Pamplona

La historia de los socialistas navarros desde la noche del 26 de mayo no es un “manual de resistencia”, como el promovido por Pedro Sánchez, sino que se acerca a un perfecto “manual de autoengaño” con el único objetivo de llegar a la presidencia del Gobierno de Navarra. 

Los socialistas apenas consiguieron 11 escaños de 50 (22%), pero celebraron los resultados al grito de “Navarra es socialista”, como si la mayor parte de los ciudadanos hubiera apostado por la formación de la rosa.

Junto a esos cánticos, recibieron a su líder, María Chivite, al grito de “presidenta, presidenta”, aun a sabiendas de que para llegar al trono de Navarra necesitaba los apoyos del PNV y la abstención de los proetarras de Bildu, a los que han hecho dura oposición tanto en el Parlamento navarro como en el consistorio pamplonés. 

Nada de esto parece importar ahora a la joven dirección del PSN, que se ha lanzado en una carrera sin control a gobernar la comunidad con el nacionalismo vasco y bajo la fiscalización de la formación de Otegi, que controlaría de esta manera cualquier acción de gobierno. 

Chivite, en los pasillos del parlamento navarro, esta semana. Iñigo Alzugaray

Cerca de la mayoría absoluta

Navarra Suma, la coalición de UPN más Ciudadanos y el PP se lanzó hasta los 20 parlamentarios, a sólo 6 de la mayoría absoluta y un 40% de los asientos del Parlamento foral. Su cabeza de lista, Javier Esparza, ya ha confirmado que pactaría un gobierno de coalición con los socialistas para devolver al constitucionalismo al frente de Navarra. 

No en vano, Navarra Suma y el PSN acumulan 31 parlamentarios en Navarra, el 62% de la Cámara foral después de una complicada travesía en el desierto de cuatro años bajo el dominio del nacionalismo vasco permitido y jaleado por Podemos. 

La pregunta que mucha gente se hace en Navarra, y también en el resto de España, es cómo el PSOE, un partido nacional y que en la Comunidad foral siempre ha defendido el autogobierno y la no anexión al País Vasco, quiere ahora gobernar con el PNV y Bildu, dos partidos cuya única apuesta es la de anexionar Navarra a Euskadi, tras años de apoyo al terrorismo de ETA, al menos en el caso de los herederos de Batasuna. 

Uxue Barkos (PNV) ha gobernando Navarra por una sucesión de carambolas que nadie hace unos años hubiera adivinado. El descalabro de Podemos y su servilismo ante el nacionalismo los ha descabalgado del Gobierno, pero el PSN quiere jugar ahora ese mismo papel de muleta de los abertzales, que han dedicado sus años en el poder a euskaldunizar Navarra a golpe de decreto.

"No vamos a dar nuestros votos Esparza"

“No vamos a dar nuestros votos a Esparza. O se hace cómo nosotros lo hemos planteado o nos iremos a unas nuevas elecciones”, explica una voz autorizada del PSN. 

Es el mismo discurso que Ramón Alzórriz, secretario de organización de los socialistas navarros, ha mantenido tras una ronda de contactos que han incluido al PNV de Uxue Barkos (en Navarra se llama Geroa Bai para tratar de pasar desapercibido) y a los dos grandes perdedores de las elecciones: Podemos (2) e IE (1). 

Se trata de unos encuentros que fueron “desautorizados” por Ferraz antes de llevarse a cabo, pero que nadie ha sido capaz de frenar ante el peligroso final que conllevan: suplicar a Bildu la abstención para poder gobernar bajo su control. 

“La gente no nos perdonaría que volviéramos a dejar gobernar a UPN”, razonan desde la sede socialista del Paseo de Sarasate en Pamplona. Lo dicen en alusión a lo ocurrido en 2007, cuando el entonces candidato socialista, Fernando Puras, retó a Ferraz con un intento de gobierno nacionalista y terminó con UPN (Miguel Sanz) en el gobierno y Puras dimitido. 

El precedente de Barcina

En aquella ocasión, sin embargo, los socialistas habían sumado una mayoría con el nacionalismo que algunos llaman moderado y no dependían de forma permanente de los votos de los radicales, como sí ocurre ahora. 

