La banda sonora de la película Los Cazafantasmas, tiene una canción que repite constantemente la muletilla de, cuando pasa esto o aquello, “Who you gonna call? ¡Ghostbusters!”. ¿A quién vas a llamar? ¡A los Cazafantasmas!. En una versión mucho más cañí pero, por desgracia, mucho más realista, España también puede optar a ese espíritu: cuando pasa esto o aquello, ¿a quién vas a llamar? Pues parece que a la Unidad Militar de Emergencias (UME). Ellos son los que corren al lugar del que todos quieren huir. Comandados ahora por el teniente general Luis Manuel Martínez Meijide, ya estuvieron en la gran nevada de 2018, en la DANA que azotó Murcia en 2019 y están ahora desempeñando un papel fundamental en la crisis causada por el coronavirus.
“Fue el pasado domingo 15 cuando nos avisaron, y fuimos los primeros en salir a la calle”, explica a EL ESPAÑOL un soldado de la UME que actualmente se encuentra trabajando en Madrid. “Estábamos viendo lo que estaba pasando y lo observábamos en absoluta tensión. ¿Nos llamarán o no?. Sentimos que estamos para servir a la sociedad y, aunque implica muchas cosas que no son sencillas, esperas que te llamen cuanto antes para, por lo menos, quitarte la angustia de estar esperando en tu casa sin hacer nada”, añade. “Todavía no nos hemos visto desbordados. Hay momentos en los que la coordinación, ante la cantidad de trabajo, ha sido difícil. Pero somos expertos en este tipo de cosas”, comenta. Esta conversación tuvo lugar la semana pasada. Esta semana, hablando de nuevo con el soldado, el panorama ha cambiado por completo.
Pero primero... la noche del pasado domingo 15 de marzo el Gobierno tomaba la decisión de que, el lunes siguiente, el Ejército saldría a la calle. Así empezaba la Operación Balmis. No era algo sencillo, por todo lo que implica, pero ellos parecen los adecuados para ello. La UME es una especie de Protección Civil militarizada. Una suerte de élite, ya que para acceder a ella hace falta haber estado al menos cinco años en cualquiera de los tres Ejércitos -Aire, Tierra, o la Armada-. Son 3.500 militares -en su mayoría hombres, con muy poca presencia femenina- a los que llaman cuando ya no hay nadie más a quien llamar. Y son los más populares de todos, por su contacto directo con la ciudadanía.
A pesar de ello, y del servicio que prestan, no todos quisieron al Ejército en los primeros días tras decretarse el estado de alarma. Especialmente sensible fue el caso de País Vasco y Cataluña que, desde un primer momento rechazaron la presencia de las fuerzas armadas en sus territorios. Así, se vio cómo en País Vasco el Ejército daba media vuelta el martes de la semana pasada a raíz de las tensiones y cómo la Generalitat catalana sigue desdeñando la ayuda. Pero finalmente han entrado. En Cataluña lo han tenido que hacer sin armas largas y sólo en aquellos pueblos que se lo han pedido y en Euskadi entraban el fin de semana pasado, a desinfectar el aeropuerto de Bilbao. Ha llamado especialmente la atención la imagen de soldados durmiendo en el aeropuerto de Bilbao, aunque esto responde a decisiones tácticas.
Según las últimas cifras ofrecidas por Sanidad, el coronavirus ya deja 64.059 casos diagnosticados y las muertes ascienden a las 4.858 personas. Además, se ha empezado a ver que cada vez hace menos distinción, que ya no fallece sólo la población de riesgo, que también mueren personas jóvenes sin patologías previas. Por ello, desde la semana pasada hay 3.000 militares operando en 135 localidades de toda España. Si en un primer momento recayó sobre la UME el control de la población, esa tarea ha ido siendo relegada al Ejército de Tierra para que la UME se centre en la desinfección de hospitales, aeropuertos y demás lugares concurridos y con altas probabilidades de estar infectados. Ahora también se están dedicando a levantar hospitales de la nada y a trasladar enfermos.
Para la elaboración de parte de este reportaje se ha hablado con un soldado de la UME en dos ocasiones; el pasado jueves 19 de marzo, cuando los contagios ni habían llegado a 20.000, y este jueves 26. La diferencia de ánimo entre una conversación y la otra es abismal. La primera vez, el soldado contaba que había mucho trabajo, mucho ajetreo pero que todo bien. Esta segunda vez, cuenta que las labores han cambiado y están presenciando imágenes mucho más duras. Lo hace notablemente cansado y con un tono más derrotado. “Esta semana nos estamos dedicando a descongestionar los hospitales y llevar a los pacientes a los centros privados. Y ves de todo. La cosa está mucho peor de lo que parece”, cuenta el soldado de la UME.
-¿Y ven muchos fallecidos?
-Sí. Delante de todos. Estás en la UCI; sacando a una señora, diciéndole que todo va a ir bien y que la vas a llevar a otro hospital e intentando tranquilizarla y ves que a tu lado pasa una enfermera y se da cuenta de que el de la cama a de al lado ha muerto y le ponen una sábana encima.
Y cuenta que la falta de espacio está afectando a todo. Que se ve cómo le ponen sábanas encima a gente que estaba tirada en el suelo, que habitaciones destinadas en un principio para uso normal se están convirtiendo en morgues improvisadas, apilando cadáveres.
General políglota
En octubre de 2019, la ministra de Defensa, entonces en funciones, Margarita Robles, decidió darle una vuelta a la UME y, el día 22, nombraba a Luis Manuel Martínez Meijide nuevo jefe de la Unidad Militar de Emergencias. Para hacerlo, tuvo que ascenderlo antes al rango de Teniente General del Ejército de Tierra y, a su vez, destituía a su antecesor, Miguel Alcañiz, elevado al cargo con el Partido Popular y que le sobrevivió al PSOE poco más de un año.
Casado con María del Pilar y con dos hijos, Martínez Meijide es uno de esos militares de carrera con currículum intachable y que ha desempeñado sus labores en misiones en el extranjero. Habla perfectamente español, por descontado, pero también inglés y francés. Está condecorado con la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo Blanco; tiene siete cruces al Mérito Militar, una Cruz de Plata de de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, una Cruz al Mérito del Ejército Belga y la Cruz de Honor de la Bundeswehr Plata de la República Federal Alemana, entre un largo etcétera laureado.
Martínez Meijide arrancó su carrera en las academias militares de Zaragoza y Sevilla entre los años 1978 y 1983 hasta que fue promovido a Teniente de Artillería ese último año. Después, en estos más de 40 años de trayectoria ha tenido numerosos destinos, escalando poco a poco hasta que acabó como General de División del Ejército de Tierra, en 2017, nombrado por la entonces ministra de Defensa, Dolores de Cospedal. Además, tiene un máster en Relaciones Internacionales y Comunicación dado por la Universidad Complutense de Madrid. Un todoterreno.
Con ese bagaje, el teniente general Martínez Meijide se puso al frente de una élite que coge soldados de los tres ejércitos y que, a diferencia del resto, puede actuar habitualmente dentro del territorio español. Para entrar ahí, sin embargo, no es fácil. Hay que haber pasado al menos cinco años en otro ejército, llegar aprendido, y si uno es preseleccionado hay que pasar unas pruebas físicas y psicotécnicas más duras que para entrar al resto.
Después, se pasa a formar parte de un cuerpo que tiene como característica el estar de guardia, a la espera de lo que pueda pasar. Ese extra de disponibilidad que tienen que asumir a diferencia del resto se paga con un suplemento de entre 400 y 500 euros anuales. Ya sea en una base o en tu casa, si eres de la UME estás siempre de guardia. En cuanto al perfil de edades, suelen formar parte de la UME soldados que tienen entre 25 y 40 años. Pero en el sector femenino tienen un hándicap, como en el resto del Ejército: según los últimos datos de 2019, en la UME hay 3.500 soldados, 230 de ellas mujeres y sólo 211 destinadas a intervención.
“Lo difícil es elegir”
Volviendo a quien les comanda, durante todos estos años el teniente general Luis Manuel Martínez Meijide ha participado en tres misiones en el extranjero de mano de la OTAN. La primera, en la llamada operación SFOR, en Bosnia y Herzegovina, en 1999. La segunda, en la operación ISAF de Afganistán, en 2004. Esta operación buscaba dotar al Ejército Afgano de unas fuerzas de seguridad propias para hacer frente a los insurgentes, en su mayoría talibanes, del país. La situación actual de Afganistán dista mucho de considerar esta misión una victoria. Por último, en 2009, Martínez Meijide fue con el Ejército español y la OTAN a Kosovo en el marco de la operación KFOR, que arrancó en 1999 y que busca “mantener el orden y la seguridad en Kosovo”.
Más allá de su trabajo, Martínez Meijide es una persona muy escurridiza y muy celosa de su intimidad, como casi todos los militares. No es fácil acceder a él, no es sencillo hablar con él ni muchos saben de su vida más allá de sus amigos más cercanos, que en esos puestos tampoco son tantos. En ese sentido, los militares no son políticos, no tienen que ganarse el favor de nadie, simplemente hacer su trabajo.
En una de las pocas entrevistas que ha concedido, Martínez Meijide lo ha hecho para hablar del coronavirus y alabar la labor de la UME. “Lo más difícil estos días es elegir”, explicaba el teniente general este jueves en el programa de Carlos Alsina en Onda Cero. “Se están recibiendo muchas solicitudes y es tan grande el número de acciones que tenemos que hacer que, muchas veces, nos vemos obligados a elegir y programar. Y eso son decisiones difíciles de tomar”, explicaba.
Cuando el periodista le pregunta por el balance de estas dos primeras semanas de coronavirus, Martínez Meijide resalta que se trata de un momento de “total rendimiento y compromiso completo”. Y quiere dejar un mensaje de esperanza. “Quiero recordar la fortaleza de nuestra sociedad. Muchas veces nos fijamos en nuestras debilidades pero es el momento de fijarnos en lo otro. Entre todos vamos a salir adelante, remando en la dirección correcta con todo el pueblo español”, se oía decir desde el transistor.
El que entra, se contagia
Sin embargo, ya sin cámaras -o micrófonos- delante y hablando en confidencia, los soldados de la UME, los que van día a día a los hospitales y, ahora, a las morgues, mantienen la fortaleza pero flaquea la esperanza. Las jornadas se hacen interminables. Arrancan a las 8.00 de la mañana y terminan a veces a las 1.00 horas de la madrugada, así durante cinco días seguidos. Ven que todo está oscuro, que la gente muere, que no tienen recursos, que España pareciera que no puede. Ya escribe The Guardian que es uno de los momentos más oscuros de la historia reciente de España. Y parece que razón no le falta.
El soldado que la semana pasada repasaba con EL ESPAÑOL sus labores, contaba que se estaban centrando en desinfectar. Decía que era muy importante que la gente tomara conciencia, que no saliera a la calle si no era necesario y hablaba de su labor hasta entonces como algo casi burocrático. Iban, desinfectaban durante todo el día, 17 horas seguidas si hacía falta, y se volvían a casa. Dijo, literalmente, hace una semana que “las urgencias no están colapsadas”. “Me esperaba otra cosa”, reconocía.
Ya no queda rastro de eso. Su ánimo y su voz se han diluido ante la realidad, y la dureza de las imágenes que presencia ya hablan por sí solas. “Se está yendo de las manos todo esto”, dice. Cuenta que su labor ahora es llevar enfermos de la sanidad pública a la privada; si la semana pasada no veía las urgencias para tanto, esta “hemos estado descongestionándolas”. “Los sanitarios están fuera de sí. Saturados, no, lo siguiente”, añade. “Hemos visto gente durmiendo en sillas en salas de espera, gente comiendo en el suelo sin bandejas y el de al lado tosiéndole la comida. Hemos visto de todo”, apuntala.
