El nombre de Latifiya sostiene uno de los episodios más tristes en la historia del CNI. Un secarral en el corazón de Irak en el que se derramó la sangre de siete de sus agentes. Uno solo sobrevivió a la emboscada. 16 años de silencio que José Manuel rompe ahora, en el aniversario del suceso. Su testimonio es el de una tragedia con una doble cara. Por un lado, su concepción del deber, tratando de aportar algo de luz a lo que ocurrió; por otro, el camino de su propia reconstrucción personal.
¿Cómo se recupera uno, si es que puede, de una matanza como aquella? ¿Cómo se recuerda el asesinato de siete compañeros (amigos)? ¿Qué se cuenta a la familia, a los hijos, de lo que sucedió? Sus reflexiones bailan entre los recuerdos. La voz, grave, detalla los hechos en una entrevista inédita. Corre a cuenta del periodista Gorka Angulo, del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo.
EL ESPAÑOL detalló los pormenores de aquel episodio hace un año, cuando se cumplían 15 de la tragedia. Recordemos que los ocho miembros del CNI formaban dos grupos; uno relevaba al otro en su estancia en Irak. Su misión era delicada. La brigada Plus Ultra de las Fuerzas Armadas desembarcaba en un terreno difícil y violento, y la información era crucial para anticiparse a posibles ataques enemigos.
Sobre el terreno
*En cursiva, el testimonio transcrito de José Manuel.
"Ese día nos tocaba hacer una visita a nuestra delegación en Bagdad y acreditarnos ante la autoridad internacional".
La voz de José Manuel pone palabras a aquellas fechas. Iban prevenidos. Unas semanas antes había sido asesinado en Irak otro agente del CNI, José Antonio Bernal. Pero eran otros tiempos y se adoptaban otras medidas de seguridad. Por ejemplo, los coches en los que viajaban no estaban blindados.
"Eran los vehículos que teníamos de trabajo. No eran vehículos que llamasen la atención. Uno de ellos era un vehículo iraquí, de los que se veían en las carreteras de Irak aquel entonces...".
Nos ubicamos en el 29 de noviembre de 2003, tiempos de Sadam Husseim. José Manuel y sus siete compañeros se encuentran a bordo de dos vehículos. Regresan de Bagdad rumbo a Diwaniya cuando un tercero, de color blanco, se les aproxima. Están en las inmediaciones de Latifiya. Los enemigos abren fuego con sus kalashnikov desde su flanco izquierdo.
Salimos del vehículo y nos parapetamos porque no sabíamos qué iba a ocurrir. El vehículo de los atacantes se paró unos segundos y nos atacó. Al poco se fue.
"Nuestro vehículo iba detrás en el miniconvoy que llevábamos y oímos un ruido de motor muy potente. Miramos hacia atrás y empezamos a recibir disparos. [...] De pronto nuestro conductor nos dice que le han dado en la espalda. Salimos de la carretera y caímos en una vaguada".
¿El balance de heridos o bajas?
"El acompañante del conductor estaba ileso, el conductor había fallecido. Mi compañero a la izquierda estaba con una herida grave y yo ileso. Salimos del vehículo y nos parapetamos porque no sabíamos qué iba a ocurrir. El vehículo de los atacantes se paró unos segundos y nos atacó. Al poco se fue".
En su ataque, el enemigo también alcanza al otro vehículo en el que viajan los cuatro miembros restantes del servicio de Inteligencia.
"El conductor estaba muerto, el que iba detrás [a la izquierda] tenía herida grave. El compañero del piloto y el que iba atrás a la derecha estaban ilesos".
En busca de ayuda
Se activa el protocolo de alerta. José Manuel y sus compañeros tratan de contactar con las autoridades españolas desplegadas en Irak a través de su teléfono satélite. No lo consiguen. Llaman a sus compañeros de Madrid con sus teléfonos móviles y, pese a la mala cobertura, logran transmitir su situación.
