Antes de empezar a leer, les proponemos un sencillo ejercicio de memoria: intenten recordar qué aspecto tenía la grada abarrotada de un campo de fútbol en 1980. El público se apelotonaba, de pie, como en una lata de sardinas, en estadios que a menudo superaban las 100.000 localidades de aforo. Vamos ahora a un segundo escenario: recuerden cómo era el ambiente de un bar español no hace tanto, tal vez 15 años. Lleno de humo, porque el tabaco era un elemento innegociable en estos establecimientos, casi parte de su identidad. Ambos escenarios parecían inamovibles. ¿Cómo vas a impedir que la gente vea un partido de pie? ¿Cómo vas a prohibir que se fume en los bares? Imposible.
Pero en fútbol llegó la tragedia de Heysel, aquella avalancha en la final de Copa de Europa de 1985 en la que murieron 39 aficionados de la Juventus. Un suceso que obligó a los clubes tomar medidas y a llenar los estadios de butacas, para que todo el mundo viese el partido sentado. En materia de bares, España aprobó la ley antitabaco y sacó a los fumadores del establecimiento. Circunstancias obligan y ahora todos nos hemos acostumbrado al cambio de paradigma.
Vamos ahora a un tercer escenario mucho más reciente en el tiempo: intenten recordar la imagen de una playa española el pasado mes de agosto. Abarrotada. Ni un metro de arena libre, toallas tocándose unas con otras y policías controlando que la gente no venga de buena mañana a pillar sitio, plantar la sombrilla y largarse. Una estampa que, si vuelve a repetirse, será de aquí a mucho tiempo. Porque ahora ha llegado el Covid-19 y las reglas de la distancia física son otras. ¿Qué hacemos entonces con el verano en España? ¿Qué hacemos con el turismo, que aporta un 14% del PIB nacional?
Pues intentar salvarlo. Hosteleros, hoteleros, políticos y otros agentes relacionados de algún modo con el verano, quieren evitar que la crisis sanitaria se convierta también en una catástrofe social y laboral. Por ello se trabaja para plantear las bases de lo que será un verano de pandemia. Y hay un municipio en Granada que le ha tomado la delantera al resto para convertirse en el escenario piloto de esta nueva realidad: Almuñécar, que se postula como el destino turístico sobre el que iniciar esta desescalada. Playas con aforo limitado, accesos a la costa cerrados y controlados por seguridad privada, hoteles medicalizados listos para reconvertirse a hospitales o tests masivos a los turistas que llegan, son algunos de los elementos que avalan este experimento.
Los más precavidos
A los de Almuñécar, el coronavirus no les pilló desprevenidos. Se confinaron dos días antes que el resto de los españoles. Además, supieron seguir la trazabilidad del primer contagiado: un médico que trabajaba en el hospital de Granada. Facultativos que iban y venían de su trabajo en coche, en grupos de 4 personas. Por eso resultó sencillo identificar al paciente cero, aislarlo y tomar medidas. Los resultados no se han hecho esperar: Almuñécar es, junto a Alhama de Granada, el municipio de la provincia que más ha respetado el confinamiento. Se podría decir, con todas las reservas, que ahora mismo es un pueblo ‘covid-free’.
En Almuñécar han sido precavidos y por eso el coronavirus ha pasado de puntillas. Y con esta experiencia que les avala, quieren ser valientes y convertirse en el municipio piloto para el turismo del verano más raro de nuestras vidas. Aún no saben en qué términos se va a producir la ansiada desescalada desde el gobierno, pero ellos ya están preparados para convertirse en destino turístico experimental, y así se lo han hecho llegar al ejecutivo central.
“Hosteleros trabajan por su parte en intentar dibujar el protocolo necesario para poder abrir con todas las garantías de seguridad, para veraneantes y trabajadores. Otros sectores relacionados con las actividades estivales, como las academias de buceo, también están por su parte adecuando unas pautas para estar listos en caso de que llegue el verano y puedan abrir”, cuenta Daniel Barbero, concejal de Turismo del municipio.
1ª medida: el “Modelo Cantarriján”
Almuñécar es el municipio costero más popular de la provincia de Granada. Tiene 5 playas, y en una de ellas ya tienen experiencia acerca de cómo controlar el número de personas que acceden a la cala. “Se trata de la playa de Cantarriján, que es una cala nudista que tenemos en el término municipal de Almuñécar”, recuerda Barbero. “El acceso a Cantarriján se cierra en verano y solamente pueden acceder a ella las personas que lleguen mediante el autobús lanzadera que ponemos a disposición de los turistas y que sale desde el municipio. Así podemos controlar desde arriba cuánta gente hay en la cala, cortamos la entrada y los vigilantes se encargan de mantener un aforo razonable”.
Para el verano 2020, el modelo Cantarriján se extendería a las otras cuatro playas del municipio: La Herradura, Velilla, Puerta del Mar y San Cristobal. La idea pasaría por cerrar cada uno de los accesos principales y disponer allí a agentes de policía, de Protección Civil o incluso elementos de seguridad privada contratados ad hoc. Ellos serían los que autorizarían o no el acceso a la playa. “Ese escenario es viable. En las playas más grandes, como la de La Herradura, no bastaría con cortar un solo acceso, habría que colocar agentes en todas las entradas. Pero es absolutamente viable”, resume el concejal.
Una vez que la familia afortunada haya logrado entrar a la playa, el cuadro que encontrarán tampoco será el mismo: “El número de personas que podrán entrar, la distancia de seguridad entre toallas… todo eso dependerá de las directrices que marquen desde el gobierno, que estarán estandarizadas, aún no se han aprobado y serán las que tendremos que cumplir todos los municipios costeros de España. Pero sí que podemos confirmar que la ocupación tendrá que reducirse de forma considerable”, adelanta Barbero, que no ve, sin embargo, un modelo de playas con mamparas, tal y como están proponiendo algunas empresas vacacionales en Italia. “Lo de las mamparas, a priori, no lo veo ni en los restaurantes, aunque al final nos adaptaremos a las normas que aprueben desde el gobierno”.
2ª medida: controles a los turistas
En Almuñécar han sabido, hasta la fecha, esquivar la plaga del coronavirus. Pero la llegada masiva de turistas de todas partes del mundo podrían tirarlo todo por tierra. Almuñécar cuenta con 7.000 plazas hoteleras, la mayoría de ellas en hoteles de 4 estrellas, amén de otras 5.000 plazas en apartamentos turísticos. Todo un desafío al virus. Por ello, otras de las medidas que se propondrán desde el Ayuntamiento será la de “tomar la temperatura a los turistas que lleguen, e incluso realizar comprobaciones en las puertas de algunos establecimientos; en todos ellos habrá un dispensador de gel higienizante”, cuenta el edil del consistorio.
“No solamente hay que tener un control de la situación de salud de los turistas. Que en Almuñécar nos hayamos confinado bien no significa que seamos inmunes al virus. Y la mayoría de la gente va a menudo a Granada capital, a trabajar o a hacer compras. Este control también tiene que ser extensible a la gente de aquí, porque la idea es proteger tanto a los trabajadores como a los turistas”, prosigue Barbero.
Del mismo modo, considera que sería interesante poder disponer de tests para detectar posibles casos de infectados. No obstante, Barbero pide prudencia en ese aspecto: “Ni sabemos qué disponibilidad de pruebas habrá, ni está todavía muy claro cuál debería practicarse con garantías, los tests rápidos, los PCR o exactamente qué. Pero sin duda esa sería otra medida interesante a adoptar de cara a una posible apertura de los establecimientos en verano”.
3ª medida: hoteles medicalizados y arcas de Noé
Durante la conversación, ponemos al concejal de Turismo en una situación ficticia pero probable: Almuñécar abre en verano para el turismo, y un día identifican a un veraneante que tiene fiebre, tos seca, dificultad para respirar o cualquier otro síntoma que pueda relacionarse con el covid-19. ¿Qué hacer ante ese caso?
Explica Barbero que, aunque el coronavirus no ha golpeado a Almuñécar, las medidas para reaccionar en caso de que hubiese pasado ya estaban acordadas. Así, tres de los hoteles más importantes del municipio ya estaban preparados para convertirse en bases medicalizadas para tratar a pacientes de covid-19. Concretamente el Bahía Tropical, el Bahía Almuñécar y el Hotel La Herradura. De hecho, siguen estando preparados para convertirse, en un lapso de tiempo razonable, en hospitales improvisados.
“No sabemos, en caso de que nos autoricen a abrir, si todos los hoteles estarán operativos o no. Puede que estos se queden cerrados por si hubiese que recurrir a ellos”, apunta Daniel Barbero, que cree que estos establecimientos también podrían hacer las veces de las conocidas como ‘arcas de Noé’. Esto es, inmuebles en los que confinar a personas posiblemente contagiadas. “Es algo que también se tendría que plantear, porque es posible que venga algún turista con síntomas, y entonces hay que valorar qué hacer. No sabemos cuándo podría volverse esa persona a su casa, por lo que tenemos que buscar tanto su seguridad como la del resto de veraneantes, Por eso, lo de disponer de ‘arcas de Noé’ es una de las medidas que habrá que abordar”. Con ello, además, identificarían la trazabilidad de los contagios una estrategia que ha dado muy buenos resultados hasta el momento en el municipio.
4ª medida: protocolos propios y fiestas online
Inciden desde el Ayuntamiento en que “al final, las medidas que tomaremos serán las que decida el gobierno. Pero como aún no las tenemos, nosotros vamos trabajando por nuestra cuenta, para intentar aclarar el panorama al máximo y para poder ayudar en la medida de lo posible. Estamos haciendo los deberes por adelantado”. Por eso, aunque todavía no disponen de esos parámetros, cada sector está llevando a cabo trabajo de campo específico. “Por ejemplo, las academias de buceo ya están elaborando el suyo, relativo a las medidas de higienización de los equipos, de los trajes, las boquillas desechables, etc”.
Del mismo modo, el resto de gremios están celebrando estos días reuniones por videoconferencia para determinar qué necesidades tendría cada negocio al respecto. “No es lo mismo una escuela de buceo que un restaurante. Y yo, en estos establecimientos, en principio no creo mucho en el sistema de mamparas. Porque no sabemos qué coste tendrían ni qué efectividad, Hay que conseguir un equilibrio. Si al final se tiene que hacer, pues lo haremos. Pero el reto de este verano también es conseguir que la gente esté de vacaciones sin la impresión de estar en un hospital. No me imagino a una familia que vaya a comer a un chiringuito y les estén atendiendo con un EPI puesto”, plantea el concejal.
¿Y las fiestas locales? Porque las de Almuñécar son en agosto: “A anular fiestas locales nos estamos acostumbrando. Las fiestas de San José de La Herradura eran en marzo y ya estábamos confinados. La gente salía a los balcones, vestidos de fiesta, cantaban. Se hacían actividades por internet y todo el mundo se adaptó en la medida de lo posible”. Lo mismo ha sucedido con la Semana Santa, el gran evento anual en Almuñécar, y sucederá en junio con San Juan, que es la fiesta grande del pueblo, cuando todo el mundo se va a la playa a pasar la noche. “Las fiestas de agosto no creo que se puedan celebrar; Madrid ya ha anunciado que suspende las suyas hasta el mes de octubre. Si aquí hay que hacer lo mismo, también tendremos que adoptar medidas parecidas y hacer actividades alternativas”, concluye.
En Almuñécar se postulan para convertirse ser este eslabón que falta ahora mismo entre los españoles y la felicidad: las vacaciones de verano. La desescalada pasa por su pueblo y por la aplicación de un escenario estival atípico. Admiten en el Ayuntamiento que los vecinos se lo toman con cautela, porque se han confinado muy bien y les ha dado excelentes resultados. No les gustan los términos "cobayas" o "Bancos de pruebas", porque reconocen que el virus da miedo. No quieren desandar lo andado, pero tampoco quieren que la ruina derivada de un cierre general acabe llevándose por delante a miles de familias que viven del turismo. El término medio es un experimento que se llama Almuñécar y que contiene playas cerradas con policía en la puerta, controles de temperatura habituales u hoteles convertidos en arcas de Noé. El gobierno tiene la última palabra, pero, mientras tanto, en el pueblo ya están preparados para acoger las vacaciones más raras de nuestras vidas.