La victoria ha cambiado, de nuevo, al presidente del Gobierno. “Sánchez es un hombre nuevo”, ha confesado esta semana uno de los más directos colaboradores de confianza del jefe del Ejecutivo. La frase está llamada a tener profundas repercusiones en una política de alianzas de cara a su investidura como presidente que esta semana parecía estar cantada.
Sánchez no quiere renunciar a nada y se plantea la investidura como un referéndum sobre sí mismo. La moción de censura fue una decisión entre Sánchez y Mariano Rajoy. Las elecciones generales, entre Sánchez y las llamadas “tres derechas”. La investidura, entre Sánchez y Sánchez.
“No hay alternativa. O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE”, dijo este jueves en Moncloa tras recibir el encargo del Rey de formar Gobierno. Ante él, su jefe de Gabinete y máximo consejero, Iván Redondo, asentía con una leve sonrisa.
Acto seguido, convocó a los líderes de PP, Ciudadanos y Unidas Podemos a sendas reuniones para comenzar a hablar de la investidura. Tendrán lugar el próximo martes. Aunque Pablo Casado y Albert Rivera ya han anunciado que dirán “no” al líder del PSOE, Sánchez en ningún momento le ha dicho “no” a ellos.
Es más, Sánchez tendió la mano el jueves a “todas las fuerzas políticas dentro del marco constitucional”, en línea con sus mensajes durante la campaña electoral y desde el 28 de abril, varios dirigentes socialistas han pedido en diferentes ocasiones a Casado y Rivera que se abstengan. En el caso del PP, en justa contraprestación por la abstención socialista que hizo a Rajoy presidente. Pero los dos partidos serán advertidos de que, no habiendo posibilidad de una candidatura alternativa, está en sus manos evitar que Unidas Podemos y partidos independentistas sean determinantes.
"Nueva etapa"
La propia portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, envió una señal más en este sentido al retirar la condición de “socio preferente” a Pablo Iglesias, el líder de Unidas Podemos, que ha sufrido un grave retroceso en votos tanto en las elecciones generales como en las europeas, municipales y autonómicas.
“Con Podemos hemos trabajado todo el año en políticas sociales. Ha sido el socio preferente. Pero ahora tenemos una nueva etapa, en la que apelamos a la responsabilidad de otras fuerzas políticas”, dijo Celaá. En otras palabras: no habiendo alternativa a Sánchez, son los demás partidos quienes tienen que elegir con quién gobierna. O al menos gracias a quién es investido.
En esa lógica se inscribe también un cambio en la tradición política española. Hasta 2016, el aspirante a la investidura llegaba a la ronda de consultas con el Rey con las cuentas y los deberes hechos, teniendo amarrados los apoyos para la investidura. La fragmentación política lo cambió todo en el último ciclo electoral y Sánchez no ha descolgado un solo teléfono en la coyuntura actual, haciendo que fuesen los demás los que mostrasen sus cartas y dijeran si estaban o no dispuestos a investirlo. Es el método de la moción de censura: no pactar nada advirtiendo de las consecuencias del bloqueo. Y que los apoyos caigan por su propio peso.
Erosionar a PP y Cs
En el “nuevo Sánchez” pesa el éxito de su estrategia hasta ahora, comprobada en las urnas. Pero también las elevadas demandas de Iglesias, a quien el PSOE ya ha recordado en más de una ocasión que si no había entrado en el Gobierno con 71 diputados frente a los 84 del PSOE, difícilmente está en condiciones de exigirlo con 42 frente a 123.
La estrategia de Sánchez puede tener el objetivo de erosionar tanto a PP y Ciudadanos, confiando en que alguno vire en su estrategia y decida reivindicar una abstención de Estado, como apaciguar las demandas de Unidas Podemos. Si Sánchez tiene otras opciones para la investidura que no pasen por Iglesias, la posición negociadora del líder morado pierde peso inexorablemente.