"Se puso en marcha el procedimiento de emergencia y empezaron a dispararnos desde las casas que estaban a 70 u 80 metros de nosotros".
La situación es crítica. Dos agentes caídos, otros malheridos y una lluvia de disparos que se aproxima con riesgo a sus posiciones. Los miembros del CNI acuerdan que José Manuel salga en busca de ayuda. Cruza la carretera y se dirige a las inmediaciones de una mezquita.
El policía con el que iba en el vehículo me agachó la cabeza, me dijo que estaban muertos mis compañeros y que nos íbamos. Nos seguían disparando.
La respuesta es negativa. Una turba se precipita sobre él. Le golpean, le esposan con su propio cinturón, le echan al suelo. Cualquiera creería que va a morir, que perderá la vida en aquel rincón maldito de Irak como el resto de sus compañeros. Pero, de pronto, sucede algo inesperado:
"Dentro de la hostilidad se aproximó una persona un poco distinta a lo que había por ahí [los informes sugieren que un clérigo o un religioso]. Me dio un beso en la cabeza y se fue. Esa hostilidad cambió. Donde había golpes, ahora la gente me ofrecía montar en un vehículo e ir hacia el norte. Hasta que un taxista me dijo malamente en inglés que me podía llevar hacia una base americana, en Mahmudiyah".
José Manuel pide que le lleven a una comisaría cercana. Allí toma refuerzos y se dirige hasta el punto en el que se parapetaban sus compañeros, con la esperanza de rescatar a alguno de aquella vorágine de sangre y fuego.
"El policía con el que iba en el vehículo me agachó la cabeza, me dijo que estaban muertos mis compañeros y que nos íbamos. Nos seguían disparando".
El único superviviente de aquella masacre es evacuado hacia posiciones en las que está desplegado el Ejército de Estados Unidos. Bien reforzados y al cabo de unas horas, regresan al lugar de los hechos para recuperar los cuerpos de los agentes.
Los recuerdos
La historia que se detalla a continuación es la de la propia lucha interna de José Manuel, su supervivencia moral. Recuerdos que se agolpan e imágenes en las que hasta entonces no se había detenido.
"Esa mirada de los niños, en este caso las niñas que iban en un vehículo... Miraban divertidas, en ningún caso angustiadas. En el proceso posterior, cuando estás seguro y elaboras todo lo que has vivido, eso te llama la atención. En el momento te da todo absolutamente igual. No hay nada. Es muy frío".
En sus propios términos, José Manuel habla de la "elaboración" a la que se enfrentó tras el suceso. Así define a su situación interna, a los demonios de una crisis que no se describe con palabras.
"La tiene que hacer un profesional. Si no, la haces como la he hecho yo. Porque no te explicas por qué sigues vivo cuando tienes que estar muerto. Por qué ha pasado todo eso. E intentas reorganizar todo lo que ha pasado por si había más posibilidades… Claro, estás vivo y tienes sentimiento de culpa, es así".
A José Manuel lo repatriaron a España un día después de que sus compañeros fueran asesinados en un atentado que marcó un antes y un después en la historia del CNI. Pasó poco tiempo, pero aún recuerda cómo se enteraron sus hijos -el mayor de ellos, de 11 años- de la situación que había vivido.
"Se enteró el mayor. Lo estaba viendo por la televisión, dijeron mi nombre y le dijo al otro: 'Es papá'. Pero no sabían qué estaba haciendo ni dónde estaba. Eso es duro y no… o sea, es duro saber que tu padre ha estado a punto de morir, pero al día siguiente estaba aquí [refiriéndose a España]. Ellos no lo han llevado mal, no han tenido ninguna secuela, al contrario".
Con esas palabras, José Manuel rompe un silencio de 16 años. Las oficinas centrales del CNI en Madrid reciben al visitante con un monumento en recuerdo a los agentes caídos en Irak. Gracias al Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo se conoce su testimonio... y el largo camino que aún hoy, en noviembre de 2019, recorre sobre Latifiya.