Félix Bolaños, la ‘lucecita de la Moncloa’: el cerebro insomne que dirigió la exhumación de Franco
Así es el secretario general de la Presidencia del Gobierno que coordinó la exhumación, lidió con los Franco y asesora cada día a Pedro Sánchez.
25 octubre, 2019 03:25Noticias relacionadas
En el Palacio de El Pardo había una lucecita que jamás se apagaba. La década de los 70 avanzaba y la dictadura comenzaba a tener grietas. Francisco Franco iba acumulando achaques propios de la edad. Según Carlos Arias Navarro, el último presidente del Gobierno del dictador, los españoles podían dormir tranquilos por las noches. Bastaba con que supieran que en el palacio del jefe del Estado, en su propio despacho, jamás se apagaba la luz. Era el caudillo, que se desvelaba con gusto y fortaleza para seguir sacrificándose por la patria. Eso decía la propaganda del régimen.
Han pasado casi 44 años desde que se apagó la bombilla. Paradójicamente, coinciden con el período más luminoso y de mayor progreso ininterrumpido que haya vivido España en toda su Historia. Ahora, pese a algunas sombras, hay muchos focos encendidos, cada vez más ecológicos y de bajo consumo, iluminando desde Poderes separados.
La lucecita del despacho de Félix Bolaños, secretario general de la Presidencia del Gobierno, no está permanentemente encendida, como la de Franco, pero es cada día de las últimas en apagarse en el Palacio de la Moncloa. Desde allí Bolaños ideó, planificó y puso en marcha la exhumación de los restos del dictador. Después de muchos recursos judiciales que entorpecieron el proceso, el Gobierno respiró el jueves aliviado. Todo salió exactamente como había sido planificado.
"Duerme muy poco y le echa muchas horas. Es de los que se queda hasta más tarde", explica una fuente de Moncloa que lo conoce bien. Bolaños no duerme en el sofá del despacho, pero poco le falta. Es uno de los asesores de mayor confianza de Pedro Sánchez, que lo considera "un gran tipo y profesional", según fuentes cercanas al jefe del Ejecutivo.
Bolaños en todas las televisiones
Bolaños apareció este jueves en televisión. Mucho rato. No es habitual ni le gusta especialmente, pero allí estaba, con las manos entrelazadas y recto como una vela junto a Dolores Delgado, la ministra de Justicia, y Antonio Hidalgo, subsecretario del ministerio de Presidencia, departamento del que es titular Carmen Calvo. Ellos fueron los tres respresentantes del Gobierno que supervisaron la exhumación y ejercieron como testigos en nombre del Estado.
Tras la exhumación, Bolaños estaba absolutamente desbordado, con más de 400 mensajes de whatsapp sin leer y medio centenar de llamadas de todo el mundo sin responder. A él le tocó planificar el operativo logístico y, además, lidiar con la familia Franco y los 20 miembros que se presentaron en el Valle de los Caídos. Uno de ellos, Francis Franco, llevaba una bandera preconstitucional que Bolaños ordenó mantener fuera del templo. Todas las decisiones le fueron consultadas a él. Al final, la foto fue la que quería el Gobierno: la de un dictador que en 1975 entró en la basílica arropado por todos los poderes del Estado y ha salido dignamente pero en una estricta soledad, portado únicamente por sus familiares.
La casualidad hace que Franco muriese en el mismo año en el que Bolaños venía al mundo. Las edades del mausoleo de Estado y el artífice del fin de los honores a Franco son idénticas.
Oliver y Benji, magos de la exhumación
Bolaños es el número dos de Iván Redondo, el jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Mientras Redondo tiene un gran peso en la estrategia y en la comunicación, Bolaños es la pieza clave en el eje que permite que los brazos del Ejecutivo se muevan coordinadamente. Redondo controla las marchas y los pedales y Bolaños ejerce como motor. Ambos tienen una sintonía excelente, tanto que en el reducido círculo del poder en Moncloa los han apodado Oliver y Benji, algo que pocos saben fuera. La coordinación es tal que no queda muy claro cuál es cada uno.
"Es fundamentalmente un gran técnico", explica una fuente en Moncloa. "El tema de Franco lo ha llevado él, desde la interlocución con el abogado de la familia [Felipe Utrera Molina] y con su nieto, hasta los recursos y el operativo", añade. "Hace unos días, se despertó a eso de las 4:00 de la mañana pensando en la posibilidad de que lloviese y que no hubiese paraguas para todos", según la misma fuente. Le obsesiona hasta el último detalle, algo que puede deberse a un cierto carácter germánico, quién sabe si fruto de que sus padres se conocieran en Alemania, donde estuvieron emigrados.
Anécdotas como estas explican bien el carácter de este licenciado en Derecho, número uno de su promoción tanto en el Curso General de la Abogacía como en el Curso Especial de Derecho Laboral. Su formación lo llevó a ser, antes de llegar a Moncloa, el jefe de la División Jurídica Laboral y de Documentación del Banco de España. Su posición era cómoda y mejor remunerada que la Moncloa, pero no dudó en abandonarla por la sala de máquinas del Gobierno.
