Los hay que no lloran nunca, los hay que lo hacen cuando creen que toca y luego está José Luis Ábalos. El ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE protagonizó esta semana un emotivo momento durante la presentación de un libro sobre los represaliados en la Guerra Civil y por el franquismo en el ámbito ferroviario.
Ábalos permaneció varios segundos en silencio, mientras las lágrimas se le agolpaban en los ojos. Presentaba La depuración del personal ferroviario durante la Guerra Civil y el franquismo, de Francisco Polo. En el acto, que el ministro había insistido en apoyar, se mezcló tanto uno de los asuntos que más le emocionan como su tarea como ministro.
Uno de los momentos en los que se emocionó fue al recordar las funestas consecuencias de la guerra y de la dictadura. Otro, cuando aludió a su condición de ministro y su capacidad para impulsar proyectos y políticas.
No es la primera vez que le ocurre. Hace unos meses, en Paterna (Valencia), donde fueron ejecutadas 2.238 personas por el franquismo, al ministro se le quebró de nuevo la voz al recordar el dolor causado por la represión a tantos españoles y en especial a sus familias.
Entonces, Ábalos también se emocionó al recordar que él, veterano militante socialista, acudía en esa ocasión como ministro a apoyar la lucha por la memoria histórica. Maestro de escuela y de familia humilde, haber llegado a la cúspide del poder en España es para el titular de Fomento una prueba de que la democracia funciona.
"Para mí, es el triunfo del pueblo. Que alguien sin más alcurnia ni más origen que yo pueda ser ministro del Gobierno de España es un hecho democrático que hace que yo diga que al final todo valió la pena. Tengamos siempre un recuerdo para aquellos que dieron lo mejor que tenían, que fue su vida pero, sobre todo, su familia", dijo en noviembre en la localidad valenciana.
Una biografía que lo explica
Memoria histórica y la posibilidad que brinda la democracia de reivindicarla incluso a los que fueron derrotados. Ambos elementos se entrelazan en la biografía de Ábalos, militante antifranquista en las Juventudes Comunistas y con una biografía y trayectoria familiar en la que los hechos más dramáticos del siglo XX español fueron determinantes. Su padre, Heliodoro Ábalos, fue un torero al que la guerra truncó la carrera. Su abuelo, Julián Meco, fue guardia civil y murió por una pulmonía contraída cuando estaba de servicio a raiz de la revolución de 1934.
De alguna manera, cuando Ábalos protagoniza un acto sobre la memoria histórica, está también saldando una deuda con el pasado de su familia y, a la vez, de muchas familias como la suya.
Ábalos es rara avis. En el Gobierno y en el partido. Casi unánimemente se destacan de él su capacidad política, su cintura a la hora de tener interlocución con unos y con otros y su cercanía.
Rara avis en el Gobierno
Su capacidad política es innegable y le ha llevado a ser ministro incluso superando profundas enemistades de partido en la Comunidad Valenciana. Su cintura política la conocen algunos de los rivales internos de Sánchez, por los que él ha abogado en momentos difíciles (como la conformación de listas electorales) apelando a la valía de cada uno y no cegándose por cuitas internas.
De su cercanía, expresada a menudo en mítines, quienes mejor dan cuenta son los periodistas. Lo prefieren en las ruedas de prensa a casi cualquier portavoz (pese a la extensión de sus intervenciones y, a veces, no excesiva claridad). Su estilo es directo y hace gala de una falta de prejuicios sobre las distintas empresas mediáticas. Además, tiene talante y siempre deja una anécdota o una ironía mordaz, a veces sobre sus propios puntos débiles. Es un clásico en el patio del Congreso, donde charla animadamente con los periodistas que le animan a no dejar el tabaco para seguir teniendo ratos a solas con él y conocer pareceres del Gobierno o del PSOE.
La naturalidad de Ábalos, que tanto puede canalizarse a través de unas lágrimas inesperadas, de un chiste mordaz o de una metedura de pata, contrasta mucho con la proyección pública de otros dirigentes del PSOE. De Pedro Sánchez se ha dicho en múltiples ocasiones que le cuesta conectar con la gente en los mítines (hay quien lo considera un "robot", capaz también de altas dosis de eficiencia). Adriana Lastra, la número dos del partido, es una portavoz eficaz y que se atiene al guión. La vicepresidenta, Carmen Calvo, despliega grandes dosis de persuasión, pero tiene un gran autocontrol que impide que afloren de igual manera algunas emociones.
En octubre del año pasado, Ábalos se emocionó de nuevo. Fue al recordar a la exministra Carmen Alborch. Volvió a resultar creíble y espontáneo al responder al diputado de Compromís, Joan Baldoví.
"Él es así, cercano, cercano y sensible", explica uno de sus colaboradores. A veces, bruto y mordaz. Otras, merced a sus recuerdos y trayectoria.