Sánchez inicia la precampaña con medidas para seducir a los menos radicales en Podemos y Cs
Sánchez arremete contra todos, pero sobre todo contra Rivera (abiertamente) y contra Iglesias (con fuego amigo). Sólo a costa de ellos puede crecer.
4 septiembre, 2019 03:38"No es tiempo de reproches". Pedro Sánchez llevaba ya unos cuantos minutos sobre el escenario de un acto con aroma de mitin electoral en el que, en realidad, aprovechó para tratar de poner en su sitio a todos los demás partidos políticos.
A Unidas Podemos lo responsabilizó indirectamente de una cada día más cercana repetición electoral. "No hay una sola razón objetiva para que el próximo 10 de noviembre haya elecciones", dijo. La mayor parte de su discurso se centró en desmontar todos los argumentos de Unidas Podemos: desde su petición de una coalición de Gobierno hasta la constatación de la desconfianza entre él y Pablo Iglesias, pasando por el análisis de cómo funcionó el Gobierno hasta las elecciones.
La desafección mutua hizo naufragar la investidura del 25 de julio y eso es algo que Sánchez no olvida, hasta el punto de haber vuelto al punto de salida de las negociaciones y no al momento en el que se rompieron. Si ahora no es posible ni la fórmula de coalición ofrecida en el último momento por el PSOE es porque Podemos la rechazó y con ello voló toda posibilidad de Ejecutivo conjunto de ambos partidos, según él.
En ese sentido, cobran actualidad las palabras de los socialistas en julio cuando decían que la investidura de ese mes sería el primer y último intento y que después no habría otro.
Sánchez contra todos (salvo el PNV)
Pero Sánchez también tuvo duras palabras para todos los demás grupos de la Cámara, con la notable excepción del PNV. Cargó particularmente contra Albert Rivera por "abandonar el centrismo y la moderación", por no querer reunirse con él en Moncloa, por aliarse con el PP, por aliarse con la extrema derecha junto al PP y por seguir una estrategia complementaria a la de los partidos independentistas catalanes. Rivera, que provoca enfado en el electorado socialista, es el blanco de las críticas más feroces mientras Iglesias lo es del fuego amigo.
"La derecha ha demostrado que, entre el PSOE y el independentismo, siempre preferirá al independentismo", llegó a decir el presidente del Gobierno, dándole la vuelta al argumento tantas veces utilizado por PP y Rivera, pero contra él por pactar con los independentistas que sellaron su moción de censura.
Contra el independentismo también arremetió, al considerarlo el responsable de la convocatoria de elecciones el pasado mes de abril tras su negativa a tramitar siquiera los Presupuestos. Sánchez asegura no esperar nada de PP y Ciudadanos, aunque les pide la abstención. Su investidura sólo saldrá, por tanto, si ERC se abstiene, como hizo en julio, pero Sánchez asegura que no quiere depender de formaciones que promueven la autodeterminación. Si se toman todas las las afirmaciones juntas, no hay números posibles para la investidura.
Sánchez contra todos
El de este martes fue un Sánchez contra todos y, en lo argumental, a veces contra sí mismo, ya que sus 370 medidas, cargadas de propuestas sociales, doblaban algunas de las banderas de otras épocas del líder socialista, como la derogación de la reforma laboral, que ha acabado reducida a un estudio de la "conveniencia" e modificar "los aspectos más lesivos".
Sánchez asegura que no hay alternativa a él para el Gobierno de España y culpa a los demás partidos. Los números le dan la razón en el Congreso de los Diputados sobre lo primero y él espera que las urnas se lo den en cuanto al reparto de responsabilidades.
El PSOE aspira a subir si hay elecciones el 10 de noviembre y considera probable que también lo haga el PP. Por ese motivo, los socialistas sólo pueden ensanchar su perímetro a costa de Unidas Podemos y Ciudadanos, a los que quiere poner contra las cuerdas situándolos en los extremos. A Iglesias, en el de la intransigencia y el egoísmo. A Rivera, en el de la derecha sin escrúpulos.
El programa socialista contiene, consecuentemente, medidas para hacer guiños a los electores más moderados de Podemos y de Ciudadanos y, al mismo tiempo, otras muchas propuestas transversales. Hay ejemplos de todas ellas.
De Podemos ha calcado algunas de sus reivindicaciones en cuanto a los precios del alquiler, gratuidad de escuelas infantiles o regulación de los pisos turísticos. El PSOE aspira a seducir a los electores que ahora, dentro del espacio ideológico de Podemos, puedan estar más identificados con Íñigo Errejón, a favor de un pacto con el PSOE. Su propuesta de regulación de emisiones en ciudades de más de 50.000 habitantes. Sánchez defendió Madrid Central en la investidura, uno de los grandes proyectos de Manuela Carmena en la capital, aliada de Íñigo Errejón y enfrentada a Iglesias.
El abrazo a los votantes de Rivera
Hay otra medida, la del rechazo a un referéndum de autodeterminación en Cataluña y la ausencia de cualquier expresión que pudiera parecer un guiño a partidos independentistas, como la de plurinacionalidad o nación de naciones, evocadas por el propio Sánchez cuando fue derribado del liderazgo de su partido.
Muchos ven en esa medida el enésimo toque de atención a Pablo Iglesias pero, en realidad, es un nuevo signo de alejamiento de Sánchez de ERC y JxCat, a quienes culpó de la repetición electoral. Sánchez va a culpar en la campaña electoral, si llega a producirse, a Albert Rivera de ser la otra cara de la moneda del independentismo y se erigirá como principal garante de la unidad de una España diversa y no nacionalista. Y, precisamente, la lucha contra el nacionalismo es parte del ADN de Ciudadanos.
Nadie podrá sostener que Rivera es nacionalista, pero los socialistas sí machacarán la idea de que no es en modo alguno eficaz porque contribuyen al bloqueo y riesgo de colapso institucional de España, que es precisamente lo que persiguen los independentistas.
Sánchez también ha incluido en su programa medidas para los trabajadores autónomos, a los que tantas veces se ha dirigido Ciudadanos, y la parte más centristas de su programa perfectamente podría ser suscrita por los votantes de Rivera que aún creen en el espíritu fundacional de su partido y no lo quieren radicalmente enfrentado a los socialistas.