difícil de creer fue cuando Josu Ternera se sentó al frente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, a finales de los noventa.
Mikel Azurmendi, profesor de Filosofía en la UPV, portavoz del Foro de Ermua y fundador de ¡Basta Ya!, acudió a una tertulia en EITB para abordar el asunto. “Es una vergüenza que en la Comisión parlamentaria de Derechos Humanos se halle presente un gran asesino como Josu Ternera”, dijo ante los otros cinco tertulianos, todos en su contra. Uno de ellos tomó la palabra para decirle que Ternera no era “un gran asesino, sino un gran patriota”. Se trataba de Patxi Zabaleta, un miembro destacado de la izquierda abertzale.
Veinte años después, Josu Ternera ya no preside la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, pero las posiciones de quienes defendían que era legítimo que lo hiciera no se han movido ni un ápice. Ayer, al poco tiempo de conocer la detención de Ternera por parte de la Guardia Civil y los servicios de inteligencia franceses, la izquierda abertzale exigió la excarcelación de quien calificaron como “uno de los máximos referentes de la apuesta por la paz en el seno de ETA”. No solo la izquierda abertzale lo encumbró a la categoría de hombre de paz, sino también Jesús Eguiguren, ex dirigente del PSE, quien salió al paso diciendo que Ternera es “el héroe de la retirada de ETA”.
Uno de los terroristas de ETA con mayor trayectoria merece, para algunos, gozar de impunidad por haber impulsado que ETA cambiase de medios, pero no de fines, y sin condenar esos medios criminales.
Las víctimas del terrorismo seguimos, por tanto, soportando situaciones propias de una película de terror: uno de los terroristas de ETA con mayor trayectoria criminal dentro de la banda –dio sus primeros pasos en ETA a finales de los sesenta– merece, para algunos, gozar de impunidad por haber impulsado que ETA cambiase de medios, pero no de fines, y sin condenar esos medios criminales.
La detención de Josu Ternera es una muy buena noticia, sin lugar a dudas. Pero, con ella, toca repasar las huellas que ha dejado el terrorismo en la sociedad española, dado que Ternera es responsable de la gran mayoría de ellas. Al hacerlo, he vuelto a sentir que estoy frente a una pantalla de cine. En ella se reproducen, a veces con una cadencia aterradora, múltiples crímenes, secuestros y una amenaza tras otra.
El largometraje del terror que ha protagonizado ETA ha tenido tintes dramáticos, sí, pero también mafiosos, con una organización criminal perfectamente orquestada donde unos daban las órdenes, otros las ejecutaban y todos asentían, convirtiéndose así en igual de culpables. Por desgracia, cincuenta años de terrorismo no han sido una película, sino una espantosa realidad.
Si la historia de ETA hubiera sido una película, el público únicamente se sentiría reconfortado cuando todos los integrantes de la mafia fueran debidamente detenidos. Esto no ha ocurrido con los miembros de ETA: la banda terrorista, hace un año, protagonizó su propio final en la localidad francesa de Cambó, con Ternera como estrella invitada leyendo el spot publicitario que anunciaba su disolución.
ETA ha podido poner punto y final a su trayectoria como organización, pero la desactivación de sus siglas no significa que se desactive su proyecto político.
La maquinaria de propaganda y perversión de ETA y su entorno social y político, siempre bien engrasada, trata de borrar ahora el historial criminal de todos los miembros de ETA para vivir como si ETA nunca hubiese existido, incluido el de Josu Ternera, a quien consideran un “referente de paz”.
Ayer fue un día de celebración para el Estado de Derecho y de felicitación para la Guardia Civil y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad franceses, pero no puedo dejar de clamar que no es suficiente con la detención de Josu Ternera, ni mucho menos con el circo de disolución que ETA organizó hace un año, para afirmar que hemos derrotado a la banda terrorista. ETA ha podido poner punto y final a su trayectoria como organización, pero la desactivación de sus siglas no significa que se desactive su proyecto político, que muchos han asumido como propio, justificando las acciones criminales de los terroristas. Todos y cada uno de los miembros de la izquierda abertzale han asumido sin ambages el proyecto político totalitario y excluyente de ETA, pero han evitado asumir sus responsabilidades en la historia del terrorismo, que son políticas, intelectuales y fácticas.
La detención de Josu Ternera es el comienzo de la verdadera disolución de ETA, la protagonizada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y que seguía pendiente hasta ayer. El fin de ETA solo será completo cuando todos los terroristas que se encuentran huidos y tengan causas pendientes en España hayan sido detenidos, cuando quienes han apoyado a ETA durante décadas condenen la trayectoria criminal de la banda terrorista, y cuando dejen de considerar a sus miembros más sanguinarios como “referentes de paz”.
*** Consuelo Ordóñez es presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite).