Con tanto contagio por coronavirus deambulando por La Moncloa, en la casa del Gobierno, la noticia esperaba suspendida en el aire hasta que ha caído como una losa. Este martes se conocía que Manuel Sánchez Lizana, a sus 59 años, se convertía en el primer trabajador del recinto en fallecer a causa del virus. Pasó la noche del sábado y le pasó a él, que llevaba más de 30 años trabajando ahí, como funcionario, junto a su mujer, María Jesús. Tanta veteranía para ser pionero en lo que nadie quiere, y sus días se apagaron en la UCI del Hospital de Fuenlabrada.
EL ESPAÑOL ha hablado con sus compañeros de La Moncloa para reconstruir, con pinceladas y a modo de homenaje, la vida de Manolo, como le llamaban los suyos. “Lamentablemente, en ese sentido, tenemos que comunicar que hoy hemos conocido que un trabajador de La Moncloa ha fallecido por coronavirus”, comunicaba este martes la ministra portavoz, María Jesús Montero. “Se trata de Manuel Sánchez Lizana, un empleado admirable que ha dejado un gran recuerdo en esta casa”, seguía. “Por eso, en nombre del Gobierno y de todo el personal que trabaja en Moncloa, trasladamos el más sentido pésame por esta pérdida a su familia y mandamos mucho ánimo y deseos de recuperación a todos sus seres queridos”, añadía.
Antes de llegar a La Moncloa, Manolo nació y creció en la localidad madrileña de Cenicientos. Era de ahí de toda la vida. De ahí son sus padres, su mujer e incluso sus suegros. De ahí es también el hijo que ahora deja. Tras estudiar y aprobar las oposiciones, logró un puesto en el complejo que más poder acumula de España, cuando Felipe González era presidente.
En el casillero
“Pasó gran parte de su carrera en el departamento de reprografía”, cuenta a este diario una compañera de La Moncloa que ha pedido permanecer en el anonimato. “Esto era, claro, antes de que todo se digitalizara y él estaba ahí haciendo fotocopias. Como todos íbamos mucho por ahí, pues todos le conocíamos”, añade. Tras ello, con la digitalización, su departamento perdió peso y le reasignaron, de acuerdo a su nivel de oficial de primera, como trabajador de la Oficialía Mayor en el Registro General del Ministerio de Presidencia.
Acabó parando en el edificio INIA de La Moncloa, el mayor en cuanto a tamaño de todo el complejo. “Ahí le pusieron en los casilleros. Es el sitio en el que, por ejemplo, llegan los sobres y se distribuyen y se gestionan las incidencias con los coches y los motoristas de mensajería”, añade su compañera. “Era muy querido y muy valorado. El INIA es un complejo muy grande y no tiene nada que ver con Vicepresidencia ni donde trabajan los altos cargos, por eso, cuando la ministra le nombró nos sorprendió mucho, para bien, porque no era una persona cercana a ellos, pero la noticia fue corriendo como la pólvora”, comenta.
Aunque su mujer, María Jesús, y él trabajaban ambos en La Moncloa, ya se conocían de antes, de Cenicientos. Pero no llegaron ahí casados sino que el roce… ya se sabe. Ella entró después de él y empezó en el complejo como limpiadora. Después, tras sacarse las oposiciones y conseguir una promoción interna, María Jesús ascendió a ordenanza. El día que se iban a casar invitaron a todos los compañeros de trabajo a una merienda en La Moncloa.
“A veces, al principio, podía parecer un poco seco”, reconoce otra compañera. “Pero era muy sincero y nada pelota y era una persona que se hacía querer. Su mujer es muy dulce. Él, eso, más seco, pero nada antipático ni nada malo. Era como si tuviera una coraza que le envolvía su corazón de oro”, comenta por teléfono, visiblemente afectada.
Cuándo se contagió
Lo que los compañeros de Manolo no tienen claro es en qué momento le tuvo que tocar a él esa lotería del coronavirus. No saben si fue en su trabajo, si ese contacto continuo con gente que le ha aupado a la popularidad ahora se presentaba con doble filo, o si fue ya confinado, en una mala visita al súper o en un mal paseo del perro. Por suerte, y ahora con todo lo que ha pasado, su familia por lo menos no está contagiada. Su mujer y sus hijos, de momento, han salido ilesos.
Manolo y su mujer siguieron acudiendo a su puesto de trabajo, en el turno de mañana, hasta el día 17 de marzo en el que ya no iba nadie a La Moncloa salvo los indispensables. El jueves 12 del mismo mes, los trabajadores empezaron a ir por turnos, para aligerar la afluencia de gente en el puesto. Y ahí fueron él y María Jesús, al menos un par de días más. A la altura de ese día ya se empezaban a conocer los primeros positivos en La Moncloa. El de las ministras Irene Montero y Carolina Darias, el día 12, y el de Begoña Gómez, mujer del presidente, el día 15.
Y ahí apuró Manolo mientras La Moncloa se iba convirtiendo poco a poco en un lugar desangelado, donde se luchaba la batalla contra el Covid-19 pero con despachos y pasillos completamente cerrados ante la omnipresencia de la enfermedad. “No sabemos ni cuándo ni cómo, pero ha estado ingresado bastante tiempo, hasta que murió la noche del sábado en la UCI del Hospital de Fuenlabrada”, comenta la segunda compañera.
“Muchos no sabíamos ni que estaba malo y nos enteramos el domingo pasado por la mañana. Quizás tenía alguna patología que le complicara todo porque sé que no podía donar sangre. Quizás tuviera algo”, añade. Y, cuando se produjo esa llamada para decírselo, ¿qué sintió? “Pues mira, cuando me lo dijeron rompí a llorar. Y la mayoría de compañeros muy mal, muy mal. Me ha escrito hasta gente jubilada”, añade. A pesar de todo esto, a Manolo aún le queda una salvedad. Entre el mar de muertes que ha provocado el coronavirus, su número al menos tiene nombre y rostro.