Y no se concentra todo ello en las urgencias. También están en las residencias, ahí haciendo una labor de desinfección. “En muchas no tienen sitio dónde dejar a la gente y ves a los positivos mezclados con gente que aún no lo era. Después de descontaminar meten a gente antes de que los productos hayan hecho efecto. Te pasa también de entrar en una habitación y te pones a descontaminar y te das cuenta de que la persona está muerta. No se han acordado de decirte que ha fallecido y cuando hablas con los trabajadores te cuentan que en los últimos dos días se les han muerto 12”, relata al teléfono, mientras su hijo hace ruido de fondo.
“Es una situación mucho más grave de lo que la gente se piensa. Lo que más duele es que, a pesar de la situación, la gente se merece cierta dignidad y en algunos sitios no la hay”, añade.
-¿Lo peor está en las urgencias?
-El que entra a urgencias por una tontería ya no sale. Yo no iría si no es estrictamente necesario, yo diría que la gente no vaya a urgencias por nada del mundo. Hemos visto gente que estaba ahí curándose por otras cosas y, como ya no hay control ninguno, empiezan a contagiarse todos. Se contagian sólo de entrar, porque ni pueden separar. El que entra en urgencias está firmando ya.
Peor que la DANA
Que nadie vaya a urgencias. Excepto la UME. La UME sí que tiene que ir porque es su trabajo y, gracias a esa cercanía de cara al público, han caído en gracia a la sociedad. A diferencia de otras ramas del Ejército, cuya labor en el más allá de las fronteras pasa desapercibida para la mayoría, a la UME se la ve cada vez que hace falta. Y eso se nota después, en el día a día.
“La sociedad es muy acogedora”, explica el soldado. “Una vez me pasó que íbamos en el camión y los del vehículo de al lado pusieron un cartón en la ventanilla en el que se leía Sois los mejores. Con esto del coronavirus sentimos que cuando llegamos a los sitios la gente siente una sensación de alivio. Eso es un honor”, añade.
Pero no siempre se les quiso. En 2005, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero creó esta unidad casi de sorpresa, ya que no estaba en ningún programa electoral. Fue muy criticada porque las competencias chocaban con las de Protección Civil y el Partido Popular llegó a calificar la UME como “el capricho faraónico de Zapatero”. Llegó incluso a chocar con el Tribunal Supremo. Pero acabó saliendo adelante.
A pesar de la acogida les siguen quedando batallas internas por librar, especialmente la de los despidos a los 45 años. “Ojalá que la ministra de Defensa se de cuenta ahora de lo que tiene con nosotros. Todavía se nos trata como si fuéramos un reemplazo. Y yo quiero que, si valgo para esto, pueda seguir en ello”, explica el militar. “Hay gente que de la vida, sacrificando la familia; para que el día de mañana te vayas con una mano delante y otra detrás, con una paga de 650 euros hasta los 65 años y encima no contributiva”, añade.
“Que vean que estamos siempre ahí y que con nosotros no están siempre”, reivindica el soldado. Y, en una nueva ocasión, la situación les está obligando a demostrarlo. A saber:
[Pregunta realizada el jueves 19 de marzo] ¿Cuál es la situación más complicada a la que se han enfrentado en su trayectoria? “La DANA que azotó Murcia en 2019. No hubo tantos fallecidos pero la gente perdió sus casas, su trabajo, su campo… Fue muy duro”.
[Pregunta realizada el jueves 26 de marzo] ¿Sigue siendo Murcia, 2019, la situación más dura? “No. Esto lo ha desbancado. El peligro de Murcia vino de frente. Esto es en silencio. No te enteras. No lo ves venir.