“Oh, cruzados. Hoy en Mali y Nigeria. Mañana en Al Ándalus”.
La amenaza yihadista que se cierne sobre nuestras fronteras es de todo menos silenciosa. Sólo hace falta abrir los ojos y los oídos. La advertencia -amenaza- que abre estas líneas se propagó a través de la agencia propagandística Muntasir Media, afín a los preceptos yihadistas. Y aboga por proyectar desde el Sahel una soflama terrorista contra España.
La amenaza toma forma. “La situación de seguridad en Mali y en el conjunto de la región del Sahel se deteriora a un ritmo alarmante”, advierte Jean-Pierre Lacroix, secretario general adjunto de la ONU para operaciones de paz. Se refiere al incremento de las capacidades ofensivas de los grupos yihadistas, que en algunos puntos del corazón de África ya han adquirido verdaderas estructuras de Estado.
Una avalancha que tiene puesto el foco en Europa... y en España en particular. La amalgama de organizaciones terroristas -en un voluble equilibrio de alianzas y enfrentamientos- tienen un precepto común: la expansión de su ideología extremista y la conquista de nuevos territorios. Al Ándalus es la joya de la Corona de sus pretensiones.
Tal es la amenaza que se cierne sobre Europa que diferentes países miembro han desplegado sus misiones militares en el cinturón que une el extremo occidental de África con el oriental, desde Mali hasta Somalia. El mismo cinturón que los yihadistas tratan de abarcar.
Pero el despliegue militar no es sencillo. Los terroristas aprovechan los vacíos de Estado para proyectar su poder. Las noticias de matanzas se suceden. Masacres entre civiles. Ataques precisos contra misiones internacionales. Militares españoles frustraron una matanza entre sus filas al abatir a los conductores de sendas furgonetas cargadas de explosivos que se lanzaban contra su base en Koulikoro (Mali).
Así nace el concepto de Sahelistán. Un recuerdo a los años duros de Afganistán, en los que las misiones militares eran insuficientes frente a la vorágine de violencia, y que hoy surge con fuerza en el Sahel africano.
EL ESPAÑOL consulta a cuatro expertos sobre la crisis yihadista que se vive en la región y sus implicaciones para España y Europa.
La crisis, en cifras
Los terroristas ya atacan de forma coordinada, con estructuras propias de un ejército. El 11 de diciembre de 2019, medio millar de miembros de ISWAP -la filial de Daesh creada desde una escisión de Boko Haram- se lanzó contra la base militar de Inates, en Níger. Destruyeron el polvorín y el centro de comunicaciones, y mataron a 71 miembros del ejército oficial e hirieron a otros 12. Un ataque tan contundente como preciso.
Marta Summers, coordinadora del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET) para el Magreb y Sahel Occidental, recuerda que, durante 2019, se registraron 528 ataques yihadistas en el cinturón africano. ¿El balance? 2.737 víctimas mortales.
“Boko Haram es el grupo que más ataques ha reivindicado a lo largo de 2019 -recuerda Summers-. En ocasiones, resulta muy difícil atribuir la autoría de los ataques si estos no son oficialmente reclamados por los terroristas, debido a la coincidencia de varios grupos en ciertas zonas”.
Presión migratoria, subdesarrollo...
Estos ataques desencadenan consecuencias que tienen implicaciones directas para la seguridad de la región… y también para la Unión Europea. Pilar Rangel, profesora asociada de Derecho Internacional Público y de Relaciones Internacionales de la Universidad de Málaga, enumera algunas de ellas: “Mayor presión migratoria, subdesarrollo, debilidad de los gobiernos, inacción frente a los efectos del cambio climático, conflictos étnicos...”.
“Todos estos factores obligan a que deba existir una mayor implicación de la Unión Europea, y especialmente de España, en la gestión de dichas crisis y conflictos, en el marco de la Estrategia UE para el Sahel y su consiguiente Plan de Acción, en colaboración con los países de la zona”, asevera Rangel.
A su juicio, “todas las acciones llevadas a cabo en los últimos años han resultado inútiles porque en el caso del terrorismo yihadista no solamente no se ha logrado reducir sino que ha ido en aumento”. No basta con acciones militares, es necesaria una implicación económica, política y social para superar las grietas del terrorismo. Y urge hacerlo de forma inmediata.
Desde España, los Ministerios de Exteriores y Defensa se han propuesto atraer la atención de Europa hacia lo que ocurre en el Sahel. Fuentes diplomáticas consultadas por EL ESPAÑOL aseveran que el cargo que ostenta Josep Borrell como Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad es un acicate para alcanzar el objetivo.
¿Cómo combatirlo?
Pero, ¿por dónde empezar a combatir la desorbitada amenaza yihadista del Sahel? En opinión del teniente coronel Jesús Díez Alcalde, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), el esfuerzo “exige, ante todo, que se incremente la presencia estatal y la buena gobernanza en los territorios nacionales de soberanía”.
A petición de EL ESPAÑOL, el teniente coronel se expresa del siguiente modo ante la crisis terrorista que se vive en esta región de África:
"Las medidas en el ámbito de la seguridad son indispensables para proteger a la población, pero no suficientes para acabar con el poder de captación, adoctrinamiento y financiación de los grupos yihadistas, que aún mantienen una enorme capacidad para dinamitar cualquier avance en la estabilidad regional.
Sin restar importancia a la gravedad de la fanática ideología salafista que preconizan, los extremistas violentos sacan partido del enorme sentimiento de abandono, frustración y subdesarrollo que sufre gran parte de la población en el Sahel.
Una población olvidada por el poder estatal que, en ocasiones, solo se une a la sinrazón yihadista por mera supervivencia o por afianzar un sentido de pertenencia a “algo”, aunque el peaje sea tan dramático como abrazar la violencia islamista.
Aunque es extremadamente complicado actuar en determinadas zonas, por el dominio de facto de los yihadistas; los distintos gobiernos nacionales no pueden esperar mucho más tiempo para aplicar medidas políticas, sociales y económicas que eliminen el ascendente que los salafistas violentos tienen sobre las poblaciones del Sahel".
La amalgama de alianzas
Y la bomba yihadista amenaza con estallar para propagarse hasta nuestras propias fronteras. El autor José Luis Mansilla, experto en seguridad en la región, sigue con preocupación el desarrollo de los acontecimientos desde su cuenta de Twitter @Sahel_Intel.
"Hasta ahora no ha habido enfrentamientos directos entre Al Qaeda y Daesh en Mali, Níger o Burkina Faso, como ocurre en Yemen, Siria u otros escenarios. Esto es debido a que estas ramas de los dos grandes grupos yihadistas tienen más en común que opuesto entre ellos. Vínculos familiares, mismos lugares de nacimiento o haber combatido juntos anteriormente están entre las razones".
Mansilla destaca las intenciones de Daesh sobre la región: "Cruzar África por todos los medios de este a oeste". Su poder de influencia se resiste en Mali, donde operan otros grupos yihadistas. Cabe la pregunta: ¿es posible una alianza entre organizaciones terroristas para hacerse con el poder en la región y avanzar hacia el norte?
El autor de @Sahel_Intel recuerda que Abu Bakr Al Baghdadi, anterior líder de Daesh abatido por EEUU en Siria, "no tenía ninguna intención de pactar con Al Qaeda en Africa".
Pero sí hay una alianza que preocupa a los analistas. Desde Daesh se trata de atraer hacia sus filas a los fulani, una tribu de pastores que en diferentes formas se extiende por el Sahel. En ciertas regiones, sus miembros ya se han integrado en filas de Al Qaeda -o de sus sucursales-.
"Si los fulani de las ramas de Al Qaeda migrasen hacia las filas de Daesh, conseguirían el desequilibrio de fuerzas deseado a favor de Daesh, que seguidamente querría ir hacia el norte", detalla Mansilla.
Ese "norte" conduce de forma inexorable hacia España, su ansiada joya de la Corona: "Hoy en Mali y Nigeria. Mañana en Al Ándalus".