Una noche del pasado mes de octubre, durante los disturbios de Barcelona posteriores a la sentencia del procés, al agente José Luis Gómez Bravo se lo llevaron en ambulancia con una pedrada en la espalda. A su lado iba otro compañero en similares condiciones. Fue en la peor semana de todas, la del 14 al 18 de octubre. En la ciudad ardían las barricadas, y los cascotes del asfalto se convirtieron en la principal de las armas arrojadizas de los independentistas durante las protestas. Una de ellas alcanzó al agente en una de esas madrugadas incendiadas.
No tardaría en recuperarse, y pese a la dureza del conflicto contra los más radicales de los CDR, para él solo estaba siendo una jornada más en la oficina. Al fin y al cabo, era lo que llevaba haciendo desde hacía más de dos décadas. Estar en la primera línea de fuego. En todas las manifestaciones.
José Luis, o 'El Oso', como le llamaban sus compañeros, era un tipo corpulento, enorme e inabarcable. Tenía 60 años y dos hijos. El coronavirus se lo llevó en la mañana de este miércoles. En apenas cinco días, cuentan fuentes cercanas al agente a EL ESPAÑOL, ha logrado acabar con su vida.
Es la primera víctima en el seno de la Policía Nacional. "Era muy joven, pero muy fuerte, siempre de buen humor. Era la alegría. Siempre de cachondeo, pero el mejor profesional de todos", cuenta un amigo y compañero del agente a EL ESPAÑOL.
El agente era sevillano. Llevaba 23 años destinado en la Unidad de Intervención Policial (UIP), los antidisturbios de la Policía Nacional, en Barcelona. En total, su trayectoria abarcaba casi cuatro décadas (39 años) en el cuerpo.
Gómez Bravo llevaba varios días ingresado en el hospital Josep Trueta de Gerona. Las últimas horas su estado empeoró. El Covid-19 y sus síntomas se extendieron por su cuerpo. Falleció, finalmente, al filo de la una de la tarde.
Cruz Blanca al mérito policial
Abandonó la UIP hace pocos meses, tras una larga carrera participando en innumerables operativos. En la foto que preside este artículo se le puede observar de espaldas durante los disturbios en el centro de la ciudad de Barcelona, durante el complicado mes de octubre del año pasado.
Dicen los que le conocen, los más allegados, que la del 18 de octubre fue quizás la peor noche de toda su carrera. José Luis estaba en primera línea de batalla en Vía Laietana. Todo servía de proyectil para los radicales. Después de varias horas recibiendo agresiones, debido al lanzamiento de objetos contundentes, la unidad de 'El Oso' emprendió el avance en dirección a la Plaza Urquinaona.
Eran las once de la noche cuando el agente recibió el impacto de los cascotes. Eran los adoquines arrancados del suelo por los violentos. Pronto a José Luis se lo llevaron sus compañeros. Fue su última noche de servicio como agente antidisturbios.
Los ataques le provocaron una fractura en el tendón del hombro, y distintos hematomas graves por todo el cuerpo. Permaneció ingresado en el Hospital del Sagrat Cor hasta el 17 de enero de 202, casi tres meses después.
Condolencias de compañeros
A través de sus redes sociales, los Mossos d'Esquadra, que la semana pasada registraron su primera víctima por la COVID-19, han mostrado su pésame por el fallecimiento del oficial de la Policía Nacional y han lanzado un mensaje de condolencias a sus familiares y allegados.
El pasado viernes, 27 de marzo, un policía nacional que se encontraba en segunda actividad, con lo que hacía años que ya no prestaba servicio activo, falleció también por coronavirus.
En el hospital, durante los casi tres meses que permaneció ingresado, José Luis recibió la visita del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de otros dirigentes políticos. A todos ellos les dijo que no había visto nada igual en su carrera. Que había sido el peor servicio de su vida. Se le concedió después la Cruz Blanca al mérito policial, pero ya acababa de empezar a buscar un puesto más tranquilo para los años previos a la jubilación.
Actualmente, había ascendido al rango de oficial. Le habían destinado ahora a un puesto algo más tranquilo, en el destacamento de la Policía Nacional del aeropuerto Girona-Costa Brava. Apenas le había dado tiempo a incorporarse, y tras varios meses postrado en la cama del hospital, tuvieron que volver a ingresarle. Ya no logró sobrevivir.