Discreción y lealtad totales
Los que lo conocen bien aseguran que encara sus tareas, todas de una responsabilidad más que evidente, como una hormiguita que avanza casi de forma imperceptible pero sin pausa. Su discreción es total y "su lealtad, que no sumisión, es absoluta hacia Pedro", explica otra fuente del Ejecutivo. Extrema sus contactos con la prensa, sin reivindicar su propia importancia ni pavonearse sobre el gran caudal de información privilegiada que maneja en razón de su cargo. En Moncloa sorprende que esté tan arriba y tenga tan controlado su ego.
En las imágenes transmitidas por televisión se pudo ver a Bolaños y miembros de la familia gesticulando en la explanada, pero fuentes de Moncloa explican que, en realidad, no eran lo que parecían y que en ese momento concreto el secretario general de la Presidencia sólo les indicaba cómo seguiría el operativo desde allí y en qué coches podrían abandonar el recinto. Dentro del templo hubo algunos momentos de inquietud, cuando no tensión, por la actitud de alguno de los miembros de la familia y la decisión sobre si reemplazar el ataúd dañado o manipularlo con las correas con las que finalmente se pudo transportar hasta Mingorrubio-El Pardo.
Su relación con Sánchez se remonta en el tiempo pero está anclada en Madrid, de donde son ambos y en cuya federación regional del PSOE ambos militan. Bolaños ha tenido responsabilidades clave en momentos definitorios de la trayectoria del líder socialista y el propio PSOE, donde trabaja sin haber hecho nunca una vida de partido muy vistosa.
Las "carpetitas" de la moción de censura
En mayo de 2018, tres días antes de que Sánchez fuese elegido presidente a través de la primera moción de censura exitosa en España, Bolaños recibió un encargo para el que era necesaria su estricta y habitual discreción. Era martes y el PSOE no tenía nada claro que la semana acabase con Sánchez en la Moncloa, como después ocurrió. "Es más, estábamos convencidos de que no salía", explica uno de los integrantes del núcleo duro que se atrincheró en Ferraz "poco menos que desayunando, comiendo, merendando y cenando mientras trabajábamos en la moción", explica.
"A Félix se le encomendó estudiar el organigrama del Gobierno, analizar los decretos de estructura de los Ministerios o las empresas públicas. Él trabajaba en el Banco de España y se encargó en su tiempo libre, solo y sin ningún ayudante. El día que Pedro ganó la moción, se presentó con todas las carpetitas de colores a despachar con él. Ya lo sabía todo, lo que podía saberse, y ahí comenzó el diseño del Gobierno", explica alguien que vivió aquellos días desde la primera fila. No en vano, Bolaños fue uno de los primeros en pisar el Palacio de la Moncloa junto al flamante presidente y a Redondo, adelantándose a muchos de los que hasta entonces habían sido sus asesores de referencia.
Antes de eso, Sánchez le había dado un papel en el partido, de nuevo discreto pero importante. Desde 2014, cuando el líder socialista llegó al timón por primera vez, lo nombró secretario de la Comisión Federal de Ética y Garantías del PSOE. Sánchez fue forzado a dimitir y volvió a la secretaría general tras arrasar en las primarias contra Susana Díaz. Entonces, Bolaños recibió otro encargo: diseñar los nuevos estatutos y reglamentos del partido, un larguísimo corpus jurídico con el que Sánchez quería modernizar la formación política y ofrecer certidumbres a sus militantes.
Bolaños también estuvo allí el día en el que Sánchez decidió adelantar las elecciones al 28 de abril, una apuesta delicada que salió bien. Cuando Bolaños o Redondo hacen aparición en la sala de prensa, es que la cosa es seria. Ese día estaba en primera fila, en un lugar de honor, igual que el jefe de gabinete. Toda una prueba de que es importante para Sánchez. Si el líder del PSOE consigue ser investido tras el 10 de noviembre, Bolaños podría asumir aún mayores responsabilidades.
El día de la jornada electoral, los votantes no podrán premiarle o castigarle en las urnas. No figura en ninguna candidatura. Su cercanía al presidente del Gobierno podría haberle garantizado sin dificultad un puesto de salida, pero para eso habría tenido que dimitir. La ley electoral no permite a los que ocupan un cargo de su rango integrar una candidatura, aunque sí a los ministros o secretarios de Estado. Otros, en otros ministerios, no dudaron en renunciar para asegurarse un escaño en el Congreso de los Diputados. Él, que tiene un trabajo en el Banco de España al que volver, representa bien a lo que algunos llaman el "Estado oscuro": el conjunto de altos funcionarios que garantizan la continuidad del día a día del Estado y sirven como certidumbre ante la liquidez de la política. Este jueves, su lucecita volverá a estar encendida y hasta tarde en Moncloa.