Una historia más cercana a la actual ocurrió en 2011. Yolanda Barcina (UPN) conformó un gobierno en coalición con el PSN de Roberto Jiménez, pero el acuerdo apenas aguantó un año. “Nos echaron del Gobierno”, aseguran desde el PSN, que han convertido el momento actual en una suerte de venganza contra UPN por esos dos hitos que marcaron la historia reciente del socialismo navarro. 

Anteriormente, los socialistas gobernaron la comunidad con Gabriel Urralburu (1986-1991) y con Javier Otano (1995-1996), pero ambos terminaron sentados en el banquillo por sendos casos de corrupción.

No ha sido un camino fácil para la agrupación navarra del PSOE, que ha vuelto a no superar la barrera de los 11 parlamentarios en la comunidad, a pesar de los cánticos triunfales de la noche electoral, mientras su principal rival casi les duplica en escaños. 

Javier Esparza, el candidato regionalista de Navarra Suma, ha ofrecido ahora sus dos escaños en el Congreso de los Diputados para la investidura de Pedro Sánchez, algo que en Ferraz han recibido con agrado al poder evitar así la repetición de elecciones ante un posible bloqueo por falta de apoyos. 

El PSOE cuenta con 123 escaños, que junto a los de Unidas Podemos (42), contabilizarían 165. Los socialistas llegarían a 173 con los seis escaños del PNV, el de Compromís y el del Partido Regionalista de Cantabria (PRC) y se beneficiarían de la decisión de los tres diputados de Juntx per Catalunya (JxCat) en prisión de no renunciar al acta a pesar de la suspensión, lo que implica que no pueden votar.

Dos votos decisivos

Sánchez no sería presidente a la primera al no alcanzar la mayoría absoluta, pero se situaría al borde en la segunda votación, en la que los dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (Navarra Suma) serían decisivos. Si los dos diputados navarros rechazaran apoyar a Sánchez, habría un empate a 173, con lo que la investidura no prosperaría, todo ello si ERC y EH Bildu votaran en contra del líder del PSOE como parece indicar. 

Esparza (Navarra Suma) lo plantea como un ejercicio de responsabilidad. Él permite gobernar a la lista más votada en España, mientras que el PSOE permite gobernar a la coalición más votada en Navarra. 

Ante esta oferta mirada con buenos ojos en Ferraz, los socialistas navarros han reaccionado con especial virulencia, hasta el punto de señalar a Esparza como un hombre con “matrícula de honor en traición”, mientras han proseguido con su intento de gobernar gracias a Bildu. "Nuestro compromiso con la ciudadanía es firme y sigue adelante", han asegurado desde el PSN, que mantienen en todo momento que no negociarán con Bildu, partido cuyos votos son clave para llegar al Palacio de Navarra.

El papel de Bildu

¿Y qué dicen los abertzales de todo esto? ¿Están dispuestos a abstenerse para permitir a los socialistas gobernar? “Es imposible configurar ningún tipo de alternativa a la derecha en Navarra sin hablar con EH Bildu. Si quieren configurar mayorías alternativas a la derecha eso va a implicar necesariamente sentarse a hablar con EH Bildu”, ha advertido ya la candidata Bakartxo Ruiz a María Chivite. 

Los radicales no han cerrado ninguna puerta, conscientes de que pueden volver a manejar Navarra a su antojo como han hecho durante los últimos cuatro años de Uxue Barkos. Tras bajar de 8 a 7 parlamentarios, Bildu se encuentra con un poder inesperado gracias a los guiños constantes de los socialistas. 

El asunto y la ceguera del PSN por acercarse al poder ha llegado hasta tal punto que la candidata del PSN al Ayuntamiento de Pamplona, Maite Esporrín, ha pedido a Bildu que también le voten a ella para tomar la vara de mando de la ciudad

La constitución de los Ayuntamientos el próximo sábado 15 de junio será una primera piedra de fuego. Muchos consistorios navarros han sido ganados por Navarra Suma como fuerza más votada, pero el PSOE podría arrebatar consistorios como Pamplona, Estella, Tafalla o Zizur si pacta con los nacionalistas vascos, algo que ha demandado ya Bildu. 

Los abertzales avisan de que con ellos se negocia y se pacta y que si se quieren sus votos hay que mojarse: “Si el PSN sigue empecinado en negar la evidencia, estará haciendo política ficción", advirtió esta semana Bakartxo Ruiz. Los socialistas insisten en que no negociarán con Bildu, pero preparan su investidura con los votos de los radicales. Un auténtico manual de autoengaño.