En una esquina de la sala, un montón de fotógrafos esperan amontonados el momento para captar la imagen del día. Al otro lado, asesores del Gobierno cuentan los minutos hasta el momento soñado de ver a Pedro Sánchez dar la primera rueda de prensa tras el primer Consejo de Ministros. De las segundas filas para atrás hay periodistas esperando para preguntar. El bullicio y las bromas se suceden hasta que, de repente, se hace el silencio. Eso quiere decir que el presidente está a punto de hacer su aparición en la sala. Antes, como es habitual, entra su equipo de máxima confianza para ocupar los primeros asientos: la fila cero de los más influyentes. No hay nadie de Unidas Podemos.
De los primeros en aparecer es Iván Redondo, con una enorme e indisimulada sonrisa que rompe, aunque sea alegóricamente, el silencio y la tensión solemne que precede a ese tipo de comparecencias. Está exultante y con la sensación de la misión cumplida. Como él dice, los partidos se ganan "en el minuto 93".
Un rato antes, Moncloa había filtrado la noticia. Redondo ha sido confirmado como jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Nadie dudaba de que así sería y apenas había habido especulaciones de lo contrario desde que se presentó el preacuerdo para el Gobierno de coalición, dos días después de las elecciones del 10 de noviembre. Entonces, allí estaba también Redondo, de nuevo sonriente en la foto tras un enorme giro de 180 grados en las prioridades. Si cuatro días antes, en plena campaña, Sánchez nunca iba a gobernar con Unidas Podemos, nada más conocerse los resultados electorales comenzó la operación, partidos independentistas incluidos.
Misión imposible pero cumplida
Este martes, con el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno, concluyó una de sus últimas e intrépidas operaciones: llevar a buen puerto unas complejísimas negociaciones que incluían el primer Gobierno de coalición desde la Segunda República, la inclusión de los principales líderes de Unidas Podemos, abstenciones clave de partidos independentistas y el concurso de partidos minoritarios para una votación ajustadísima. En la empresa participaron otros, por supuesto, especialmente la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, siempre discreta.
Al día siguiente de las elecciones no pocos cargos del PSOE habían situado a Redondo en la diana. El PSOE había perdido tres escaños y casi 800.000 votos y secretarios de Organización regionales, miembros de la Ejecutiva federal y, por supuesto, los dirigentes críticos con Sánchez, consideraban que Redondo tenía que pagar. Argumentaban, entre otras cosas, que había acumulado demasiado poder e influencia sobre el líder socialista sin ser siquiera del partido. "Nos ha llevado a segundas elecciones en base a un plan en teoría muy sofisticado y no ha conseguido ninguno de los objetivos", explicaba ese día una de estas fuentes.
Lo situaron en otra operación arriesgada: la de buscar o, al menos, no evitar a toda costa, la repetición electoral intentando emular la subida en escaños de Mariano Rajoy en 2016. Hoy esa teoría es huérfana porque no funcionó. El anuncio de un preacuerdo de coalición récord la convirtió en noticia del día anterior y pospuso el ajuste de cuentas que ya no se producirá.
Reforzado y con más poder
Ahora, Redondo no sólo está fuera de peligro sino que ha salido reforzado de la crisis tras la investidura exitosa de Sánchez. La nota de prensa que finalmente emitió Moncloa parecía escrita por el propio Redondo y huía del tono escueto, sobrio e institucional de su primer nombramiento, el 7 de junio, que apenas una referencia biográfica.
"Además de seguir siendo el primer Secretario de Estado y el Secretario del Consejo de Seguridad Nacional, ampliará sus funciones y concentrará dentro del Gabinete, bajo su Comité de Dirección en el Complejo de La Moncloa, todos los departamentos de asistencia al presidente, como asuntos nacionales, institucionales, internacionales, comunicación con los ciudadanos, la secretaría general de Presidencia, la Dirección General de Asuntos Económicos, el Departamento de Seguridad Nacional y las diferentes unidades de análisis", dice el texto. Tal y como se redactó, parece que el Gobierno sea, en realidad, el propio jefe de Gabinete.
Redondo es el cortafuegos entre Sánchez y todo lo demás, el hombre por el que pasará todo y que hablará con la autoridad misma del presidente del Gobierno. Además, la nota incluye que controlará la Secretaría de Estado de Comunicación (en realidad, su influencia ya era decisiva hasta ahora) y liderará una nueva unidad para pensar en los retos del futuro de España. Será "la primera Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo" o "Foresight Unit", se puede leer en inglés, con la que "España se suma a un selecto grupo de países y organismos internacionales pioneros".
"Uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo", se puede leer en el texto. Redondo se precia de ser un estratega y de tener mirada larga mientras otros buscan el regate corto y los réditos inmediatos. En la tarea le ayuda Félix Bolaños, el secretario general de la Presidencia y otra pieza fundamental en el engranaje más cercano a Sánchez. A ambos asesores los llaman en los círculos más reducidos de Moncloa Oliver y Benji, como reveló este periódico en octubre.
Que se sepa
Todo el mundo sabía que Redondo era el hombre fuerte de Sánchez, pero con su confirmación, el Gobierno ha querido mandar el mensaje de tal manera que llegue a todas partes. Redondo, con asiento en la Comisión de Secretarios y Subsecretarios de Estado que prepara el Consejo de Ministros con la vicepresidenta Carmen Calvo, es el "primer secretario de Estado" [un nombre casi cinematográfico], pero bien podría ser el último de los ministros. O incluso uno de los primeros.
Sánchez ha depositado una gran confianza y poder en él y lo troceado que está el Consejo de Ministros hace que muchos ministerios tengan competencias muy limitadas. Así, Redondo será más poderoso que buena parte del gabinete. Y todo ello sin salir en la foto salvo cuando le apetezca. Como este martes. Con una sonrisa.